Las grandes figuras de la cultura son tan conocidas que todos terminan sabiendo poco o más bien nada de ellos. Conocí a Adela Fernández por fortuna y casualidad hace dos años y, desde entonces, me convencí de estudiar su literatura. Lo primero que supe, como casi todos, es que fue hija de la relación entre Emilio “El Indio” Fernández y una bailarina cubana que el actor conoció en un viaje. Dada la naturaleza de la casa paterna, Adela vivió rodeada de la farándula artística y cultural del México de mediados del siglo pasado: Dolores del Río, Diego Rivera, Frida Kahlo y todo su círculo llenaban la sala de El Indio y le daban a su hija un trato cercano a una relación de servidumbre.
Categoría: Literatura
Reseñas y recomendaciones de libros, reflexiones alrededor de un autor y su obra, lanzamientos de libros.
Apuesta y aburrimiento
Alejandro Vázquez Ortíz Creo que soy parte de la última generación de la humanidad que conoció el aburrimiento. Que llegó a experimentar, en la adolescencia, grandes periodos de vacío y ocio desocupado. Crecí antes de […]
El grotesco juego del amor y la seducción
Primero que nada, quiero darles la bienvenida a esta sección, dedicada a algunos de los frutos cosechados a lo largo de los últimos dos siglos de la tradición de nuestras letras latinoamericanas. El primer escrito […]
Ay, Dios mío, ¿por qué no me has hecho nacer varón? – ‘La ciudad de las damas’ de Christine Pizan
Christine de Pizan fue una mujer italiana que vivió entre los siglos XIV y XV en Venecia. Se dedicó a la poesía, a la filosofía y a los «altos estudios» en la corte de Carlos V de Francia, en donde entró gracias a que su padre se incorporó como astrólogo real. La corte funcionó como su espacio para desarrollarse, pues utilizó la biblioteca y el archivo como fuente de información para formarse como humanista y escritora.
Autobiografía del desastre y otros poemas de Niño Feo
Autobiografía del desastre I Toda la aptitud para aprender sufriendo Y el andar a dos patas Tratar de respetar el tiempo Dar el tiempo Y toda mi animalidad bajo el yugo del cuerpo humano […]
La vida, acumulación de cicatrices
Por Nancy Hernández García Un dolor distinto cada día, el corazón del hombre náufrago en su propia sangre. Nadia Contreras Dolor, injusticia, angustia, palabras ancladas en nuestro vocabulario cotidiano. Pareciera […]
Poesía inédita y marginada de Miguel de Unamuno
El pasado mes de marzo las obras de Miguel de Unamuno pasaron a ser de dominio público, por lo que la Biblioteca Nacional de España pone a disposición, mediante su plataforma digital, todos los escritos […]
Algunas palabras en torno a la obsesión
Esta luz, este fuego que devora. Este llanto de sangre que decora Son guirnaldas de amor, cama de herido, Y aunque busco la cumbre de prudencia Llagas de amor. Federico García Lorca
|
El hombre es el hombre que hace, el hombre que piensa, el hombre que juega. También, me atrevo a decir, el hombre que poetiza. Poetizar significa nombrar una cosa, encontrar el sonido apropiado para algo. La invención del lenguaje es la acción poética por excelencia, y podemos entender el significado de algo remitiéndonos a su sonido.
OB-SE-SIÓN… la aterradora ob como una cloaca en torno a la cual da vueltas el pensamiento, seguida por la severa repetición de la s, como un zumbido insoportable del que el obsesivo no se puede liberar, rematado por la lápida del acento agudo, que clava para siempre al individuo en la palabra. OB-SE-SIÓN: obsesivo es aquel que se no se puede mover sino en círculos, aprisionado por el cinturón de la ob, incapaz de dar un paso más allá, si no es entre los muros de un inextricable laberinto, donde a cada vuelta se encuentra con la misma idea, la misma imagen, el mismo pensamiento.
6 (-1) ensayos de Xavier Villaurrutia
27 de marzo, seis días después de la entrada de la primavera. Las calles de la Ciudad de México cubiertas con un fino manto de flores de jacarandabb. Hace 114 años (1+1+4= otro 6) Xavier […]
Natalicio de Tennessee Williams: las trampas de la ensoñación
Para Lorena González.
Ahora comprendo el discurso de tu puesta en escena
Los mejores ejemplos de realismo en el arte son sospechosamente poéticos. Acaso porque ver la realidad con atención es aceptar que ésta es atroz, y que sólo puede ser soportada y justificada, en palabras de Nietzsche, como experiencia estética.
La experiencia estética, sin embargo, se vuelve difícil de mantener en medio del materialismo y la violencia. En medio del espantoso tedio de vivir. «Cuando la felicidad se la ha dado a alguien a pedazos, como a mí, se vuelve uno mezquino y malvado», dice Blanche Dubois, maestra de literatura que huye de su pueblo a casa de su hermana, perseguida por el escándalo, por acostarse con sus estudiantes. «Dios existe, a veces», declara entre los brazos de Mitch, que le devuelve la esperanza de amar… ¿y no es acaso esto lo que esperamos de la experiencia estética? ¿Volver a ver el rostro de Dios? ¿Asegurar un remanso de paz, de alegría, mantener viva la llama un instante? ¿Ese pedazo de felicidad hacerlo eterno por un segundo?