Del auge en el género documental y una creciente aceptación de un público mucho más abierto a presenciar contenido de no ficción, se asoma de nuevo directo del Centro de Capacitación Cinematográfica una pieza del documental de investigación con tintes casi periodísticos: El silencio de la princesa, un filme de Manuel Cañibe que se vio terminada y primeramente reproducida en 2014.
Paralelo a una opinión crítica del contenido audiovisual, conviene revivir la experiencia de lo que sucede en las esporádicas funciones del Macabro Nocturno, una sesión de películas presentadas los días sábado a las 8pm en «La casa del cine» como parte de los eventos organizados por Macabro: Festival internacional de cine de horror.
De los eventos presentados en “La casa del cine” viene una cartelera que extrae los highlights del cine de autor (mexicano y del mundo). Su ubicación en el Centro Histórico le permite tener la atención de varios tipos de público (al menos en teoría) aunque la realidad al entrar será encontrarnos con un público “de casa”, aquél sector de la juventud citadina (de entre 18 y 30 años) cuyos rostros ya te sabes porque somos los mismos que brincamos de la cineteca al IFAL y de ahí hasta el Tonalá.
Ya muy de fuera vienen “los niños perdidos” o las personas que llegaron a determinada función por azares del destino. Probablemente el nombre y procedencia del director les sea bastante inclusive, pero su presencia ya trae consigo una intención primera de expandir sus posibilidades al momento de elegir una opción recreativa (lo cual de entrada, se agradece).
El silencio de la princesa es un material audiovisual que ofrece un testimonio de memoria histórica dónde por medio del reconocimiento de una presencia efímera como lo fue Diana Mariscal, se convierte en un pretexto para dialogar en colectivo sobre temas universales: La locura, la fama, el abandono y el despojo. De entre los añejos rostros conocidos viene también el llamado al recuerdo generacional; vestigios de época a partir de la imagen reciclada. Del misterio nace el mito, la cercanía con Diana no es necesaria, es omnipresente y magnánima, su presencia es sugerida.
Por lo esporádico de las reproducciones que ha tenido El silencio de la princesa en todo el país, Manuel Cañibe sorprende a las autoridades del festival y de “La casa del cine” con su presencia haciendo ante todo énfasis en su querer darle una vida más amplia a la aclamada película.
Recordando la experiencia de un exitoso festival Ambulante reiteramos el valor del cine documental al ser no sólo una asociación a la realidad (como es el caso de la ficción) sino una lineal vinculación con la sociedad, su tiempo y su historia. Bajo una narrativa que inmiscuya al espectador lo suficiente para que este se sienta participativo y miembro del relato, tenemos en nuestras manos material fílmico lo suficientemente social para tener una vida más larga que la ficción en lo que concierne a su reproducción en salas y/o espacios alternos.
De entre los “niños perdidos” sale un comentario con un toque de inocente impertinencia “Yo no sé qué estoy haciendo aquí, pero me alegra haberlo hecho, porque entonces recordé…” y comienza una anécdota.
Entonces hemos llegado a capturar la atención de un espectador que no suele acudir a las salas alternativas surgidas en los últimos 10 años las cuales, por cierto, tienen su difusión y promoción casi esencialmente en redes sociales. Con esta limitación que nativamente escoge al tipo de espectadores que espera.
Aquél niño perdido de aproximados 60 años conectó con el filme al nivel de querer compartir con el realizador.
Se ha hablado hasta el cansancio como una negligente distribución impide que se explote la capacidad de que una película tiene para convertirse en un estímulo económico para realizadores, pero también nos compete saber que este fenómeno mantiene alejados y escogidos a los espectadores del cine nacional.
So pretexto de un conocimiento previo a partir de los estudios de masas, se condiciona a un grupo de personas a reaccionar únicamente a cierto tipo de contenidos.
La idea es que los niños perdidos no lo sean más, que se encuentren activos y participativos para poder crear una vinculación social donde también realizadores y documentalistas se encuentren viendo vivir sus materiales más allá de las rutas de festivales o reproducciones silenciosas de las cuales solo algunos logramos enterarnos. No más princesas silenciadas.
Macabro Nocturno, se encontrará sucediendo los sábados a las 8pm en La casa del cine República de Uruguay 52, Centro, Ciudad de México, a partir del mes de noviembre.