Asentar que la tradición cultural de un artista puede ser apropiada y resignificada es dar la oportunidad de creer que el arte puede renovarse una y otra vez, así como ser puesta en muy diversos contextos de reinterpretación. No únicamente se resignifican los símbolos o los motivos poéticos, sino las prioridades enunciativas de una voz lírica, entre muchísimos panoramas abiertos y probables. Un homenaje sincero entre poetas no sería la repetición.
Para habitar mi nombre (Literalia, 2018) del joven poeta Ricardo Plata encarna un desdoblamiento lírico con el poeta colombiano Andrés Caicedo, al que se homenajea no sólo por su mención expresa y su juego paratextual en el libro, sino por la apropiación de temas y símbolos recurrentes de su poesía, como el énfasis en elementos de la cotidianidad social de la juventud.
Estructuralmente, Para habitar mi nombre funciona como un memento creciente dividido en tres bloques cuyo objetivo es preparar una inminente fase de la posterioridad temporal: la muerte. ‘Habitar el nombre’ es la consecuencia poética, llegar al conocimiento de una subjetividad lírica. Por lo tanto, es posible adscribir sus versos como poesía de la observación, de la sensación y del momento; es decir, una poesía empírica, aunque no como el ‘empirismo’ fundado en la experiencia física, sino como un receptáculo emocional para que, después, el poeta pueda escribir los versos que tanto le han significado. No obstante, su voz también recurre a la expresión retrospectiva para explicar un presente emotivo.
Ricardo Plata enarbola un repetitivo y latente lirismo que recorre diferentes vivencias y recoge las emociones de lo que el cuerpo humano, por medio de su efecto y consecuencia sensorial, generalmente en la epidermis, siente y adolece.
Alrededor de diversos temas anecdóticos, el lenguaje de este libro refiere al campo semántico poético con irrupciones violentas de conceptos populares y, a veces, alusivos a la juventud y sus características pulsiones físicas asociadas, ineludiblemente, con la sexualidad.
De esta manera, es notable aducir que es ésta una poesía que expresa emociones retenidas en el instante poético como una explosión lingüística de una voz lírica que quiere sincerarse. La voz poética hace uso de descripciones aparentemente físicas y exteriores, pero que refieren a un estadio interior, etéreo y personal, como un vaivén temporal en una fotografía fija.
Asimismo, en Para habitar mi nombre se pueden rastrear contraposiciones de conceptos aparentemente excluyentes —como la vida y la muerte o el amor y la muerte— que funcionan para darle sentido al poema, al libro en conjunto y a la contradicción de la vida misma. La poesía de Ricardo Plata en este libro oscila entre dos dimensiones; una microexperencial, que recorre los versos hasta verlos como una obra en conjunto; otra macroexperencial, es decir, la de la vida y la muerte.
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