Categoría: Letras

Un panorama de amplio espectro en torno al fenómeno de la palabra escrita

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“Quieto” y su lenguaje desnudo

Fotografía de Albert Cañas

Irrumpe a quemarropa: “arriba: sexo, sexo, sexo, acabamos afuera apenas empieza el día entre la lógica disposición de las calles, arriba”. El poeta penetra el silencio con una voz que dispara “un solo tiro en la cabeza”, mientras anuncia “sexo: anal para ella, anal para él, en tu boca, en mi boca, encima de los hombros”, e insiste: “todo viene de arriba”. No está ofreciendo simulacros.

El poemario se titula Quieto, como grita el policía al muchacho que huye entre la multitud; como escupe el ladrón antes de robar; como los padres al hijo; como el amo al perro; como nosotros al deseo que promete reventarnos por dentro; como la Ley al de abajo, porque todo viene de arriba. “Desde arriba del cuerpo comienza el dominio o la salida. / Ninguna mirada desde lo alto nos abarca / sin la observación de nuestra pequeñez (…)  Desde arriba del cuerpo, con paciencia, para entrar y salir”.

El poeta se llama Víctor Manuel Pinto, es venezolano y está a punto de cumplir 37 años. La voz poética viene a cantar desde una pulsión viril su filosofía del poder; enfática y persistente en el despliegue de una erótica a veces sucia, a veces guarra, a veces violenta, siempre urgente. Cuerpo y poder; temas que coinciden con la gran angustia foucaultiana, pero expuestos en el trajinar del albañil, del pasajero de autobús, del liceísta condenado al circuito de la pobreza urbana en América Latina, del marginado versus el marginado.

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De la contención al rugido: Eduardo Lizalde

Los versos de El tigre en la casa de Eduardo Lizalde son sumamente íntimos, no sólo para la voz lírica sino también para todo lector que se acerque a la obra. Bien afirma Mario Bojórquez en «La poesía del resentimiento», introducción al libro del poeta, que «cuando leemos un poema estamos leyendo la poesía universal y eso implica la experiencia vital del hombre sobre la tierra». A este propósito, la poesía de Lizalde abreva en la condición humana del dolor, del amor, de la desesperanza, de la frustración, de la asfixia: de todo aquello que conforma el ser existencial del individuo y de sus más profundos (re)sentimientos.

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El vacío - Aimeé Cervantes

Poemas de Monsif Ouadai || traducción de Mariela Cordero

Ilustración de Aimeé Cervantes

Monsif Ouadai Saleh es un poeta de la visión que pone al ser frente a su infinito, escribiendo una apología profunda de lo efímero destinada por la sentencia del exilio a la destitución, al desvanecimiento, a la contemplación marginal… La poesía de Monsif Ouadai Saleh busca una simbiosis vital entre la verdad y el desvanecimiento, de la cual fluiría un matiz absolutamente necesario. La verdad es que el rastro de lo efímero es un desvanecimiento; su poesía quiere que el desvanecimiento sea el rastro más revelador del ser, del absoluto mismo. Lo efímero es más fiel a la vida, a la belleza, a la revelación, a la restauración, que lo absoluto. Lo efímero es más fiel a la verdad que a la verdad, siendo la verdad un peso, lo efímero siendo el hombre que habita en las fronteras flotantes y que nunca deja de soñar con las promesas de lo infinito. La verdad traza, la poesía restaura y revela. Revela el rastro que nace del desvanecimiento justamente para que la verdad no se inmovilice en su propio peso. Su poesía quiere que lo efímero sea una huella radical e indeleble. Su poesía quiere que lo que debería haber pasado sin dejar rastro sea el rastro de todos los rastros.

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Herencias - Aimeé Cervantes

Mar de Tiempo sin arena || Poemas de Carlos Sánchez Emir

Ilustración de Aimeé Cervantes Flores

Poemas a Salvador Novo

I. Abuelos

Alguien llega a casa tan gris
del trabajo, en la cama se recuesta
y recorre, con los ojos bien cerrados,
los sitios de su infancia.

Se ilumina
el principio de una lágrima
y canta, en pensamientos, una canción
que ya todos olvidaron.

Parecía que de la infancia
ya no tenía nada; y sin embargo,
las sábanas amanecen húmedas
como en aquellos días
donde los peores monstruos
visitaron sus sueños.

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Transfinitas cosas - Aimeé Cervantes

«Transfinitas cosas»: A través de la poética de Hugo Labravo

Ilustración de Aimeé Cervantes Flores

El 21 de febrero de 2018, se celebró un coloquio en homenaje al escritor coahuilense Julio Torri.  Lugar: la sala Moreno de Alba en la FFyL. Ahí, más o menos a las seis de la tarde, la Dra.  María Elena Madrigal pronunció una afirmación estremecedora: «Torri no es minificcionista». A partir de ese momento muchos tomamos consciencia de la fragilidad de nombrar a un género, en especial a éste, no solo por ser tan breve y volátil, sino por la teoría circunfleja a él, que a veces se solidifica demasiado; en otras, se desmorona.

Foucault decía que aquello “no existe hasta que se nombra”, y con ello se refiere a que siempre han existido acciones semejantes, pero no toman su forma moderna hasta que son introducidos al lenguaje. Ejemplifico: “prácticas homosexuales han existido siempre, pero el homosexual nace hasta que es señalado y condenado”; algo así ocurre con los géneros y su denominación.

Un entimema sencillo, conciso y fuerte. Lo que llamamos minificción tiene poco tiempo de haber nacido, de habérsele otorgado forma y palabra. Arreola mismo se pronunciaba escéptico respecto a la denominación; no se digan las posturas de mis queridos maestros Lucila herrera, Gonzalo Celorio y Alberto Paredes. La minificción, o lo que sea que los grupos de poder que se adueñan del género han nombrado, tiene dos momentos importantes: uno, cuando nace una de las primeras antologías (Relatos vertiginosos de Lauro Zavala, que vio la luz a principio del nuevo milenio); otro, con el nacimiento de una primera teoría, la de Dolores Koch hacia el inicio de los ochenta. Escritores de brevedades contemporáneos buenos son pocos, y los pocos hay muy buenos. Entre ellos está Hugo Labravo.

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Pancho Villa en la pluma de Paco Ignacio Taibo II

Nada más leer “PANCHO VILLA” en mayúsculas sostenidas, se intuye el estruendo de caballos, alaridos, lluvia de balas y telones de polvo. A primera vista es un ladrillo. Debe pesar cerca de tres libras. No finjamos, los libros gordos intimidan, especialmente aquellos que prometen aplastarnos algo por dentro.

Paco Ignacio Taibo II reconstruyó en clave de biografía la vida del hombre que luego de ser “prófugo de la justicia, bandolero, ladrón, asaltante de caminos y cuatrero” por los lares de Durango y Chihuahua, decidió, de un día para otro, dedicar cuerpo, alma y razón a la lucha social. En 2006, casi un siglo después de los primeros sucesos de la Revolución mexicana, la editorial Planeta publicó las ochocientas ochenta y cuatro páginas que resultaron de cuatro años de intensa investigación.

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Aforismos literarios

Con estos pequeños fragmentos literarios, aforísticos quizá, tengo una finalidad: evidenciar la capacidad que tiene el lenguaje para mostrar una idea en particular. Si el lector infiere una capacidad estética y reflexiva al leerlos, entonces han logrado su cometido. El lenguaje humano es preciosísimo cuando plasmado con palabras e impulsado por la reflexión influencian a ciertas capacidades individuales hasta posibilitar un despertar consciente. En la búsqueda por comprender la realidad uno jamás se esfuerza siquiera en obtener de ella un carácter verídico. Pasemos, pues, amado lector, a leer estos breves ensayos con temas dispares en los que conseguirá percibir desde alegría, aceptación, afirmación, indiferencia e inclusive podrá estar en desacuerdo a tal grado que si logra escribir alguna refutación sobre ellos sería una forma de obrar bienaventurada en la que yo como autor le agradecería infinitamente. 

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Pequeños dioses - Aimeé Cervantes

Inventar la noche || Poesía de Ariatna Gámez

Ilustración de Aimeé Cervantes Flores

Tautología

¿Qué quedará de mí en esta tierra vacía,
refugio de almas –nido de víboras–
en el purgatorio que se esconde en mi reflejo?

Quedará solamente pavesa:
los dedos que se funden en esta carne,
en estas pieles que transmutan: cuerpos ambivalentes;

solamente el envoltorio de esta flor marchita:
los despojos de lo que un día fui
y los colmillos.

He de permanecer
en las aguas de una serpiente que se autofagia;
de quedar insomne
entre los venenos de esta vida,
las voces fantasmas,
los gritos que no dejarán de lacerarme.