El rey del claroscuro – Cuento de Aarón García

El redactor jefe acerca la subcarpeta con aprehensión, como quien se asoma a un acuario de pirañas. Fuera del despacho hay un hervidero de pasos. De vez en cuando se observa la silueta de unas cejas que emerge de puntillas, el flash de una foto o un paraguas enorme que despliega sus alas de ceniza rumbo a las calles. El jefe Frank ni se inmuta. Su gesto claroscuro no presagia nada bueno. Por un momento mira nerviosamente hacia la puerta como si aguardara en el vestíbulo la sombra alargada de un dentista o un viejo amigo venido a menos. Luego, empieza a leer el artículo en voz alta con la sobriedad de un gángster.

El monstruo del supermercado

Esta mañana este reportero ha conseguido dar con un testimonio espeluznante. Francis W. Bacon, ciudadano de clase media según las estadísticas, recuerda con angustia cómo se sintió observado mientras realizaba sus compras navideñas en un centro comercial de Manhattan. Allí adonde iba, allí lo seguían aquellas pupilas negras y tenebristas más propias de sombríos retratos decimonónicos. El engendro en cuestión tenía una forma monstruosa entre bizcocho y brownie con una especie de mermelada sulfurosa que le salía de la boca y dos ojos deformes de galleta. Francis estaba paralizado por el terror así que, fruto de su enajenación mental, optó por una decisión más que discutible: comprarse de una puñetera vez el bollo.

—¿Eso es todo?

—Es sátira social, ¿entiendes?

—Entiendo una cosa: no tienes ni pizca de gracia. Mira, Ed, voy a explicarte el tipo de humor que quieren los lectores. ¿Sabes que una vez me entregaron el premio Nobel?

—¿Y eso?

—Verás, trabajaba en una empresa de mensajería, así que le puse un sello en el cogote y lo remití a Estocolmo.

—Qué chiste más malo. No te ganarías la vida con esto.

—Ya.

—Está bien, lo reconozco. No es mi mejor artículo pero tengo un plan b. Escucha esto, es pura sal gorda.

—Escucho.

Ed, encargado de la sección de sociedad y humorista ocasional, enciende un pitillo y saca a pasear brevemente sus viejos colmillos de cronista político. El viejo Drácula está malhumorado por la razón de siempre: considera que le están chupando la sangre. A cada intensa bocanada le sigue un interminable humo de palabras. Habla Ed.

El programa espacial francés

Parece mentira, con todo lo que se ha escrito sobre el tema y todavía hay aspectos de la carrera espacial que desconoce el gran público. Pocos saben del ambicioso programa aeroespacial que se desarrolló en Francia durante los felices años veinte. Fue un proyecto repleto de dificultades. Pese a contar con un equipo de ingenieros y reposteros de primer orden hubo que rechazar la idea de incorporar un brioche al fuselaje en el primer ensayo del cohete. ¿Por qué? Cuando cruzaba la atmósfera adquiría un ligero tono tostado muy poco atrayente. La idea de los suflés achaparrados no fue mucho mejor, con lo que los técnicos franceses mostraron su enfado tras la réplica a escala de un enorme emparedado de mostaza de Dijon que no aguantó la estratosfera. Aquello supuso el fin del ambicioso programa o como dicen por aquellos lares: ”c’est fini”.

C’est fini. Tú lo has dicho, minisección acabada.

—¿En serio?

—En serio. Utilizaremos el espacio para las necrológicas y sacaremos de paso algunos centavos. Nadie notará la diferencia. Adiós a “El chiste del día”, bienvenida la simpática y necesaria necrológica. ¿No es gracioso?

—Eres un monstruo. Un día de estos encontrarán mi cadáver en tu nevera.

—Vamos, Ed.

—Pensaba que no podía haber gente tan horrible, ni siquiera en política.

—Pues eres un ingenuo.

—Un momento, ¿y si reactivamos la sección de cartas?

—Acuérdate de la última de ellas, aquel tipo que decía que el mundo iba a acabarse el fin de semana. ¿Qué le contestaste?

—Le contesté que había llamado a mi cuñado, en ese momento de viaje por Europa, para preguntarle sobre el asunto pero, incomprensiblemente, no sabía nada.

—No habrá sección de cartas. Y ahora hablemos de la crónica social. Dime qué tienes, ¿algún lío de cuernos?

—Al menos seis.

Voilà!


Autor: Aarón Carlos Andrés García (Villafranca del Cid, España, 1972). Licenciado en Derecho. Ha desarrollado su principal actividad literaria en el género de la poesía valenciana (premio Xavier Casp 2017, premio Flor natural ciutat de Castelló 2020) y castellana (finalista del premio internacional Ángel Ganivet 2017 y 2019, tercer lugar del premio internacional Letras de Iberoamérica, 2018; finalista del premio internacional Jovellanos, 2022; segundo premio del certamen Grupo Literario NUMEN, 2022; mención de honor del certamen internacional “Camino de palabras”, 2023).

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