Desde febrero del 2016 mi ciudad cambió de repente. Ella dejó de llamarse Distrito Federal para llamarse ahora Ciudad de México o CDMX, para los cuates. A pesar de que su transformación resonó entre algunas letras impresas y fue tema de discusión, realmente no fue algo tan grave; su noticia pasó de largo tanto entre los dedos como por los ojos y oídos de propios y ajenos sin ninguna relevancia, a nadie parecía molestarle, pero para mí sí porque dejaba una extraña sensación. No obstante, no fue algo tan malo porque ella ya estaba acostumbrada a que la llamaran por su segundo nombre desde hace unos cientos de años, quinientos aproximadamente; pensar en ello generó dentro de mí una serie de dudas: ¿qué se habrá ido junto con su viejo nombre?, ¿acaso seguirá siendo la ciudad que alguna vez conocí?, pero más importante: ¿podríamos seguir amándonos?
Categoría: Crónica
Crónicas citadinas, crónicas de eventos culturales (en el sentido más amplio de la palabra).
Para cuando llegamos, ya estaba perdido
¿Qué es esta generación sino huérfana de todo tipo de virtudes? Cuando se trata de poder entender una juventud digital en este país podemos recurrir a todo tipo de información que, como color distintivo y desgastante a la vista, puede llegar a ser veloz pero no certera. ¿Por qué nadie nos dio la plática incómoda de la adolescencia para informarnos que tenemos en el ADN una canción de José Alfredo Jiménez? Somos huérfanos en el momento en que logramos dilucidar la ausencia de mentores que nos indiquen por qué ese bolero en la borrachera del fin de semana está en nuestra mente, aun cuando ni nuestros padres habían nacido en los años que se cantaba en vivo. Ahí, en ese lugar falta el gran gato de la cultura popular en México. Ahí, a esta generación,le falta un Carlos Monsiváis.
Macabro Nocturno: De las princesas silenciadas
Del auge en el género documental y una creciente aceptación de un público mucho más abierto a presenciar contenido de no ficción, se asoma de nuevo directo del Centro de Capacitación Cinematográfica una pieza del documental de investigación con tintes casi periodísticos: El silencio de la princesa, un filme de Manuel Cañibe que se vio terminada y primeramente reproducida en 2014.
Paralelo a una opinión crítica del contenido audiovisual, conviene revivir la experiencia de lo que sucede en las esporádicas funciones del Macabro Nocturno, una sesión de películas presentadas los días sábado a las 8pm en «La casa del cine» como parte de los eventos organizados por Macabro: Festival internacional de cine de horror.
Nuevo proletariado y felicidad
El capitalismo ha creado tanta precarización que tener un salario constante y un empleo parecen la prerrogativa de una minoría. Sin embargo, bajo qué condiciones existe el empleo y bajo qué referencias se percibe ese salario constante indican la clase social al que el trabajador se inscribe. En México, por ejemplo, se piensa al grueso de la población como parte de la clase media porque ha accedido a créditos sociales o privados con el fin de obtener vivienda, automóvil, electrónicos, etc. Camilo Ruiz, al contrario de Roger Bartra, opina que dicha clase media es un fantasma porque los criterios para definir a dicha clase eran los mismos que definían el proletariado hace cuarenta años. Entonces, el nuevo proletariado es aquella clase obrera que tiene crédito, por consecuencia, deuda.
Diego Rivera: héroe colectivo.
Al calor de una tarde dominical, bochornosa y húmeda, frente al constante campo de batalla de un grupo de hombres viejos, con las boinas recargadas en la oreja, dando sus mejores jugadas, parloteando entre queda y sonoramente los nombres de las grandes estrellas del tan amado ejercicio mental que llaman ajedrez, se deja ver el pequeño ―y nunca menor― Museo Mural Diego Rivera, casa del famosísimo Sueño de una tarde dominical.