Enigmas de la noche fría (II) || Nocturlabio Ediciones

«Carátulas” de Mariana Figueroa: el regreso del suspenso a los teatros mexicanos

Una noticia terrible. Un asesinato en escena: un cuerpo colgando tras las bambalinas de uno de los teatros más importantes de la Ciudad de México. La nota roja bebe de este lago de necrosis social. Podemos ver, por primera vez, que la noche previa a la nevada y la de ésta también fueron las de los crímenes. Mariana Figueroa nos da la pieza clave para descubrir, con asombro y horror, que Enigmas de la noche fría es la nota roja literaria: deténgase, lector. Estamos en la Ciudad de México nevada y violenta, y no sabemos cuál de las dos (la literaria o el espacio físico donde leemos la antología) es más siniestra.

Mi experiencia lectora es brutal. Después de haber dejado pasar unas horas de la primera lectura del primer cuento, ya relajado y sin la tinta roja en la mano con la que hago anotaciones, me sumerjo en el cuento de Mariana. Me llama la atención el nombre: “Carátulas”. Me recuerda a todas aquellas que tuve que realizar en la primaria y la secundaria (de miedo, por cierto). Recuerdo las carátulas del teatro, descubro que el título va por ahí: el espacio diegético es la escena teatral, dentro y fuera de la dramaturgia.

La construcción de los personajes motiva duda. Como lector no puedes confiar en ninguno, ni en la actante que ha perdido la vida tras el escenario. Todo crimen es la cúspide de una historia violenta de traiciones, depredaciones y mentiras. Figueroa lo consigue. La duda es el principal motor de su trama. Se juega con la sospecha y el suspenso. Éste es un cuento que asocio con la ruleta rusa y no sabes dónde o en quién caerá el próximo disparo, si los hubiera.

Tenemos una voz narradora homodiegética. Lara, la actriz, también es la principal sospechosa. Conforme avanzamos con la lectura nos surgen dudas y nuestra mente se vuelve de detective. Intentamos amarrar, hacer conjeturas, pero la estructura del cuento no permite avanzar más allá del mismo ritmo narrativo. Esto permite que el final sea sorpresivo y sonoro, con la fuerza suficiente para hacernos regresar y encontrar dónde nos perdimos o qué cabo nos faltó atar.

Todo arte será una práctica de claroscuros con luchas de egos internas y fratricidas. Eso queda en evidencia en el texto de Mariana Figueroa. Con una sensibilidad envidiable, consigue cambiar la idea de arte como sanación, a la imagen de la desconfianza, la corrupción y la envidia que se suele ignorar a menos que seas partícipe del medio.

El cuento cierra como empezó: con la nota roja. Me atrevo a pensar que en este texto en particular, el periódico, la prensa escrita, será participante activo. Gracias a este recurso meta textual podemos obtener detalles del espectador morboso que no se sacia fácilmente. Algo muy característico del ánimo mexicano.

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Santiago R. Salinas. Nació en la ciudad de México en 1997. Estudia literatura en la FFyL de la UNAM. ha participado en congresos internacionales sobre minificción con temas de Arreola y Julio Torri. Ha trabajado como estratega político y activista de los derechos LGBTI e diferentes campañas políticas. Actualmente, es community manager de la Revista Primera Página.