De las ferias, la de Arreola es más hermosa: conferencia magistral de Sara Poot

Yo, señores, soy de Zapotlán el Grande. Un pueblo que de tan grande nos lo hicieron Ciudad Guzmán hace cien años. Pero nosotros seguimos siendo tan pueblo que todavía le decimos Zapotlán. Es un valle redondo de maíz, un circo de montañas sin más adorno que su buen temperamento, un cielo azul y una laguna que viene y se va como un delgado sueño.[1]

Y de aquel delgado sueño, en el que se sumió Juan José el 3 de diciembre de 2001, hemos pasado un viene y va del tiempo, soportando durante diecisiete años la ausencia del maestro. En este 2018, año convulso de efervescencia social, sin rumbo especifico en un tren donde sólo basta que lo tomemos para que tengamos sentido de la existencia (o al menos la noción de ella o algún rumbo), se conmemoran los 100 años del nacimiento de una de las cumbres de Zapotlán. Otra cúspide de Jalisco, ya como lo dijo Juan José, es José Clemente, “el de los pinceles violentos”.

En el marco del centenario del natalicio de Juan José Arreola, el Doctor Gonzalo Celorio ha emprendido la tarea de organizar los festejos del magno evento que se merece nuestro escritor de Zapotlán el Grande. Los preparativos comenzaron desde el año pasado, pero el Doctor decidió iniciar el homenaje desde donde más le gustaría a Juan José: desde las aulas. Este semestre ha dedicado su cátedra extraordinaria “Maestros del exilio español” a la lectura y análisis de la obra arreolana, apartando las últimas cuatro sesiones a conferencias que enriquezcan el capital cultura del semestre. Una  de las invitadas, la doctora en letras mexicanas nacida en Mérida, Sara Poot Herrera, presentó su último libro dedicado al jalisciense comparsa de Rulfo, Alatorre y Luis Martínez: De las ferias, la de Arreola es más hermosa (Secretaría de Cultura-Jalisco, 2013).

La feria, única novela de Arreola, es un texto experimental polifónico. Una de las aportaciones de los estudios realizados por la doctora Poot es el gran descubrimiento del manuscrito de la novela. Se comenzó a escribir el 27 de enero de 1954 y Juan José la concluyó el 6 de diciembre de 1992. El dedicarle casi una década al texto más largo que habría de publicar en vida revela la minuciosa estructura, tanto estilística como narrativa, de un texto rarísimo, pero trascendental que permearía dentro de los estudios literarios mexicanos. Revela el carácter artesanal con el que Arreola trabaja la lengua. Ya lo había confesado a Fernando del Paso en cien horas de entrevistas grabas, y a Emmanuel Carballo en su búsqueda de las voces vivas de letras en el ombligo de la luna.

La feria de Zapotlán es precisamente ello: no una feria, sino el pueblo mismo. ¿Y qué es un pueblo sino una fiesta constante? Sara Poot dice que “Arreola tiene alma irreductible de pueblerino”. La feria novela es una construcción fragmentaria. No precisamente en el sentido de Pedro Páramo, más bien: es la construcción polifónica, de memorias y olvidos, de un pueblo de Jalisco. “Si el pueblo de Rulfo es un pueblo muerto, el de Arreola es un pueblo vivísimo”: Poot.

El tiempo pasa. Las dos horas que dura la cátedra del maestro Celorio Blasco se fueron volando mientras la doctora Poot continuaba dando lectura a su conferencia, que será publicada en una antología dirigida precisamente por Gonzalo, para terminar con la conmemoración del centenario del alter ego del muchacho que trabaja en la imprenta, personaje en La feria. La doctora habla:

La feria, una crónica, es el homenaje de Juan José Arreola a Zapotlán; el pueblo de los orígenes.

También indica que es una “novela coral”, una construcción de voces vivas en el papel, con fuertes frases forjadas de los ecos de grandes escritores universales, no sólo de Marcel Schwob y Papini (eminentes profesores del estilo ideológico del Arreola), sino de todas lecturas, consumidas o no, que se adhieren al espacio y el tiempo mismos. El tiempo narrativo, continúa la doctora, es parte de una simultaneidad de sucesos. Una novela hermanada, tanto por estilo como en tiempo, sería Farabeuf de Elizondo. En La feria, los hechos acontecidos pueden ser a través de lapsos o en instantes simultáneos. No conocemos Zapotlán vivo, si no nos paseamos primero por el ficticio, nacido de los anales de la pluma que chorreo durante nueve años.

Debo señalar la maestría con la que Sara Poot construyó su Feria que, sin duda más por ser de Arreola, se vuelve más hermosa. El libro está constituido por 150 páginas. En la paginación de numeración impar encontramos el manuscrito original, con tachones y rasgaduras, vuelto un desorden creativo de formación, de origen textual. En las páginas pares encontramos las trascripciones mecanográficas de la doctora, en donde respeta los tachones, los ultrajes a la página, las palabras que Juan José borraba. Gonzalo Celorio comenta: “La prosa de Arreola es tan cuidada, tan minuciosamente escogida y formada, que si… Pongo un ejemplo: si quitáramos cualquier porción del Quijote, éste se seguiría entendiendo y degustando como siempre; por el contrario: si a Juanito “el recitador” de Zapotlán le quitamos una sola coma, un solo sustantivo o adjetivo, la prosa se nos cae”.

Sara Poot se despide. Los aplausos dentro del salón 008 de la FFyL ahogan en aire solemne con el que se escuchó la conferencia de la doctora. Concluye diciendo la última frase, arreolana completamente: Juan José es el hacedor de las realidades hechas memoria.

2 de abril, 2018

Santiago R. Salinas.

[1] Fernando del Paso, De memoria y olvido: vida de Juan José Arreola. FCE. Ciudad de México, México. (2003)

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