Ilustración de Carlos Gaytán
Mi cuerpo es idea, abstracción y teoría hasta que se demuestre lo contrario. Mis placeres son praxis, fantasía y meta hasta que se muestren sus peligros.
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Ilustración de Carlos Gaytán
Mi cuerpo es idea, abstracción y teoría hasta que se demuestre lo contrario. Mis placeres son praxis, fantasía y meta hasta que se muestren sus peligros.
Fotografía principal de Cartelera de Teatro
En un mundo dominado por la farsa, extrañamos la farsa del teatro. Aquel lugar en donde alguien más porta la máscara de nuestras preocupaciones, y que nos hipnotiza con una interminable danza de luces, escenarios, gritos y susurros, para exponer el infinito espectro de las pasiones humanas. Ahí donde la imperfecta realidad se cruza con la fantasía, es donde nace la magia del arte escénico.
Los cuerpos, no sólo los humanos, permiten nuestra existencia y convivencia en los distintos mundos que habitamos. Nos permiten compartir la tierra y los espacios; sentir el calor del sol y el frío de las mañanas. Nuestros cuerpos escalan montañas y atraviesan océanos. La física dice que dos cuerpos no pueden ocupar el mismo espacio al mismo tiempo, ¿acaso el arte ha retado este principio?
Fotograma de Veinte pesos, tomado del sitio de Facebook del proyecto
El bombardeo digital está en ebullición, especialmente durante esta cuarentena. Mi sección de noticias de Facebook se ha atascado de publicidad y eventos próximos: desde cursos de Excel hasta conciertos en línea. Como siempre, hago scroll acostumbrado a pasar por alto todas las ofertas. Pero, sin pensarlo dos veces, me detengo en un evento que llama mi atención por nada en particular. Se trata del estreno vía YouTube de un cortometraje titulado Veinte pesos, escrito y dirigido por Silvia Tort. Resulta que cuatro amigos míos también dieron clic al botón “Me interesa” del evento, así que anoto el estreno en mi calendario y espero pacientemente.
Como la mayoría de las mujeres que militan en el feminismo, no me levanté un día y dije: “El feminismo radical es lo mío”. Llegué a él después de leer, conocer a otras mujeres, investigar, saber que hay diferentes tipos de feminismos y crecer dentro del movimiento. Me enteré de que lo de “radical” no era por “extremista”, sino porque reconocía que la “raíz” de la opresión de las mujeres comienza con el género y los estereotipos ligados y, por lo tanto, su objetivo es guiar la lucha hacia su abolición. Coincidía con su pugna por la abolición del trabajo sexual y muchos otros de sus postulados. “Sí, éste es el mío”, me dije. Como mujer que se considera de izquierda, sus críticas al empoderamiento y al capitalismo me hacían sentir que finalmente había encontrado la postura política con la que me identificaba.
Ilustración de Carlos Gaytán
No es preciso apelar a la ficción científica para concebir un mecanismo de control capaz de proporcionar a cada instante la posición de un elemento en un medio abierto, ya sea un animal dentro de una reserva o un hombre en una empresa (collarín electrónico).
Gillez Deleuze
Zoom supone una transgresión al espacio privado. Las videollamadas existen para simular la presencia digital de otra persona. Un holograma 3D que irrumpe en la habitación, el home office o cualquier espacio en el hogar que cuente con silencio suficiente. Ayúdame, Obi-Wan Kenobi, eres mi única esperanza. Pronto cualquier espacio será corruptible y el trabajo nos obligará a hacerlo en cualquier lugar y momento. De repente todas nuestras horas deben ser productivas. No hay espacio para el descanso. Por suerte Zoom tiene la opción de silenciar el micrófono y de apagar la cámara. Voy por una taza de café instantáneo. Rodolfo, ¿estás ahí?
Cuando estuve en la FIL de Minería, vi un título en inglés que hacía referencia al espacio, en el stand de una editorial mexicana dedicada a la publicación de autores mexicanos o traducciones cuya línea editorial no tiende hacia la ciencia ficción, así que me detuve a leer con atención el nombre. Mayor fue mi sorpresa cuando leí la nota que acompañaba la portada que indicaba que la novela narraba la forma en que niños y niñas vivieron la crudeza de la dictadura chilena.
Ilustración de Carlos Gaytán
Imaginen comenzar a leer un libro y sentirse cómodx en sus letras. Que el ir y venir de los párrafos funcione igual que las mareas y su poder relajante. Encontrar, de algún modo, un hogar en un texto. Ahora, imaginen que ese hogar se ve asediado por un peluche vivo, por un nahual, por un asesinato, por un ente indefinido, por un cuerpo sin extremidades y por un insecto extrañamente familiar. Ese hogar empastado se convierte a cada línea en un lugar tormentoso que causa más repulsión que cercanía. Eso es Pasos en la casa vacía (2019), de Eduardo Cerdán.
La pandemia que ha paralizado al mundo los últimos meses también ha puesto en jaque a la industria audiovisual. La producción de películas y series a nivel internacional se detuvo con el objetivo de proteger a todo el personal involucrado en una filmación. Asimismo, el cierre de los cines alrededor del mundo es un obstáculo para el éxito de las cintas que llegarían a la pantalla grande.
El encierro por la pandemia que vivimos podrá ser monótono por la condición de estar en un solo lugar, sea éste grande, pequeño o mediano. Sin embargo, el viaje emocional ha sido toda una montaña rusa. En cualquier momento puedes brincar de la tranquilidad de un baño relajante a la frustración porque podrías perder tu trabajo. ¡Parkour! Podrías estar disfrutando de alguna película y al terminar leer en Twitter que, por decreto presidencial, se extinguirán todos los fideicomisos que no cuenten con estructura orgánica.