Categoría: Creación literaria

Creación literaria. Narrativa, poesía, minificción y otros híbridos.

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El fin de las crisálidas || Cuento de Edgar Loredo

¡Maldito creador! ¿Por qué me hiciste vivir? ¿Por qué no perdí en aquel momento

la llama de la existencia que tan imprudentemente encendiste?

SHELLEY

Decide ir al sótano y concluir el proceso. Después de semanas de planeación, sabe que debe mantener la cordura, pues una acción precipitada arruinaría todo.

Recuerda cómo, en distintos lugares de la ciudad, colocó trampas y tras esperar noches enteras, por fin consiguió capturar a sus «orugas», mismas que han de transformarse ahora en algo hermoso. Asimismo recuerda cómo en sigilo las trasladó a su casa y adecuó el sitio para que disfrutasen de una estancia apacible. Es consciente de poder truncar su objetivo en esta última etapa, por ello, se concentra al máximo. Desciende apoyándose en el barandal; la luz mortecina, verdosa, surge del improvisado invernadero y parece cautivarlo. Dos hileras de focos aumentan la temperatura del lugar al encenderse. A pesar de ello, apaga los ventiladores y enciende la calefacción. Su propio sudor le incomoda y asquea.

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Muestra de poesía || Claudia Saraí Fernández López

Casandra responde

Padre, abrazo que entierra las garras,

hielo que abrasa.

Tú que criaste cuervos,

los ojos les sacaste.

Padre, me rompiste el cuello,

desangraste la gallina,

quemaste las alas,

mientras mi madre fregaba el piso.

Padre, la mirada incestuosa mi cuerpo arropaba.

Padre, no escuchaste la profecía,

me ataste la lengua.

Yo entendía el lenguaje de las aves.

Padre, aquí sigo.

Nunca fui como mi madre.

Mis ojos de serpiente te saludan.

San Salvador, 2018

***

Bienvenida

A Roque

Me rencontré con el dolor.

Entre el hedor de las calles

y el llanto de niños desconocidos.

Lo encontré como objeto olvidado,

bajo el polvo,

cubierto con máscara de soberbia.

Reconocí mi dolor porque era una foto de mi padre donde la soledad se le escurría por las cejas.

Reconocí el dolor en mis entrañas marchitas donde las lágrimas esperan mi último derrumbe.

Reconocí el alarido oculto en mis ojos, en mi barbilla.

Reconocí en su foto los mismos ojos, mis ojos.

Lo reconocí en estas palabras,

en la risa del verano, en las hormigas, en las chicharras.

Ahora lo sé,

lo único que me queda es el apellido.

San Salvador, 2018

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La entrega || Cuento por Tomás Emilio Sánchez Valdés

A Paula

Se acerca el enamorado a ella, la amante. Pone frente con frente y siente la humedad salina que desprende de la boca. La amante recibe el calor de su cuerpo en medio de la oscuridad. El cuerpo de él arde y late; su frente la quema como si estuviera enfermo. Las manos se deslizan entre el torso y el brazo de ella; y lento, como si dejara su mejor firma en un papel, el enamorado apoya sus labios en la abierta boca de la amante. Pasa los dedos tomando su sudor, se aparta y la mira llevándoselos a la boca.

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Tres poemas || Carlos Sánchez

Prefantasma por voluntad

A Oscar Hahn

Podrías dar nuevos nombres a las calles,
marcar con olvidados números
las fechas en que los tristes
dieron su primer beso, el único.
Pero te escondes en sabanas y toallas,
en las alcobas de bellísimas mujeres
con tobillos de íntima copa;
y de pronto, espías a la muerte
acariciando los senos de la vida.

Podrías murmurar con tus piernas
el sentido más antiguo del placer,
pero preferiste morir
antes de haber nacido.