Etiqueta: Escritura

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Mes de cumpleaños: ejercicio de escritura para habitar el paso del tiempo

Ilustración de Sarah Cruz

A mi hermana, por las pijamadas, los videos y los pasteles en olla exprés

Septiembre es casi siempre un mes lluvioso. La lluvia tiene algo de melancólico o nostálgico. Ésta es la primera vez en mucho tiempo que no llueve en mi cumpleaños. Sin embargo, me acompaña un aire reflexivo, un sentimiento difícil de describir, quizá algo parecido a la saudade. Tengo el ritual de escribir este día, a veces antes o después. Observar el avance del tiempo desde el propio ser me ha llevado a abordar esta sensación desde muchas partes: a veces desde la satisfacción, otras desde la tristeza, el agradecimiento o la necesidad de cambio. Este sentimiento tan característico de los cumpleaños lo entiendo y lo vivo mejor si lo escribo; es la mejor manera que he encontrado de habitarlo. Busco adentrarme en él, estar lo más presente posible, aunque se trate de recordar y añorar. Nada más temporal y atemporal al mismo tiempo que la escritura.

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Recordatorio de placeres (I)

La idea de escribir acerca de los placeres surgió a partir de dos sucesos. El primero de ellos responde a una necesidad personal de reiniciar luego de un periodo dedicado a la lucha contra la desesperación y la tristeza. Digo necesidad porque partió de un ejercicio de contemplación que derivó en un hilo de pensamientos dedicados a momentos bellos de la vida. Y la contemplación es una necesidad. El segundo es un ejercicio de tipo literario. Con un profesor hablamos acerca del autorretrato de Hugo Hiriart, en el que traza una imagen de sí mismo a partir de las cosas que le gustan. Algo parecido intento hacer aquí. Aunque más que gustos, placeres. Más que placeres, recuerdos. Más que recuerdos, recordatorios. 

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Cuerpo, palabra, imagen: escribir el instante  

Fotografía de Sarah Cruz

—¿Y si sólo fuéramos la imagen reflejada en un espejo?
—Entonces nada ni nadie podría jamás contestar esta pregunta.

Salvador Elizondo, Farabeuf o la crónica de un instante

Porque los poros o la tinta son una misma cosa. Una misma apuesta.

Luisa Valenzuela

Me gustan los libros que son más que eso. Me gusta que haya un juego en el título, en las palabras, en el libro mismo. Me gusta que un libro pueda ser muchas cosas, como lo es un poema. Me gusta tener en mis manos un entrelazamiento de cosas. Me gustan los libros de poemas que son ensayos, las fotografías que son ensayos y los ensayos que son poéticos. Me gusta masticar de todo un poco al mismo tiempo. Me gustan los enredos, los nudos, los problemas que se esconden. Me gustan las cosas que fluyen en un mismo espacio, pero un espacio sin paredes, un espacio que escapa de sí mismo. Me gustan las cosas reales que son irreales, que son estrechas y son pesadas y son angostas y son diminutas y son inmensas. Me gustan los libros que cambian a cada página; a los que cuesta no regresar, sacar la pluma, doblar la esquina. Me gustan los relatos que se cuentan en una imagen. Me gusta una imagen que cuenta relatos infinitos. Me gustan las palabras en las que el cuerpo se inserta dentro y fuera de ellas; antes, durante y después… para siempre.

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I am not a writer

Por Stefan Kiesbye

There were more novels available in my childhood than television shows, and I was brought up to be quiet, seen but not heard. A book in my hands kept me quiet for many hours. Such a perfect child. I finished my first crime novel at the age of four, scribbled on a few pages of a small note pad. A mysterious train pushed past the narrator in the middle of the night; I could only write half a dozen words at the time.

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Mujeres que saben latín… y francés, y náhuatl y LSM

En agradecimiento al amigo leal, presente incluso en tiempos difíciles

Para Mariela Vanessa, a quien espero para compartir las letras

En una entrevista con La Jornada, Norma Blázquez Graf, investigadora de la UNAM, afirma que las «brujas», que la cultura pop consagró después como mujeres ancianas, decrépitas, horribles y con ganas de absorber la juventud de otros y otras, fueron un invento de la Edad Media y que realmente «eran parteras, alquimistas, perfumistas, nodrizas o cocineras que tenían conocimiento en campos como la anatomía, la botánica, la sexualidad, el amor o la reproducción, y que prestaban un importante servicio a la comunidad. Conocían mucho de plantas, animales y minerales, y creaban recetas para curar, lo cual fue interpretado por los grupos dominantes del medievo como un poder del Diablo.»

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El placer del texto: reflexiones en torno a Roland Barthes

El lenguaje es una piel:
yo froto mi lengua contra el otro.
Es como si tuviera palabras a guisa de dedos,
o dedos en la punta de mis palabras.
Mi lenguaje tiembla de deseo. […]
(el lenguaje goza tocándose a sí mismo).

Fragmentos de un discurso amoroso, Roland Barthes

Corría el año de 1973 cuando Roland Barthes publicó El placer del texto, dentro de lo que se ha considerado su “segunda etapa de pensamiento crítico”, en la cual dialogó con teóricos como Freud y Lacan. En el caso de este libro, por ejemplo, fácilmente puede percibirse la influencia de la escuela psicoanalítica, al reconocer conceptos centrados en la experiencia del sujeto, como el goce y el placer. Barthes plantea aquí una reivindicación de este último a través de una reflexión en torno al lenguaje. Para este autor, es el lenguaje el principal sujeto y objeto del placer, mientras el texto, que a su vez resulta una suerte de contenedor de ese lenguaje, presenta rasgos de cuerpo humano capaces de generar, con quien guste interactuar con él, una relación erótica.

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La escritura y la caca

CACA.jpg

Ya venía yo pensando aunque con cierta distracción las ideas expuestas por Enea. Entré al baño del edificio y todo estaba a oscuras. Busqué el interruptor de la luz y no lo encontré. Supuse entonces que había un sensor de movimiento y la luz se encendería cuando me reconociera. Y efectivamente, alcé la mirada e identifiqué a penas por un puntito rojo que parpadeaba el sensor pegado al techo. Le hice señas como a una cámara de seguridad diciéndole quiubo, hay gente que quiere usar el baño aquí, la luz, porfa. Pero nada. Abrí y cerré la puerta, y nada. Brinqué, pero no mucho, para no causarme un desgracia en las condiciones intestinales en que me encontraba, pero nada. Con la luz del teléfono me alumbré hasta el retrete. El escenario era efectivamente apocalíptico; faltaban algunas goteras, quizá, y unos charcos de sangre, vapores tóxicos, ruido de tuberías, pero todo estaba ya ahí, en mi imaginación, y mi teléfono era un cerillo húmedo consumiéndose cada veinte segundos. Me acomodé, y dejé que las cosas tomaran su ritmo, su cauce natural, digamos. O al menos en esos términos Enea se refirió a la escritura de Felisberto Hernández en clase.

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Supervivencia mimética: Entrevista a Alberto Chimal

Este entrevista fue publicada originalmente en el número 5 de la Revista Primera Página, con línea temática de Muerte y Erotismo, publicado en memoria de Salvador Elizondo.

 

EPP: Editores Primera Página

AC: Alberto Chimal

 

EPP: ¿Cómo tratas la muerte y el erotismo en tu escritura

AC: Todos estamos conjugando esos dos impulsos en nuestra vida porque nuestro ser animal los tiene contrapuestos. Para algunos se manifiesta en el deseo de escapar a la muerte con la reproducción. Pero a la hora de escribir la cosa se vuelve compleja porque en el acto de escribir no se realizan esos impulsos; se transforman. Se le llama supervivencia mimética y no genética. Yo no sé si sea para tanto, pero en mi trabajo lo que sucede con esa dualidad es que se reviste de imaginación y poder. Tiene que ver, quizá, con el individuo y su enfrentamiento con el medio social; las minorías contra el poder. Ahí está la muerte y el deseo. El deseo es el acto creativo-imaginativo que representa la libertad de la conciencia individual contra las fuerzas que quieren normarnos.