Categoría: Dosier

Dosier trimestral de creación y crítica

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Erosión – Poema de Emmanuel Santana

Como una flor que se marchita
por el tiempo que la desgasta;
como un arpón que debilita
a una criatura con piel vasta;
como un árbol que la edad seca
con la vejez y su calor;
como arma con la que se peca
y no se usa más por pudor.
Alejado más cada día
de la amarga miel de la vida,
que antes tanto yo quería
y que ahora de mí se olvida
al arrugar mis firmes manos,
al decolorar mis cabellos,
al oxidar mis dientes sanos
que antes blancos lucían tan bellos.
Cada vez más cerca estoy
de hacer de mi cuerpo un baldío,
ése es mi futuro, allá voy,
mi destino nunca fue mío.
El reloj no da tregua, corro
por alcanzar un solo segundo
que me robó el astuto zorro
gordo y redondo como el mundo;
nada obtengo, ni una migaja
queda de la persecución
a la más valiosa alhaja
y me hundo en la consternación.
Por cualquier cosa envejezco:
si como, si duermo, si vivo,
si río más viejo parezco
y con ninguna acción revivo.
Por más que del inevitable
tiempo huya, él viene a recordarme
con su muda voz nada afable
que está más cerca de abrasarme.

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Campeón viejo – Cuento de Ismael Mendoza

Recuerdo bien al viejo. Sentado en su rincón, inmóvil, ausente. Estatua de cobre que respira. Nudillos hinchados, cicatrices abultadas y un ojo ciego. Reposaba entonces en su banquillo como tanto tiempo atrás, esperando el siguiente campanazo, con el cuerpo inclinado hacia adelante, como ansiando salir para poder saber si aún quedaba algo de lucha en sus cansadas piernas. Gruñía, refunfuñaba y se quejaba. Sobaba sus costillas maltrechas intentando sacarles un golpe que hace mucho dejó de estar ahí. Luego apretaba sus nudillos doloridos e hinchados, pasaba la mirada por las cicatrices de sus manos mientras hacía recuento de qué fractura llegó en qué pelea y cerraba sus puños con fuerza para hacer crujir sus articulaciones. 

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El sonido del corazón – Cuento de Eduardo Viladés

En mis conferencias apago el sonido de la proyección y animo a los estudiantes a que traten de comprender lo que ocurre. La mayoría lo consigue porque la comunicación va más allá que las palabras. Cuando alguien sonríe, frunce el ceño o esboza una mueca está haciéndose entender. La postura de nuestro cuerpo y los movimientos rompen las palabras, que adquieren la forma de nuestro silencio… Me llamo Montse, soy pedagoga y mi hijo Enrique es sordo de nacimiento. Desde pequeño le he enseñado que no hace falta oír ni hablar como los demás para llevar una vida normal, pensamientos que comparto plenamente con mi marido, médico de profesión y todo un padrazo. Vivimos en una sociedad ruidosa, puertas que chirrían, ventanas que se cierran de golpe, bocinas de autobuses, la vecina del quinto que increpa a su hijo porque se ha olvidado el bocadillo del colegio, frenazos de coches, chillidos, gritos. Dicen incluso que permanecer en una atmósfera sin sonido, algo similar a lo que experimentan los astronautas en el espacio exterior, haría enloquecer a cualquiera… Aproximadamente tres de cada mil niños recién nacidos tiene algún grado de hipoacusia. Pueden sufrirla en uno o ambos oídos. Enrique sufría sordera severa. Al principio no queríamos hacer caso a las evidencias. No se sobresaltaba ante un ruido muy fuerte ni se tranquilizaba cuando le susurraba cosas bonitas al oído o le cantaba una nana. Cuando mi marido llegaba del trabajo y se acercaba a la cuna para decirle alguna bobería, Enrique no dirigía la mirada a su padre ni giraba la cabeza. Una vez leí que la información auditiva permite a los seres humanos controlar el medio que les rodea, discriminando lo importante de lo trivial, incluso en los sueños. ¿Cómo eran, por lo tanto, los sueños de mi hijo? ¿Cómo asimila un niño sordo el mundo que lo circunda? Tuve muchos problemas durante el embarazo al tener ya más de 40 años y Enrique nació prematuramente. Pesó menos de un kilo y medio y tuvo que pasar una larga temporada en la incubadora. Pero estaba vivo, era lo único que me importaba. Más adelante los médicos me dijeron que su escaso peso y el hecho de ser prematuro podrían explicar su sordera… Aunque yo había estudiado pedagogía y me había especializado en discapacidades físicas como la ceguera, desconocía que el 80% de las sorderas infantiles están presentes en el momento del nacimiento y que la mayoría de los niños sordos convive con familias que escuchan con normalidad. Nos dimos perfecta cuenta de que Quique no era como los demás niños a partir de los siete meses. El bebé no imitaba ningún tipo de sonido ni reaccionaba cuando le hablábamos. Se quedaba dormidito en la cuna con la mirada perdida y tan sólo nos observaba si le tocábamos o le hacíamos alguna carantoña. Llamarle por su nombre no llevaba a ninguna parte porque se quedaba impertérrito. Con el paso de los años, en muchas ocasiones el niño tendría súbitas sensaciones de mareo, presión en el oído o experimentaría ruidos y zumbidos molestos. Lo pasé muy mal, noches enteras de insomnio, discusiones con mi marido por el modo en que debíamos tratarlo, peleas con mi madre, que quería enseñarme cómo educar a mi propio hijo. Pero lo más duro lo vivía conmigo misma. La relación del sonido con las emociones es una parte importante del lazo que une a una madre con su hijo, algo que capta el bebé desde los primeros meses de edad. ¿Cómo conseguiría que Enrique me quisiera y supiese quien era realmente si ese nexo estaba deteriorado? Su cara escondía la realidad de su alma, pura y poderosa. Era un retaco de rizos a lo Shirley Temple y ojos aguamarina, mofletes puntiagudos y labios carnosos, hasta el punto de que mis amistades bromeaban conmigo preguntándome si había puesto bótox al niño. Los compañeros de mi marido me dijeron que la hipoacusia de Enrique era severa, pero que con persistencia y empeño podría llevar una vida más o menos normal. Le hicieron varias audiometrías para establecer un diagnóstico y determinar las características de la pérdida de audición. A los tres años y medio le llevamos a una escuela de integración en la que convivía con niños sordos y oyentes. Desde el primer momento quise comunicarme con mi hijo. Me hacía gracia porque yo me caracterizaba por hablar mucho, conmigo misma y con los demás. Escudriñaba el mundo prestando mucha atención a los pequeños detalles, a los sonidos que me llegaban de cualquier parte. Después, escribía relatos que leía a mi marido de vez en cuando o que publicaba en algún periódico local. Contar historias era imprescindible para entenderme mejor a mí misma y ahora lo sería para entender a mi hijo… El aislamiento que puede sufrir una persona por la incapacidad de establecer un contacto libre con otros seres humanos es enorme. Así que opté por la incorporación temprana del lenguaje de signos. Lo aprendimos mi marido y yo en una academia y Quique no tuvo ninguna dificultad. Era un niño muy listo.

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Lejana juventud – Poema de Yuleisy Cruz Lezcano

Me vive, me está viviendo
este lugar solitario,
objetos de barro roto
entre la yerba y la ciudad,
sombra de río y de gusanos,
sol que abusa de la costumbre
de sentirse en el aire igual
un día atrás de otro.
Me viven los fantasmas de ecos perdidos,
los años cumplidos que traen
junto a un mensaje de polvo del pasado
un pedazo de recuerdo apagado
por las lluvias que llegan
desde la distancia.
Me viven nuevas estaciones
de calendarios sin ventanas,
los besos de viejas primaveras,
pegadas a mí, con lazos de memoria.
Me vive un hundido sueño en una gaveta,
las piernas sin ritmo, cruzadas,
en la resonancia de un viaje
que duerme en el margen
de los días en el silencio manchados
por una lágrima que cayó
hace muchos años.
Mi mirada es un engaño,
con sus treinta años,
contrasta con las arrugas y las canas,
madura ya de mi juventud lejana.
La lejana voz de los amores
son lagos de paz para mi seco mundo,
metido en el rincón de su sótano.
Ya no me quedan semillas en los huesos,
mis oídos con alas tensas, presos,
no sienten los rumores.
Ya no tengo fuerzas para lanzarme
en nuevos viajes sin orillas,
viajo sólo sentada en la silla
y cuando almuerzo me quedo dormida,
como quién sale de la vida
para continuar otra vida en el sueño.

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Patio – Poemas de Dante Vázquez M.

Todos tendemos a hacer que la representación del mundo que nos rodea sea la más cercana a nuestros deseos, necesidades e ideas.

Giorgio Nardone

I

A veces un lugar olvidado,
a veces un baúl de juegos,
a veces un refugio soleado,
a veces un ataúd de egos.

Hay pasos marcados y caídas
abruptas e intencionadas
sobre el concreto resquebrajado,
ayeres raspados de las rodillas.
Hay recuerdos rojo escarlata,
núbiles gallinas degolladas,
corriendo desesperadas
por vivir, por impulso, por inercia.