Categoría: Sonoridades

Una amplia experiencia en la profundidad de los sonidos.

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Sonidos del viaje y el camino: Música y migración

«El emigrante»

—¿Olvida usted algo?

—¡Ojalá!

 Luis Felipe Lomelí

Por el camino va andando una figura. Lleva a sus espaldas una pesada mochila, llena de ropa, pedazos de comida y un poco de dinero. A cuestas lleva también fotografías en donde se observan las miradas amorosas de aquellos que se quedaron atrás. Va cargando tras de sí con el peso de un hogar abandonado y en sus hombros ya se resiente el dolor provocado por la dureza del sendero. No podría llevar peso más grande que este, porque sin saberlo con él van viajando también sus historias, su familia, su tierra, toda una cultura que se ha colado entre los pliegues de su mochila. Nosotros, espectadores, vemos cómo la vereda se desdibuja por momentos, sin embargo, no debemos olvidar que todos los caminos del mundo han sido trazados por el andar de ese migrante.

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Metal en el Lago Vol. 1: Crónica en dos colores

Texto y fotografías por Arturo Meléndez

¿La Bestia volverá a México? Aún no lo sabemos. Festival BESTIA, aquel que en otrora presentó a Godflesh y John Zorn, no ha dado señal de vida desde hace tiempo. Sin embargo, la esperanza de una nueva edición fue devuelta por “Metal en el Lago Vol. 1”, un pequeño pero ambicioso espectáculo realizado el 20 de octubre en la Casa del Lago del Bosque de Chapultepec, organizado por BESTIA y que incluyó en sus líneas a las agrupaciones de avant-garde metal Descartes a Kant (Guadalajara, México) y Cleric (Pennsylvania, Estados Unidos).

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Día de muertos: De difuntos y sus canciones

Esta tierra de panteones

De dolientes se ha llenado

Sobre las tumbas, hay flores

Que son ofrenda de los muertos

Y de los vivos, canciones

En el centro hay un ramo de flores recién cortadas. El aire que acaricia los pequeños pétalos amarillos trae consigo aroma de incienso, calabaza y pan caliente. Sal, agua, una cruz grande de madera, todo acomodado entre las pequeñas llamas de las veladoras de colores que alumbran el altar. Algunas gotas de cera caliente se funden entre las graciosas formas del papel picado. Los rostros nos observan fijamente a través del cristal de los retratos; miradas intercambiadas de uno y otro lado. Ya todos están sentados a la mesa. Entre vapores de nostalgia y chocolate caliente el ambiente se va llenando de historias y de risas y de canciones. Una lágrima, dulce como calaverita de azúcar, se resbala por los recuerdos. En esta noche de Día de Muertos, la vida y la muerte al fin han venido a cenar juntas.

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György Ligeti: Atmósferas

El día permanece muerto, pero es ahora, en la recobrada lucidez de la mente despierta, que sabes nombrar el terror de piel fría que desprende su red partiendo hacia el olvido. El sueño nace sin límites. Impermeable al deseo del portador, se desliza entre las categorías sin nombre de la mente, cazando la presa que escondiste. Desde este tapiz de hilos sin fin, entes desfigurados toman la imagen de objetos solo relacionados por una metonimia ininteligible. El gradiente que imaginas entre el ensueño y la pesadilla es ilegítimo durante la noche. Tanto es así, que al sueño libre, para transformar la fascinación en angustia, le basta solo la muerte del ser amado, la violación de la estrella, el fuego, el pantano, el espejo o la maraña de seda que el enjambre de gusanos dejó a su paso cuando el terror te obligó a despertar. A lo lejos, un murmuro.

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Entre el destino negro y una vida en rosa: Édith Piaf

«Las noches de amor tienen que terminar
Una gran felicidad toma su lugar
Los problemas y penas se alejan
Felicidad, felicidad hasta morir»

Édith Piaf

Fue un once de octubre. En la memoria se quedaría impresa aquella tarde gris de vientos otoñales que arrastraban las hojas secas por el suelo. La abrumadora noticia corrió por la radio, por el periódico, de boca en boca. Las calles parisinas se volvieron caudalosos ríos de gente. El tráfico detenido. Todas las voces calladas. Hay quien afirma que desde los días de la Segunda Guerra Mundial ningún acontecimiento había paralizado de tal manera el corazón de Francia. Rumbo al cementerio de Père Lachaise, más de cuarenta mil personas peregrinaban alrededor de un pequeño féretro. El gorrión no cantaría más. La nota final de “La vie en rose” se apagaba en el susurro del aire entre las ramas desnudas. El dolor de toda una vida culminaba en la última escena de la tragedia. Édith Piaf había muerto.

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Un infinito sonoro: La búsqueda del sonido 13

«Lo que existe y no se puede contar y se siente aquí dentro, exige una palabra para decirlo. Esta palabra, en este caso, sería inmensidad. Es como una palabra húmeda de misterio. Con ella no se necesita contar ni las estrellas ni los granos de arena. Hemos cambiado el conocimiento por la emoción: que es también una manera de penetrar en la verdad de las cosas.»

Canek

La impetuosa inquietud por aprehender todo aquello que pareciera escaparse al entendimiento ha sido una de esas concepciones que por milenios han seducido la curiosidad del ser humano. La idea de un infinito que irremediablemente se mantiene como la incógnita insalvable. Desde el cuestionamiento acerca de una existencia más allá de la muerte hasta el irrefrenable impulso por alcanzar hasta el último ápice del conocimiento universal, por centurias el género humano ha puesto su existencia bajo las preceptivas de la idea de algo inmenso, inabarcable y, a fin de cuentas, inaccesible.
La música durante mucho tiempo se ha mantenido en esa misma categoría de fenómeno misterioso que pareciera presentársenos de una forma casi incomprensible debido a su capacidad de conexión tan sorprendentemente directa con la sensibilidad humana. Su carácter universal —partiendo de que la música se hace presente en toda sociedad humana— y cotidiano la han vuelto una de las formas de expresión más usadas en todo el mundo y, a la vez, una de las menos comprendidas.

La música, en tanto lenguaje, se presenta como un sistema capaz de manifestar una inacabable cantidad de mensajes que potencialmente pueden ser entendidos por cualquier persona, sin importar las barreras socioculturales que llegan a manifestarse en otros sistemas de comunicación como el habla. Sin embargo, esta premisa parte de que la mayor parte de la música que escuchamos cotidianamente está escrita en una sola lengua. Es decir, casi en su totalidad, la música occidental de los últimos cinco siglos ha sido compuesta en un sólo idioma. Y más aún; desde la música de Bach, Mozart y Beethoven hasta la música de The Beatles, Silvio Rodriguez y Justin Bieber, toda ella está construida a partir de los mismos 12 sonidos.

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Edgard Varèse: «Octandre»

Las ideas, desde su expresión en los individuos, cobran vida propia. Estas unidades de información se propagan entre personas como genes entre células. De esta manera, ideas tan viejas como la humanidad han sobrevivido civilizaciones enteras: dios, el tiempo, la belleza, el héroe, el inframundo. Conceptos que viven más allá de nosotros se propagan con nuestras voces y en nuestra obra. Así fue como una idea llegaría a posarse sobre las cejas de Varèse que lo movería a participar en la alteración permanentemente del paradigma musical.

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«¡Oh, patria mía, tan bella y perdida!»: Va, pensiero

Vieron morir a los otros, y también a los suyos. (…) Pero todos vieron la muerte, todos vieron cómo se usaban las armas, para qué se emplearon. (…) Nuestro repetido drama latinoamericano de no saber cuándo tomar la pluma, cuándo tomar las armas, para qué, para quién.

Carlos Fuentes

La cotidianidad mexicana vive tiempos espasmódicos y convulsos. El país yace sumido en una creciente ola de violencia y de tormentoso desequilibrio que parecía ser irrefrenable. Los periódicos, los noticieros, las redes sociales, las calles, cada pequeño espacio de la vida diaria se llena de imágenes angustiosas que parecieran anunciar las primeras señales de una hecatombe nacional.

La normalización y paulatina indiferencia que rodean aquellos hechos que debieran ser denostados se han vuelto el pan de cada día de una sociedad que —cómo hiere decirlo— parece haber terminado por acostumbrarse al dolor. Dolor de pérdida, dolor de angustia, dolor de miedo, dolor de una patria sufriendo como la madre que ve correr por el suelo la sangre derramada de sus hijos.

De esta forma nos hemos adecuado a vivir, ante la presencia fantasma de los desaparecidos, bajo los cuerpos inertes que fueron arrojados en un rincón de la memoria, con marcas invisibles esparcidas por el cuerpo, con golpes ignorados y gritos ahogados, aturdidos por una realidad que pareciera ser ajena a la nuestra, con un velo oscuro que nos ha hecho perder el rumbo y nos ha arrancado de cuajo la idea de un futuro mejor.

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El ruidoso mundo a través de un oído perfecto (I)

«El silencio es el ruido más fuerte, quizá el más fuerte de todos los ruidos».

Miles Davis

Vivir el día a día dentro del mundo actual implica una constante exposición a un sinnúmero de estímulos auditivos. El bullicio de la gente caminando por las calles, el ruido de máquinas, automóviles y camiones, la perpetua necesidad de llenar cualquier espacio con música, además del exceso de contenido audiovisual al que estamos acostumbrados gracias a los medios digitales, han hecho que los silencios dentro de nuestra cotidianidad hayan ido paulatinamente desapareciendo.

Esta consecuencia de la vida moderna, que en primera instancia podría parecer inofensiva, tiene una especial complejidad para un pequeño grupo de personas que poseen una habilidad un tanto fuera de lo común.

Imagine que cuando escucha un sonido, desde la voz de un amigo hasta el ruido de un motor arrancando, se aparece en su cabeza como una palabra escrita en el aire. Las vibraciones han dejado de ser una simple sensación en el oído, ahora cada sonido adopta una posición de significado dentro de su memoria. Todos los sonidos, el ladrar de un perro, el traqueteo del tren, las percusiones de un artista callejero, las alarmas de los carros, el estrépito de un taladro neumático: hasta el más pequeño ruido es una palabra que se dibuja en lo más profundo de su mente. Ahora cada sonido es inmediatamente identificado, almacenado y repetido una y otra vez dentro de su cabeza.

De esta forma es como se percibe el mundo a través de un oído absoluto.