Construyendo a la flapper

En esta columna ya se ha hablado del nacimiento de las flappers, uno de los arquetipos más conocidos del cine mudo, a mediados de los años 20. Ahora bien, ¿ocurrió esto de la noche a la mañana? En absoluto. Si no hubiera sido por los cambios culturales y sociales que tuvieron lugar durante la década anterior, habría sido imposible que apareciera una figura así.

Primero que todo, debemos fijarnos en la moda que cambió significativamente desde principios de 1900 hasta los locos veinte. La seña distintiva de las flappers era su vestuario reivindicativo, con faldas más cortas y formas menos ceñidas. La decisión de optar por esta nueva silueta no fue algo repentino, sino el resultado natural de la evolución de la moda. Hacia 1908 se renunció a la silueta en S, propia de finales del siglo XIX, para optar por vestidos menos ajustados. Después, en 1915, las faldas se acortaron a la altura del tobillo, hasta llegar a un poco por debajo de la rodilla a finales de la década. Esto, aunque un modesto avance desde nuestra perspectiva, se debe entender como todo un desafío a los convencionalismos de una sociedad que concebía el cuerpo de forma totalmente sexualizado. No olvidemos que, hasta no hacía mucho, la única parte que la mujer podía llevar descubierta en público era la cara.

Otro acontecimiento clave en la moda femenina fue la lenta desaparición del corsé, cuyo impulsor se considera al célebre modisto Paul Poiret. Aunque no es el único merecedor de este reconocimiento, sí es verdad que sus diseños arriesgados y rompedores, de silueta más suelta, fueron de los primeros que permitieron prescindir de esta prenda. Un ejemplo paradigmático de su estilo es su traje de fiesta para mujer; un top ligero y unos pantalones harem, que data de 1911. La clara inspiración orientalista del conjunto se debe al éxito que tuvo el estreno del ballet Sherezade (basado en Las 1001 noches) ese mismo año.

A nivel social, la Primera Guerra Mundial tuvo un gran impacto. Para las mujeres, significó asumir trabajos que habían desempeñado los hombres, entonces en el frente. Ocupar una posición típicamente masculina les hizo ver que su papel no tenía por qué limitarse a las tareas domésticas. En la moda, esto llevó a preferir prendas más funcionales y prácticas, pues la ropa ceñida de 1900 impedía realizar muchos de los trabajos.

¿Qué cambios encontramos en el mundo del cine? Anteriormente ya hablé de los iconos que triunfaron antes que las flappers, las ingénues y las vamps. A pesar de que puedan parecer estereotipadas, ambas supusieron un avance respecto a la representación femenina de la década pasada, y fueron la base sobre la cual se pudo construir la futura flapper.

Hasta mediados de la década, las películas eran muy cortas, de entre 10 y 15 minutos, lo cual dificultaba profundizar en la caracterización de sus personajes. La mayoría se basaban en la dicotomía rico-pobre y los estereotipos asociados a ello; lo que definía a un personaje era su clase social. Uno de los mejores ejemplos es Cleptómana, un cortometraje de 1905 que reflexiona sobre cómo se juzga a dos mujeres de clases sociales muy distintas por el mismo crimen.

Esto cambió lentamente. Conforme se alargaron las cintas, más complejos se volvieron los personajes. Paralelamente, el auge del star system permitió desarrollar nuevos arquetipos (personajes estereotipados asociados a ciertos actores y argumentos). Antes de las flappers, estuvieron las ingénues y las vamps. Las primeras (representadas por Mary Pickford) eran el ideal de mujer de la época: joven, inocente y con carácter rebelde, aunque siempre dentro de lo socialmente aceptado. El objetivo de estos personajes era resultar entrañables al público gracias a su inherente bondad. No es de extrañar que muchos de los títulos o carteles promocionales fueran acompañados del epíteto la pobre en referencia a la protagonista. Estos personajes llevaban faldas cortas y el pelo suelto, siempre asociados con el vestuario infantil, para enfatizar su inocencia y juventud. Por lo contrario, las vamps eran el símbolo de la sensualidad femenina más peligrosa. En una época en que los actores eran su papel, se llegó a atribuir a las vamps más famosas (Theda Bara y Pola Negri) biografías ficticias exóticas, muchas veces vinculadas con el mundo de la brujería. Su vestuario es mucho más revelador que el de las décadas posteriores. Esto, sin embargo, no estaba mal visto, pues ellas no debían ser un ejemplo a seguir, sino el peligro del cual los hombres tenían que alejarse. Esta idea puede considerarse una continuación del mito de la ondina o la sirena.

No es hasta mediados de los 20 que entrevemos con las flappers una ligera conciliación de ambos universos. Por primera vez, aparece una figura femenina fundamentalmente positiva, que no debe renunciar a su parte más sensual para ser amada y tener un final feliz.

​Martha Vidal-Guirao​Autor: Martha Vidal-Guirao De Barcelona, España. Escritora y actriz, enamorada de la edad dorada de Hollywood. “You are not here just to fill space or to be a background character in someone else’s movie.”​ Me podéis seguir en Twitter: https://twitter.com/VidalGuirao