Categoría: Literatura

Reseñas y recomendaciones de libros, reflexiones alrededor de un autor y su obra, lanzamientos de libros.

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Enigmas de la noche fría (IV) || Nocturlabio Ediciones

La indeterminación de la realidad: “El caso Morcillo” de Héctor Fernando Vizcarra

Recuerdo cuando leí por primera vez la novela 1984 de George Orwell. Estaba en la preparatoria y me pareció fascinante, así como aterradora, la sola idea de poder manipular y construir el pasado. Estaba en el segundo año del bachillerato, apenas conociendo de la vida, y aquello me resultó una idea ficcional y siniestra. ¡Qué lejos de la realidad aún estaba!

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Soñar - Aimeé Cervantes

Muros, Mc Donald’s y Mönchengladbach || Poesía de Tomás Sánchez Hidalgo

Ilustración de Aimeé Cervantes Flores

El muro

Hemos aprendido a protegernos un poquito del frío, sí, pero demasiados de mis sueños en estos días son todogrises. Creemos en Dios, según como vaya el mes. Fase REM. Lo que a continuación se cuenta llega a mi rápido movimiento de ojos en un plano corto, en un technicolor vicioso. Drogadictos en un campo de concentración. Terminales. Estaban desnudos. Al tiempo, y en un palacio, una reunión de intelectuales. Y de ventrílocuos. Estaban, los referidos, aquéllos y éstos, igualmente desnudos. Una estación de trenes en Moravia. Locomotora: gimes rauda locura, demoledora: fiesta de los maniquíes. Oro, los dueños ya no existían. Kafka tenía razón: Praga no te deja salir. Si Europa fuera un tango*, o un parque temático sexual, te diría que setenta años no son nada, pero que se han disuelto para bien las fronteras. Al fondo, el Wrigley Field (y eso son un montón de chicles).

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Noctámbulo || Cuento de Mayret Montiel

—Hemos pasado una tarde agradable—, dijo, dedicándole una galante sonrisa. Desde su punto de vista, todo había sido casi perfecto; habían salido a comer a un pequeño restaurante gourmet, y cabe mencionar que las viandas fueron lo menos interesante de aquella experiencia. En verdad se había sentido el hombre más afortunado sobre la tierra cuando la vio tomar su cuchara con tal delicadeza que parecía que al acercarla a su boca no estuviese probando el bisque de langosta, sino dibujando aquella pequeña curva que, dulcemente, se pintaba granate sobre su rostro. Cada pequeño gesto de coquetería hacía que su corazón saltara de gozo, olvidando así toda pena.

Después fueron a una galería de arte cercana: ella repasó todos los cuadros, se daba tiempo para admirar cada trazo, cada colorido punto con una minuciosidad demencialmente cautivadora; a él le fascinaban los comentarios elocuentes que ella solía hacer. No sabía describir la sencillez con la que soltaba una a una las frases más ingeniosas, ni tampoco podía reprimir ese leve suspiro cuando la notaba tan ensimismada en sus pensamientos. Lo cierto es que su inteligencia era incluso más atractiva que el lunar que podía verse en su cuello cuando ella se acomodaba el pelo de manera discreta, y vaya que ese diminuto lunar era toda una obra de arte. Logró convencerla de ir a tomar una copa en su terraza. No fue difícil en realidad. Él leía las ansias que había en sus manos de encontrarse por fin con las suyas.

Mientras charlaban sobre la terrible inmensidad del universo, la botella de vino se quedó poco a poco vacía y, con ello, la intensidad de sus miradas aumentó hasta que, sintiéndose confiado, la tomó de la mano, se acercó lentamente a su rostro y la besó con dulzura. En ese húmedo recóndito, encontró al fin el remedio para todo aquello que ensombrecía su alma; deslizó hábilmente una mano por su espalda. Estaba seguro de que ella cedería al fin después de pretenderla, como si se tratase de una dama: sin besos ni caricias, sin insinuaciones de ningún tipo. La había conseguido de una vez por todas, o al menos eso creía hasta que ella apartó su rostro, dejándole en la boca una especie de silbido sordo.

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Enigmas de la noche fría (III) || Nocturlabio Ediciones

La luna, cómplice de la nevada

En los primeros dos textos de la antología Enigmas de la noche fría, sobresale la nevada como antecesora del desastre. La nieve acompaña a la víctima como manto blanco que cubrirá su cuerpo herido o como la precursora de dolencias inimaginables. No es el caso del cuento de Amanda Teresa Espinosa Galaz, pues la nieve será un factor tranquilizador en medio de la persecución. Un detalle interesante más: encontraremos a la ciudad y su cotidianeidad como protagonista, desenvolviéndose en los pliegues de sus calles y zonas conocidas y emblemáticas, adentrándonos en una metrópoli ficticia disfrazada de verdad. Un libro que suelto como recomendación para aquellos que deseen retratar a la ciudad de sus sueños como persona es el de Vicente Quirarte. Elogio de la calle. Biografía literaria de la Ciudad de México, es un texto genial para comprender el portento literario al que se inscribe Espinosa Galaz con su texto “Ártemis”.

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¡Esto ya no es poesía!: los poemas sonoros de Brion Gysin

«Esto ya no es poesía»

Después de la Primera Guerra Mundial y de las vanguardias, la poesía ha tomado caminos tan diversos como poco convencionales. Sin embargo, a pesar de un siglo de experimentación y diversificación, mucha gente aún considera como poesía únicamente a aquella que se encuentra en los libros, impresa en una página. Incluso hay quienes llegan a los extremos de declarar que de no ser un verso medido, no se le puede considerar como tal.

No han sido pocos quienes han reflexionado sobre esta distancia de formas entre La Poesía y los nuevos caminos que los poetas del siglo XX (y, por extensión, los del XXI) recorren. José Emilio Pacheco, por ejemplo, escribe en este poema su reconocimiento al verso libre como materia de los mejores textos de su tiempo, a pesar de aceptar el desconcierto que éste puede causar en los lectores.

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Mi amigo || Cuento por Guadalupe Villagrán

Hoy cumplo dos meses encerrado en esta prisión por haber matado a quien fue mi gran amigo.

Aún al día de hoy la gente sigue sin entender por qué lo hice si lo quería tanto y menos entienden cuando les digo que aún lo quiero, fue mi único y gran amigo, pero decirles los motivos que me llevaron a hacer lo que hice no es algo que le contaría a nadie por respeto a su memoria; sin embargo, tengo que desahogarme aunque sea por escrito. Al terminar quemaré este documento y continuaré con mi sentencia en silencio, como hasta hoy.

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Enigmas de la noche fría (II) || Nocturlabio Ediciones

«Carátulas” de Mariana Figueroa: el regreso del suspenso a los teatros mexicanos

Una noticia terrible. Un asesinato en escena: un cuerpo colgando tras las bambalinas de uno de los teatros más importantes de la Ciudad de México. La nota roja bebe de este lago de necrosis social. Podemos ver, por primera vez, que la noche previa a la nevada y la de ésta también fueron las de los crímenes. Mariana Figueroa nos da la pieza clave para descubrir, con asombro y horror, que Enigmas de la noche fría es la nota roja literaria: deténgase, lector. Estamos en la Ciudad de México nevada y violenta, y no sabemos cuál de las dos (la literaria o el espacio físico donde leemos la antología) es más siniestra.

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Panteón de Zaachila|| Poema por Alfredo Lozano

Cuando muera

quiero que me entierren en el panteón de Zaachila,

arrejuntaditos, arrejuntaditos,

no vayamos a morir de frío.

Cuando muera

quiero que me entierren en el panteón de Zaachila,

para que me traigan tríos huastecos al amanecer,

me vistan de la cempasúchil de melena morada,

me canten mil veces canciones de soles difuntos.

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La poesía frente al shock: Ayotzinapa y Tlatelolco

El poeta y la poesía frente al choque, ¿cómo articulan la memoria ante a la catástrofe, ante la desaparición?

Al pensar en una nueva entrada para «Advertencia al lector», me pareció imposible no abordar las conmemoraciones luctuosas recientes: la del 26 de septiembre, cuarto aniversario de la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, y la del 2 de octubre, la matanza de estudiantes en Tlatelolco.

Ambos acontecimientos, perpetrados por el Estado mexicano, nos inducen a un shock al darnos cuenta de la violencia y de las omisiones que las autoridades del país pueden llegar cometer contra sus propios habitantes.

Pero el poeta y la poesía, ¿cómo se posicionan al respecto?

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La mano - Aimeé Cervantes

Confesiones de mi oscuridad || Cuento por Tania Rocha

Ilustración de Aimeé Cervantes Flores

Por las mañanas, al despertar, cuando mi mente está despejada como un cielo sin nubes, imagino cómo habría sido mi vida de haber crecido en una ciudad. Otras veces cambio a mi familia y algún otro factor de nuestro entorno, como nuestra situación económica, por ejemplo. Las variables se alternan creando resultados posibles en una espiral infinita e invisible.

A veces soy consciente de lo improductiva que resulta tal actividad, no sólo porque no puedo regresar el tiempo e imponer mis variables, sino porque tengo la certeza de que no cambiaría mucho de mí o de alguien. Pienso quizá que hay algo ya dado en nuestra esencia, algo que forma tu visión de la vida, más allá de la bondad y la maldad: es el énfasis, luminoso o sombrío, brindado a los sucesos. He visto hombres que llevan una vida tranquila y agradable pero con una mirada apagada, además de mendigos con una mirada brillante, con hambre de pan y ansias de vida.