I
La soledad de la escritura,
como la mano que escribía en la pared,
a veces nos aterra porque
en ella
se conforman las ideas
más inquietantes;
porque entendemos
el mensaje que no queríamos
conocer y que estraga
nuestro pequeño festín babilónico.
I
La soledad de la escritura,
como la mano que escribía en la pared,
a veces nos aterra porque
en ella
se conforman las ideas
más inquietantes;
porque entendemos
el mensaje que no queríamos
conocer y que estraga
nuestro pequeño festín babilónico.
La indeterminación de la realidad: “El caso Morcillo” de Héctor Fernando Vizcarra
Recuerdo cuando leí por primera vez la novela 1984 de George Orwell. Estaba en la preparatoria y me pareció fascinante, así como aterradora, la sola idea de poder manipular y construir el pasado. Estaba en el segundo año del bachillerato, apenas conociendo de la vida, y aquello me resultó una idea ficcional y siniestra. ¡Qué lejos de la realidad aún estaba!


Han sido 40 años desde la matanza que Michael Myers perpetró en la ciudad de Haddonfield. La sobreviviente, Laurie Strode ha vivido recluida por el miedo en su casa que, mejor dicho, es una cárcel donde entrena para poder enfrentar su propio destino y proteger a su hija y a su nieta. La noche del 31 de octubre Michael vuelve a escapar y busca, ahora sí, terminar lo que dejó inconcluso hace cuatro décadas.


Ilustración de Aimeé Cervantes Flores
Hemos aprendido a protegernos un poquito del frío, sí, pero demasiados de mis sueños en estos días son todogrises. Creemos en Dios, según como vaya el mes. Fase REM. Lo que a continuación se cuenta llega a mi rápido movimiento de ojos en un plano corto, en un technicolor vicioso. Drogadictos en un campo de concentración. Terminales. Estaban desnudos. Al tiempo, y en un palacio, una reunión de intelectuales. Y de ventrílocuos. Estaban, los referidos, aquéllos y éstos, igualmente desnudos. Una estación de trenes en Moravia. Locomotora: gimes rauda locura, demoledora: fiesta de los maniquíes. Oro, los dueños ya no existían. Kafka tenía razón: Praga no te deja salir. Si Europa fuera un tango*, o un parque temático sexual, te diría que setenta años no son nada, pero que se han disuelto para bien las fronteras. Al fondo, el Wrigley Field (y eso son un montón de chicles).


—Hemos pasado una tarde agradable—, dijo, dedicándole una galante sonrisa. Desde su punto de vista, todo había sido casi perfecto; habían salido a comer a un pequeño restaurante gourmet, y cabe mencionar que las viandas fueron lo menos interesante de aquella experiencia. En verdad se había sentido el hombre más afortunado sobre la tierra cuando la vio tomar su cuchara con tal delicadeza que parecía que al acercarla a su boca no estuviese probando el bisque de langosta, sino dibujando aquella pequeña curva que, dulcemente, se pintaba granate sobre su rostro. Cada pequeño gesto de coquetería hacía que su corazón saltara de gozo, olvidando así toda pena.
Después fueron a una galería de arte cercana: ella repasó todos los cuadros, se daba tiempo para admirar cada trazo, cada colorido punto con una minuciosidad demencialmente cautivadora; a él le fascinaban los comentarios elocuentes que ella solía hacer. No sabía describir la sencillez con la que soltaba una a una las frases más ingeniosas, ni tampoco podía reprimir ese leve suspiro cuando la notaba tan ensimismada en sus pensamientos. Lo cierto es que su inteligencia era incluso más atractiva que el lunar que podía verse en su cuello cuando ella se acomodaba el pelo de manera discreta, y vaya que ese diminuto lunar era toda una obra de arte. Logró convencerla de ir a tomar una copa en su terraza. No fue difícil en realidad. Él leía las ansias que había en sus manos de encontrarse por fin con las suyas.
Mientras charlaban sobre la terrible inmensidad del universo, la botella de vino se quedó poco a poco vacía y, con ello, la intensidad de sus miradas aumentó hasta que, sintiéndose confiado, la tomó de la mano, se acercó lentamente a su rostro y la besó con dulzura. En ese húmedo recóndito, encontró al fin el remedio para todo aquello que ensombrecía su alma; deslizó hábilmente una mano por su espalda. Estaba seguro de que ella cedería al fin después de pretenderla, como si se tratase de una dama: sin besos ni caricias, sin insinuaciones de ningún tipo. La había conseguido de una vez por todas, o al menos eso creía hasta que ella apartó su rostro, dejándole en la boca una especie de silbido sordo.


El día permanece muerto, pero es ahora, en la recobrada lucidez de la mente despierta, que sabes nombrar el terror de piel fría que desprende su red partiendo hacia el olvido. El sueño nace sin límites. Impermeable al deseo del portador, se desliza entre las categorías sin nombre de la mente, cazando la presa que escondiste. Desde este tapiz de hilos sin fin, entes desfigurados toman la imagen de objetos solo relacionados por una metonimia ininteligible. El gradiente que imaginas entre el ensueño y la pesadilla es ilegítimo durante la noche. Tanto es así, que al sueño libre, para transformar la fascinación en angustia, le basta solo la muerte del ser amado, la violación de la estrella, el fuego, el pantano, el espejo o la maraña de seda que el enjambre de gusanos dejó a su paso cuando el terror te obligó a despertar. A lo lejos, un murmuro.



La luna, cómplice de la nevada
En los primeros dos textos de la antología Enigmas de la noche fría, sobresale la nevada como antecesora del desastre. La nieve acompaña a la víctima como manto blanco que cubrirá su cuerpo herido o como la precursora de dolencias inimaginables. No es el caso del cuento de Amanda Teresa Espinosa Galaz, pues la nieve será un factor tranquilizador en medio de la persecución. Un detalle interesante más: encontraremos a la ciudad y su cotidianeidad como protagonista, desenvolviéndose en los pliegues de sus calles y zonas conocidas y emblemáticas, adentrándonos en una metrópoli ficticia disfrazada de verdad. Un libro que suelto como recomendación para aquellos que deseen retratar a la ciudad de sus sueños como persona es el de Vicente Quirarte. Elogio de la calle. Biografía literaria de la Ciudad de México, es un texto genial para comprender el portento literario al que se inscribe Espinosa Galaz con su texto “Ártemis”.


Después de la Primera Guerra Mundial y de las vanguardias, la poesía ha tomado caminos tan diversos como poco convencionales. Sin embargo, a pesar de un siglo de experimentación y diversificación, mucha gente aún considera como poesía únicamente a aquella que se encuentra en los libros, impresa en una página. Incluso hay quienes llegan a los extremos de declarar que de no ser un verso medido, no se le puede considerar como tal.
No han sido pocos quienes han reflexionado sobre esta distancia de formas entre La Poesía y los nuevos caminos que los poetas del siglo XX (y, por extensión, los del XXI) recorren. José Emilio Pacheco, por ejemplo, escribe en este poema su reconocimiento al verso libre como materia de los mejores textos de su tiempo, a pesar de aceptar el desconcierto que éste puede causar en los lectores.


Hoy cumplo dos meses encerrado en esta prisión por haber matado a quien fue mi gran amigo.
Aún al día de hoy la gente sigue sin entender por qué lo hice si lo quería tanto y menos entienden cuando les digo que aún lo quiero, fue mi único y gran amigo, pero decirles los motivos que me llevaron a hacer lo que hice no es algo que le contaría a nadie por respeto a su memoria; sin embargo, tengo que desahogarme aunque sea por escrito. Al terminar quemaré este documento y continuaré con mi sentencia en silencio, como hasta hoy.


Imagina que todos tus mensajes de celular y computadora salen a luz. No sólo los de ayer o los de la semana pasada, sino de 5 o 6 años atrás. ¿De qué se enteraría tu familia, tu pareja y tus vecinos? Piensa en la posibilidad de que todas tus fotos y videos de Whatsapp, Messenger y Facebook salieran a la luz.
Ahora traslada ese suceso a una toda una ciudad. Imagina que los secretos de tus vecinos, padres, hermanos, amigos, maestros y políticos, estuvieran disponibles en una página para tu consulta y te enteraras que tu mejor amigo se acostó con tu novia, ¿qué harías?
Alguna vez alguien dijo:
En la guerra y en el amor, todo se vale.
Quien lo dijo, definitivamente no vio esta nueva producción de David S. Goyer (Fury) que mezcla amor y guerra, pero que incluye mucho sexo, sangre y violencia. Todo esto mientras levanta algunas pululas acerca de temas sociopolíticos, tecnológicos y, claro, muy personales.