Su propio camino
—Hemos pasado veinticinco años juntos y pienso que ya es momento de que cada quien encuentre su propio camino.
—Estoy de acuerdo. Pero ¿no crees que esta es una decisión arriesgada?
—Hemos pasado veinticinco años juntos y pienso que ya es momento de que cada quien encuentre su propio camino.
—Estoy de acuerdo. Pero ¿no crees que esta es una decisión arriesgada?
Para Sandra
El joven Luna-en-el-pecho aprendió a leer y a escribir. Era un deber moral o religioso que, como última voluntad, se propuso el viejo misionero.
Andando el tiempo, Luna-en-el-pecho caminaba pálido y taciturno, los hombros caídos hacia delante. ¿Cómo llenar el vacío existencial que le espoleaba a leer cientos de veces el único libro que había en la aldea?
Las plantas se comían todas las paredes de la casa de la tía Adela. No había un solo recoveco donde no se hubieran instalado. Es lo que suele ocurrir con los lugares abandonados. La porquería, los bichos, los hierbajos… se hacen con ellos, se apoderan de su cuerpo y alma, y poco a poco, lo destruyen.
Se apasionó tanto de escribir narrativa breve en segunda persona, que al finalizar ésta, descubriste que ya no necesitabas lectores, y quedé para siempre complacido conmigo mismo.
Sus ojos estaban fijos en la presa que confiada e indefensa ignoraba que aquellos serían los últimos minutos de su vida.
Ilustración de Fernando Jereb
Siguiendo los pasos de Gauguin, nos internamos en la intrincada naturaleza. Tonalidades lujuriosas asaltaron nuestra mirada. Un aroma desconocido y paradisíaco nos envolvió en segundos. El sonido, virgen de todo acontecer humano, nos caló en lo más profundo. No lográbamos salir del asombro hasta que nos percatamos de que Gauguin ya no estaba a nuestro lado. Y aquí estamos, en esta isla solitaria, prisioneros de los desvaríos de una mascota casquivana.
Imagen: Hércules lucha con el león de Nemea, Francisco de Zurbarán
Siempre amó los cuerpos romanos. Los de pelvis chatas, glúteos redondeados y pechos de triángulo. Se contentaba, en caso de necesidad, con los de otras características, pero los de contornos marmóreos fueron sus preferidos. Había en todo eso algo así como una especie de oda culinaria, de voluptuosos sabores, de jugosas y saciadas ansiedades, de expectación lograda más allá de las carnes y las edades. Ahora, en estos tiempos individualistas y groseros, están armando en el fondo de su patio una copia del coliseo. Piensa llevar allí la minuciosa labor del goce pero ya en un ámbito privado, mientras su melena su entretiene con el viento y observa sus garras afiladas, robustas y certeras que aún conservan la sagacidad desplegada en las arenas.
UN PEDAZO DE CARNE Pero eso que ves en esa foto ya no es un niño, sólo es un pedazo de carne. Entiéndelo bien, sólo es un pedazo de carne. No sirvió de nada que […]
TARDE La balacera interrumpió el desayuno de la familia. Después de que todos se ocultaron bajo la mesa, papá Díaz consultó su reloj de pulso y le dijo a su esposa que llegarían tarde al […]
A mi primera exnovia la picó un bicho extranjero. Jamás se recuperó. Mi segunda exnovia –como suele pasar- se casó con su mejor amigo de la universidad. Ojalá vivan muy felices. Las cosas terminaron con […]