Atrio
Persigo tu recuerdo
como niño a las palomas
escapa
huye
(agua caliente entre los dedos)
y quedo solo
con la piel de los árboles
c
a
y
e
n
d
o
27 de febrero
Una vez
el cuerpo se derrumbó
porque los huesos,
mis huesos,
estallaron.
Días de septiembre
Vi tu cuerpo apagándose, cediendo
cual ojo al velo nocturno,
al fuego el hueso negro de los árboles.
Recuerdo el color de la luz herida,
la orfandad en flor
y tú:
arrebol en manos de un ciego.
¿Cómo es hablar con Dios
en el filo de la noche?
¿Cómo es morir, abue,
por tener la sangre tan dulce?
Acerca del autor: Eduardo Lima Águila (Tlaxcala, Tlax. 1995) Estudiante de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Ha sido ponente en el Coloquio Nacional “Efraín Huerta” y en el Festival “La Muerte tiene Permiso” y publicado en la revista “Molino de Letras” y “Horizontes” del Colegio de Estudios Latinoamericanos de la FFyL.