Destiempo || Ensayo creativo de Delmar Penka

08:34:10 am
Lunes de cualquier semana

Todos los días se comienza algo distinto, aun cuando la monotonía invada nuestro espacio. Despertamos con la aparente sensación de que nada ha cambiado: los libros siguen en el mismo lugar, la ropa sucia se acumula cada vez más y los pájaros de siempre picotean la ventana. A simple vista las cosas permanecen intactas, pero algo pasa desapercibido: las partículas de polvo que se amontonan en la superficie de los muebles. Al darte cuenta te levantas de la cama, acercas la boca y soplas el polvo apenas visible, se expande por toda la habitación. Caminas hacia el espejo, te miras y descubres que una nueva arruga atavía tus párpados. Hay algo distinto de ti.

Mientras ves tu reflejo, afuera el mundo gira a una velocidad que no logras sentir (1,600 km/h en el ecuador), avanza de una manera tan rápida que no se pregunta por el ritmo que llevas, te rebasa. En ese momento reflexionas que allá, cruzando los muros de la casa, múltiples vidas están sucediendo, acontecen en todos los instantes. Te asomas a la venta para descubrir, como si apenas abrieras los ojos, que los años te han llegado sin preguntarte alguna vez, si las cosas vividas en el trayecto de tu existencia han sido lo suficientemente importantes para no temerle al tiempo que se te ha ido.

Te quedas en silencio, inhalas profundo. Cierras los ojos y los abres, te vuelves a observar para descubrirte como siempre, sin ninguna variación. La vista difícilmente percibe tus propios cambios faciales. Estás tan habituado a verte que los años corporales han pasado desapercibidos, hasta que un buen amigo, después de un tiempo sin encontrarte, te dice: ¿Hace cuántos kilos que no nos vemos? Entonces miras tus extremidades para corroborar esos kilos de más.

Algo en ti sabe que no eres el mismo de hace un mes. En treinta días algo diferente sucedió: desde aquella simple sonrisa que te alegró el día, hasta los insultos que escuchaste en una discusión de calle. Eventos así, ficticiamente irrelevantes, son los que te recuerdan que eres humano, aunque en muchas ocasiones olvides serlo. Hay días que se pasan insípidos, completamente indiferentes, como si las personas actuaran de manera mecánica, sin recordar en lo absoluto lo efímero que será su paso. Es parte de lo cotidiano, difícilmente escapamos a ello, como difícil es regresar el tiempo, no hay posibilidad para el retorno. Los recuerdos son los únicos vestigios que tenemos para tener la certeza, o al menos saber, que hemos vivido.

Vuelves la mirada a las cosas de tu espacio, te das cuenta que han envejecido como si fuera una metáfora de la vida que llevas. ¿Ahora que sigue? Una pregunta inquietante que carece de respuestas certeras, pero tampoco se trata de racionalizar la existencia y mucho menos de demeritar el hecho de vivir o de saberse vivo, que son cosas distintas. La experiencia, el acontecer, el ser-en-el-mundo es la única impronta que te queda para tratar de salvar el tiempo que te aguarda. Al final tu paso por esta tierra te resultará tan corto e insignificante. Tal vez lo sea, pero lo importante es tener la seguridad de que no existe un destiempo y tampoco un destino establecido. Lo que eres hoy, viéndote frente al espejo, es la suma de lo que te ha tocado vivir.

08:52:30 am

Prendes la televisión, ves las noticias. Lo primero que salta a tu vista es que una nueva guerra está apunto de iniciar. Te quedas sin pronunciar nada, las palabras ya no bastan para describir todas las cosas jodidas que diariamente los medios te presentan. Te sirves un poco de café, mientras el periodista continúa hablando, ignoras lo que dice. Tomas el último sorbo de la taza. Apagas lo que no debiste prender. Guardas tus cosas y te vas al trabajo. Avanzas y dentro de ti te preguntas si hemos nacido para vivir en este mundo cada vez más caótico y deshumanizado.

De pronto tu mente vuelve. Ves al anciano de siempre con la misma caja de dulces que intenta vender a los transeúntes, pero estos parecen ciegos porque ignoran su presencia. En su rostro cabizbajo ves aquel cansancio que Roque Dalton escribió en un poema que leíste hace poco: el cansancio de no poder morir. Avanzas y en la esquina te encuentras al perro que lleva un mes amarrado en la entrada de una ferretería, cada día lo encuentras más flaco. Antes se lo dijiste al dueño pero él estuvo apunto de darte un golpe y te dijo: ¡No te metas en mis asuntos! Te guardaste el coraje y te fuiste maldiciendo al mundo. Luego caíste en cuenta que no depende de ti el poder cambiarlo, aun cuando tengas toda la voluntad del universo. Ser fuerte es lo último que te queda.

                                                                                   Suspiras…

[Haces un breve paréntesis en tu camino]

Miras al cielo. Te acuerdas de las palabras que tu madre te dijo unas semanas antes: el amor es lo único que nos puede salvar. ¿Salvarte de qué? Aquella ocasión te pareció irónico, ahora comprendes lo que intentó decirte. Ella ha procurado apoyarte todas las veces que te has sentido derrotado, escuchándote sin tener que replicar nada. Sólo así descubriste que esa es una de las expresiones más claras de amor que puede demostrarse el uno hacia el otro. Usualmente lo haces, de otras maneras, como con el simple hecho de dejar las croquetas a los perros que se pasean en los parques ––ahora te reconocen cuando te encuentran––, o cuando le dices a la señora que te vende el pan: ¡Que tenga un bonito día! Agradeces tener la sensibilidad que has aprendido de la persona que siempre te devuelve el ánimo. Al final, los gestos que para otros parecerán insignificantes, cuando menos para ti son una forma de hacer habitable un mundo que te abruma cada día que intentas continuar.

[Cierras el paréntesis]

09:01:00 am

Miras el reloj, te das cuenta que vas tarde al trabajo, pero ya no importa, sonríes aun cuando sientes que el tiempo nuevamente te ha vencido. Te detienes y miras cómo las últimas hojas de aquel liquidámbar que tanto te gusta y que contemplas todos los días, caen zigzagueantemente. En ese instante comprendes lo que al despertar notaste: la inexistencia del destiempo.

***

Autor: Delmar Penka (Chiapas, México, 1990). Es documentalista, ensayista y académico tseltal. Maestro en Comunicación y Política por la Universidad Autónoma Metropolitana. Ha sido becario del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (2017-2018), de las Becas Literarias Interfaz (2018), y del Programa de Estímulo a la Creación y Desarrollo Artístico, PECDA (2019). Sus ensayos han sido publicados en las revistas Liminar, Balajú, Fotocinema, Primera Página, Revista Sinfin y Tierra Adentro.