Categoría: Opinión

Artículos de opinión acerca de cualquier tema. Las opiniones emitidas por los autores (en esta y las otras secciones) son responsabilidad de ellos y no de la revista como tal.

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La rosa alquímica (I) || Carlos Maximiliano Cid del Prado

La rosa es la síntesis de lo eterno y lo perecedero. Decir rosa es un axioma de belleza, fragancia y color. Empero, el lenguaje no son las cosas: la palabra es una metáfora de la realidad. Bástenos recordar la segunda escena del segundo acto de Romeo y Julieta, cuando la heredera de los Capuleto recuerda la nimiedad de los objetos y sus apelativos: «That which we call a rose / By any other word would smell as sweet.» La rosa no dejará de ser rosa aunque se llamase de otro modo ya que su aroma no depende de su nombre. La belleza vive despreocupada en el mundo de lo incognoscible: no necesita ser nombrada para ser hermosa. Nunca habrá un de-por-sí-para-sí tan increíblemente bello: «La rosa no tiene por qué, florece porque florece, no se presta atención a sí misma, no pregunta si la ven.»

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Mujeres que saben latín… y francés, y náhuatl y LSM

En agradecimiento al amigo leal, presente incluso en tiempos difíciles

Para Mariela Vanessa, a quien espero para compartir las letras

En una entrevista con La Jornada, Norma Blázquez Graf, investigadora de la UNAM, afirma que las «brujas», que la cultura pop consagró después como mujeres ancianas, decrépitas, horribles y con ganas de absorber la juventud de otros y otras, fueron un invento de la Edad Media y que realmente «eran parteras, alquimistas, perfumistas, nodrizas o cocineras que tenían conocimiento en campos como la anatomía, la botánica, la sexualidad, el amor o la reproducción, y que prestaban un importante servicio a la comunidad. Conocían mucho de plantas, animales y minerales, y creaban recetas para curar, lo cual fue interpretado por los grupos dominantes del medievo como un poder del Diablo.»

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El dolor callado

Para Lesvy, a quien no olvidamos
Para Ti, Hermana, nosotras te creemos
Para Alejandra, que fue valiente

El vientre de mi hermana
miraste como la fruta redonda
Entonces de norte a sur
con una línea certera
la abriste para arrancar su semilla
IRMA PINEDA, Guie’ ni zinebe La flor que se llevó

Una tras otras las noticias llegan. Los nombres cambian, las latitudes son diferentes. Las condiciones, las horas, las formas, pero al final, la misma historia de fondo: el destape de la fragilidad de los discursos de igualdad, la inoperancia y corrupción de las instituciones, la verdadera cara de la vida diaria de las mujeres. Una vida llena de inseguridad, desconfianza, miedo.

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Mujeres, ¡a la cocina! (V) – Las migajas

El reflejo difuso en el mosaico blanco. El incesante tintineo de las ollas, sartenes y cucharones. Cuchillos, sangre, frío. Las cocinas pueden llegar a ser tan atemorizantes como una morgue. ¿Qué muere en todas las cocinas? ¿Sólo las extrañas criaturas que nos narró Amparo Dávila? ¿O también un poco de nosotras mismas como contaba Rosario Castellanos?

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Lima: ¿La horrible?

Texto por Francisco Martínez Hoyos, desde España

Para el escritor Julio Ramón Ribeyro, Lima no constituía un objeto de contemplación estética. La cuestión no era si le gustaba o no la ciudad, sino que la vivía como algo tan próximo e íntimo que se veía incapaz de juzgarla con un mínimo de distancia, la necesaria para pronunciarse a favor o en contra a partir de criterios como los monumentos, el clima o la gente. La capital peruana, para él, podía compararse a sus pulmones o su páncreas. Simplemente la llevaba dentro. Como una pertenencia insustituible que estaba, lo mismo que París, más allá del gusto.

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Mujeres a la cocina (IV) ─ Mientras más la mires…

Después de terminadas las tareas diarias del hogar, de doblada la ropa, de cenado el marido, de dormidos los niños, ¿qué queda? La melancolía. El pensamiento triste que se mete por todas las esquinas como el polvo, y por más que se barre, y por más que se limpia, nunca se acaba. Siempre hay una perenne capa que termina sirviendo de protección a los muebles, a las puertas, al comedor y a una misma.

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Mujeres, ¡a la cocina! (III) – Entre deber y el querer ser

«Lección de cocina» es un cuento contenido en el libro Álbum de Familia (1971) de Rosario Castellanos. La autora chiapaneca es uno de los principales nombres que figuran al hablar de escritoras, escritoras mexicanas, escritoras que escribían de mujeres, escritoras feministas. La comiteca (cositía para los paisanos) se volvió un referente de todos los anteriores adjetivos.

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Mujeres, ¡a la cocina! (II) | Escribir el final

Para Mariana,

lo más bonito que dio Santa Úrsula Xitla

¿Cómo se comienza a escribir? ¿A causa del escozor en la cabeza o del nudo en la garganta que no se deshace, que permanece inamovible enredado con palabras? ¿Se empieza con la mente en blanco o llena de ideas? Para Inés Arredondo (1928-1989), el texto nace de un dolor que inunda, que se transforma en río, en corriente de palabras interminables e imparables; del incontrolable impulso de la escritura.

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Mujeres en la cocina (I) | Un regalo de cumpleaños

Pero, señora, ¿qué podemos saber las mujeres sino filosofías de cocina? Bien dijo Lupercio Leonardo, que bien se puede filosofar y aderezar la cena. Y yo suelo decir viendo estas cosillas: Si Aristóteles hubiera guisado, mucho más hubiera escrito.

Sor Juana Inés de la Cruz en su famosa Respuesta a Sor Filotea describe su relación con la cocina de la manera anterior: para ella, este espacio es generador de reflexión, de experimentación y le sirve como catalizador de sus penas. Por ello, he decidido dedicar un bloque de comentarios acerca de aquellos textos en los que las escritoras se apropian de un espacio al que eran relegadas por su condición de género y lo convierten en un terreno propio para la creación. En este primer número es el turno de la zacatecana Ámparo Dávila.

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La jaula de Adela Fernández

Las grandes figuras de la cultura son tan conocidas que todos terminan sabiendo poco o más bien nada de ellos. Conocí a Adela Fernández por fortuna y casualidad hace dos años y, desde entonces, me convencí de estudiar su literatura. Lo primero que supe, como casi todos, es que fue hija de la relación entre Emilio “El Indio” Fernández y una bailarina cubana que el actor conoció en un viaje. Dada la naturaleza de la casa paterna, Adela vivió rodeada de la farándula artística y cultural del México de mediados del siglo pasado: Dolores del Río, Diego Rivera, Frida Kahlo y todo su círculo llenaban la sala de El Indio y le daban a su hija un trato cercano a una relación de servidumbre.