Categoría: Literatura

Reseñas y recomendaciones de libros, reflexiones alrededor de un autor y su obra, lanzamientos de libros.

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Muerto por jugarle al verga: hacia un modelo de análisis dramático

Podemos sintetizar la definición aristotélica de la tragedia como un género dramático en el que el protagonista pasa de la felicidad a la desdicha en un cambio de la fortuna, provocando los sentimientos de horror y conmiseración en los espectadores, pues la peripecia acontece no por maldad del protagonista sino por una falla en su carácter -como las que podemos reconocer en todos los seres humanos- ni se trata tampoco de una desgracia ocurrida a una persona eminentemente virtuosa (pues, en este caso, dice Aristóteles, no provocaría horror ni compasión sino un sentimiento de indignación y acaso un efecto de falsedad).

Propongo sintetizar todavía más esta definición aplicando a todo personaje sospechoso de ser un personaje trágico latumblr_static_94naxzie544k48so8oo4sc4kg fórmula facebookera «muerto por jugarle al verga», que consiste en presentar a un individuo cualquiera anunciando que va a hacer algo sorprendente que, por experiencia personal, sabemos que no puede terminar sino en la desgracia. Tradicionalmente, este meme consiste en una primera imagen donde el personaje aparece manifestando un demencial orgullo (la hybris señalada por Aristóteles), que en la parte inferior del meme se transforma en una tumba con el epitafio antes señalado.

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¡Dale intención al texto!

Pasamos por alto reflexionar sobre el significado de las palabras, especialmente en el ámbito académico y profesional: damos por sentado que las comprendemos. Un director de escena le pedirá al actor que «le de intenciones a sus parlamentos», y él entenderá, generalmente, que algunas partes las debe hacer triste, otras enojado, con variaciones de ritmo, tono, etc. Lo mismo sucede con la interpretación y el análisis de una obra… el lector tratará de entender el significado de una escena o de un monólogo, pero pasa por alto la intención.

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La literatura como amuleto

«Así pues los muchachos fantasmas cruzaron el valle y se despeñaron en el abismo.»

ROBERTO BOLAÑO

Tuve la fortuna de asistir al coloquio «Literatura y Modernidad en América Latina» realizado en la FFyL de la UNAM. Redescubrí títulos como La región más transparente de Carlos Fuentes o Rayuela de Julio Cortázar; además conocí teorías como la de Agnes Heller, algunos libros de Ricardo Piglia –por ejemplo, La ciudad ausente y Respiración artificial–, una obra magnífica de Rodolfo Usigli –El gesticulador–, entre otras gratas sorpresas.

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William Burroughs y otros chacas cool

Hace tiempo, mi amigo José Riwes, integrante de la banda The Dragulas, me contó una gran anécdota. Me contó que en sus años de universidad la película de Transpotting se estrenó, y más de uno de sus compañeros de facultad adoptó el personaje de los cuatro malandros del Reino Unido. Mi amigo José, de manera audaz,  preguntó: «¿Por qué celebrar a cuatro chacas malandros, si aquí abundan de esos?» a lo que sus compañeros respondieron: «Bueno, es que aquellos malandros escuchan a Underworld». La historia me causó mucha risa, se dejaba entrever  lo que en algún momento hemos definido como colonialismo musical, pero bueno, esa es harina de otro costal.

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Para cuando llegamos, ya estaba perdido

 

¿Qué es esta generación sino huérfana de todo tipo de virtudes? Cuando se trata de poder entender una juventud digital en este país podemos recurrir a todo tipo de información que, como color distintivo y desgastante a la vista, puede llegar a ser veloz pero no certera. ¿Por qué nadie nos dio la plática incómoda de la adolescencia para informarnos que tenemos en el ADN una canción de José Alfredo Jiménez? Somos huérfanos en el momento en que logramos dilucidar la ausencia de mentores que nos indiquen por qué ese bolero en la borrachera del fin de semana está en nuestra mente, aun cuando ni nuestros padres habían nacido en los años que se cantaba en vivo. Ahí, en ese lugar falta el gran gato de la cultura popular en México. Ahí, a esta generación,le falta un Carlos Monsiváis.

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Inmortalidad y memoria: una paradoja Borgiana

La búsqueda de la trascendencia es un propósito que ha sobrevivido desde la Edad Media. Las hazañas –en el mundo de la caballería– aseguraron, para algunos, el reconocimiento de la gente, además de la salvación del alma desde la perspectiva del cristianismo. De esta forma y unidos por ese objetivo, muchos escritores han intentado conquistar la inmortalidad en un universo interminable como lo es el de la literatura.

Sin embargo, el absurdo –o el claroscuro– de la trascendencia reside en la confrontación de la inmortalidad y la memoria. El recuerdo –como un episodio cotidiano en la vida humana, que además fundamenta el reconocimiento de uno mismo– está ligado completamente a la inmortalidad vista desde cualquier perspectiva. Ésta, por su parte, instituye la eterna condición del hombre en la inmediatez del tiempo; esto es, el transcurso de un presente sin fin.

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Miguel Guardia: el alegre pesimista. Entrevista a Paloma Guardia

La fotografía es propiedad de María Paloma Guardia Montoya, hija del poeta. Agradecemos su permiso para publicarla. Esta entrevista fue originalmente publicada en el número 6 de la revista Primera Página.

 

Miguel Guardia nació en la Ciudad de México el diecisiete de agosto de 1924; murió el veintidós de noviembre (el día de los músicos) de 1982. Yo era muy joven, tenía 21 años, cuando él murió. Su padre fue catalán, Manuel Guardia Fuste; su madre, mexicana. Se conocieron cuando mi abuela, Concepción Ríos, tenía catorce años. Tuvieron nueve hijos de los cuales murieron tres. Mi abuelo se rodeó por los intelectuales de su tiempo y se hizo dueño de una librería que estaba en la calle cinco de mayo que se llamó Compañía Librera Mexicana; pienso que de ahí le pudo llegar al niño (luego joven) Miguel Guardia la inquietud literaria.