Del mismo modo que el que quiera aprender sobre literatura deberá leer libros, la tarea del cinéfilo no puede entenderse sin el visionado de películas. En definitiva, por más manuales que se hayan escrito, normalmente las mejores lecciones de cine no requieren siquiera apartar la vista de la pantalla. En los cincuenta, musicales emblemáticos como Cantando bajo la lluvia (1952, Gene Kelly y Stanley Donen) expusieron el problema del paso del cine mudo al sonoro. En la última década, biopics como Hitchcock (2012, Sacha Gervasi) o Trumbo (2015, Jay Roach), o la comedia ¡Salve, César! (2016, Ethan y Joel Coen), han acercado al público actual al sistema de estudios del viejo Hollywood. Y es que, ya desde su nacimiento, el cine ha necesitado hablar sobre cine.
Metacine es el término usado para definir aquellas películas con el cine como tema principal. Viene del ámbito de la lógica y la filosofía, en la cual se habla de metalenguaje; concepto aplicado a la literatura también. Desde sus albores, en el cine se ha apostado por este tipo de creación. ¿A qué se debe? Para empezar, existía la presión de compararse con su gran competidora, la literatura, y demostrar que disponía de tantas herramientas para contar historias como cualquier otro tipo de lenguaje. Además, los mismos creadores, tan inexpertos ante la nueva técnica como su público, sentían lo que Fernando Canet (Universitat Politècnica de València) llama una “necesidad de hablar sobre uno mismo y su medio de producción”. No debemos olvidar que, en su momento, la invención del cine supuso toda una revolución social. A todos nos viene a la cabeza el horror del público ante la proyección de La llegada de un tren a la estación de La Ciotat, de los Lumière, pues creían que el tren iba a chocar con ellos. Esta misma reacción fue plasmada en clave de comedia en dos cortometrajes de la época, The Countryman and the Cinematograph (1901, Robert W. Paul) y Uncle Josh at the Moving Picture Show (Edwin S. Porter, 1902), en los cuales sus protagonistas corren asustados al ver en pantalla la mítica escena. Más adelante, cómicos de la talla de Charles Chaplin o Buster Keaton volvieron a convertir el mundo detrás de las cámaras en protagonista de sus películas. Especialmente recomendables son el cortometraje Kid Auto Races in Venice (1924, Henry Lehrman) y la escena del sueño en Sherlock Jr. (1924, Buster Keaton). El metacine se había convertido en un modo de reafirmar la propia creación.
En poco tiempo quedó atrás el asombro y el horror ante aquel novedoso invento. El cine se había convertido en toda una institución cultural, y su industria, en un poderoso negocio. Para los cineastas ya no resultaba interesante hablar de la técnica en sí, sino del complejo entramado de estudios detrás de la creación de una película. A finales de los 20, se estrenó Espejismos (1928, King Vidor), una comedia romántica sobre el funcionamiento de Hollywood. Había nacido el metahollywood; según Robert Stam, “películas de Hollywood que tienen el propio Hollywood como tema y que se centran, adecuada o inadecuadamente, en el proceso de producción de la película”. Los mismos creadores necesitaban mostrar al público que no todo era como aparenta en la gran fábrica de sueños, y que, muchas veces, las envidias o las manipulaciones son necesarias para conseguir un lugar.
El siguiente gran momento en la historia del metacine (o metahollywood) son los años 50 y sus grandes producciones musicales. Con el fin del sistema de estudios, los creadores gozaban de mayor libertad a la hora de producir sus películas. Simultáneamente, sin embargo, la llegada de la televisión fue un golpe duro para la industria cinematográfica, que necesitaba ofrecer algo la distinguiera de la pequeña pantalla. Así, se apostó por espectaculares producciones musicales de vivo colorido, con el propio cine como tema, para atraer a la gente a las salas. El ejemplo más paradigmático de este tipo de filme es, sin duda, Cantando bajo la lluvia (1952, Gene Kelly, Stanley Donen), que narra el proceso de rodaje de una película durante el nacimiento del cine sonoro.
Con la nueva ola americana, cambió la manera de entender el metacine. Después de más de 70 años de creación, los cineastas contaban con suficiente material al cual hacer referencia. Es en los 70 cuando, en El Padrino, Francis Ford Coppola homenajeó a Eisenstein con su propia versión de la escalera de Odesa. Y en los 80 se produjo lo que Carlos Losilla (Universitat Pompeu Fabra) define como boom del metacine. Aquellos directores que habían pasado su infancia siendo espectadores del Hollywood clásico tenían por fin oportunidad de darle respuesta. Por primera vez, no hacía falta mostrar las cámaras para hablar de cine, pues el cine estaba plenamente asumido como parte de la cultura popular. Películas como La rosa púrpura del Cairo (1985, Woody Allen) o Cinema Paradiso (1989, Giuseppe Tornatore) recuperaron el tema de interés de los pioneros del metacine: el impacto de las películas en el espectador. Ahora bien, fueron más allá de mostrar situaciones anecdóticas como las de los primeros cortometrajes; constataron el poder del séptimo arte como vía de escape y refugio, incluso en los momentos más difíciles. Uno de los ejemplos más recientes es La La Land (2016, Damien Chazelle), una declaración de amor a la edad de oro de Hollywood a base de pequeños homenajes. Este video recoge algunas de las referencias más importantes.
El cine […] es un arte que crea su propia cultura y se nutre de ella
Lipovetsky y Serroy
En definitiva, la edad dorada puede haber acabado, pero su legado persiste en el cine actual, con el cual dialoga constantemente. En los últimos años, hemos visto películas como El Artista (The Artist, 2012, Michel Hazanavicius), Trumbo (2015, Jay Roach) o La La Land (2016, Damien Chazelle) triunfar entre público y crítica. Ahora mismo, se espera con impaciencia el estreno de la nueva película de Tarantino, Érase una vez en América, cuyo título resume la nostalgia por esta era de ensueño ya terminada. El viejo Hollywood puede haber muerto, pero su esencia sigue más viva que nunca.
Autor: Martha Vidal-Guirao Escritora y actriz de Barcelona, España. El plan es escribir un bestseller, pero de momento escribo artículos sobre mi gran pasión, el cine de la edad dorada. Me podéis seguir en twitter: https://twitter.com/VidalGuirao |