Pero si un día ya no está notarías la diferencia.
Verónica Bujeiro
Somos animales en peligro (2022), de Verónica Bujeiro (Ciudad de México, 1976), publicada por la Universidad Autónoma de Nuevo León, se presenta como teatro. Ahora bien, quien espere encontrar una pieza convencional quedará gratamente sorprendido con una obra híbrida, a ratos más cercana a la poesía, donde la autora nos confía, como quien habla a un amigo, un pedazo esencial de su vida e identidad. El resultado es una historia que, aunque parte de la experiencia autobiográfica de su creadora, apela a cada uno de nosotros por los conceptos tratados: la identidad, el sentimiento de pertenencia, el miedo a ser olvidado y la morriña (concepto gallego para designar la nostalgia de la tierra natal).
Entender Somos animales en peligro como una pieza de teatro sería reduccionista; aunque parte de un género conocido, sus fragmentos cercanos a la poesía, incisos humorísticos e incluso referencias metatextuales la convierten en una obra inclasificable. Bujeiro se sirve del monólogo para contarnos un episodio de su vida que ha definido su identidad. No obstante, reducir su argumento a meramente autobiográfico sería también un error. Tal y como se advierte en el Dramatis personae, “quien habla es la autora que, gracias a la escritura, ha logrado convertirse en un personaje de sí misma”, pero la obra “puede ser interpretada por quien guste tomar la estafeta”. Es decir que, a pesar de partir de la experiencia autobiográfica, las observaciones y anécdotas de la autora quieren apelar e invitar a la reflexión a un público amplio. De este modo, la obra pasa de un monólogo a un diálogo construido con quien la lee.
La idea del monólogo haría pensar a muchos en piezas como Fleabag, de la también dramaturga Phoebe Waller-Bridge, que narran la vida de una joven en la ciudad moderna. No obstante, Somos animales en peligro se distingue de otras obras de esta índole por el foco del argumento: aquí la protagonista no es quien nos cuenta la historia, sino su familia y los temas que trata. De ellas diverge también su tono; si bien Bujeiro incluye alguna anécdota humorística, como el momento en el que cree casi morir porque un anuncio publicitario le cae en la cabeza mientras pasea, normalmente son poco frecuentes.
Así pues, el rol protagonista lo toma el pasado familiar, presente desde la primera página. El subtítulo Bululú autobiográfico, más allá de una provocación que pica nuestra curiosidad lectora e invita a abrir el libro, es un homenaje de Bujeiro a sus orígenes gallegos. El bululú era un actor o comediante que, en la Galicia de finales del siglo XVI, se desplazaba de pueblo en pueblo para realizar breves representaciones donde interpretaba a todos los personajes. Del mismo modo, Bujeiro cuenta sólo con su voz para acercarnos a una miríada de personajes y situaciones. Al leerla, nos preguntamos incluso si tiene como intención interpretarnos a nosotros.
El punto de partida de este viaje a través de la genealogía familiar es su apellido mismo, Bujeiro. Quien esté familiarizado con las diferentes lenguas de España, identificará inequívocamente como gallego. Para algunos, el apellido no es sino una marca para identificarse y distinguirse de los demás. Nuestra autora lleva esta idea más allá y reivindica el apellido como parte inseparable de su identidad. Como explica al principio de la obra, ella ha sido siempre más conocida por su apellido que por su nombre, olvidado por muchos. Desde su infancia, el apellido ha marcado a Bujeiro, a quien preguntaban si era de origen árabe o llamaban brujeiro (que funcionará como una identidad más encarnada por la autora). Estas anécdotas levantan cuestiones más importantes sobre el peso de los orígenes en la creación de la propia identidad. ¿Cuántas personas han tenido que oír la pregunta “no, ¿pero de dónde eres realmente?” sólo por tener un apellido que suena extranjero? ¿Cuántas han tenido que soportar burlas sobre el sonido de su nombre? Además de poner por escrito la situación que viven muchos en su día a día, Bujeiro se apropia de la extrañez de su apellido y la reivindica:
otros le insertan una “r” y queda al final BRUJEIRO.
Verónica Bujeiro, Somos animales en peligro, UANL, p. 11
Esa intromisión solía molestarme,
ser considerada una bruja no es popular.
Hoy en día ya no me importa,
siempre he sido una rara.
Rara desde el nombre.
Cuando creemos saber las intenciones de Bujeiro, contarnos las dificultades que le ha causado el ser diferente, la historia toma un rumbo distinto: en el primer tercio de la narración, aprendemos que el apellido Bujeiro está en peligro de extinción. Antes de la revelación, la autora advierte detalles que le hicieron reflexionar sobre la particularidad de su apellido, como el hecho de ser la única familia que aparece en la guía telefónica, o no conocer a nadie que se llame como ella. Pero cuando una refugiada española le dice que ese apellido es gallego, las piezas empiezan a encajar, y Bujeiro siente lo que puede llamar “sentimiento de pertenencia”. A partir de ese momento, decide buscar a otros como ella, y se da cuenta de que las raíces de su familia están extendidas por todo el globo: desde un hombre en Miami hasta un arzobispo del siglo XVIII, pasando por anarquistas que volaron un puente durante la Guerra Civil. Tras hablar con una historiadora gallega con la que comparte apellido, se da cuenta de que son de las últimas Bujeiro que quedan vivas.
Esto impulsa a la autora a conectar con un pasado del que apenas sabe nada. El conflicto en este caso no es externo, sino interno; la protagonista no tiene intención de impedir la extinción inminente, pero sí desea reconciliarse con su historia familiar, que había ignorado hasta el momento:
Todos saben de dónde vienen y a dónde van, pero hasta ese
Verónica Bujeiro, Somos animales en peligro, UANL, p. 16
día yo no sabía mucho.
La historiadora gallega me pregunta por el antepasado.
Yo no sé nada, nunca me lo he preguntado.
Mi padre no se acuerda, pero sabe que se llama
como uno de los hijos de los hijos: Serafín.
Dicha reconciliación funge a la vez como homenaje y defensa de la memoria familiar. Poniendo palabras a la historia de su familia, Bujeiro acepta su pasado y se asegura de que será recordado: “Nadie más que yo puede contar esa historia”. Poco a poco, descubrimos más sobre Serafín, a quien da voz con su pluma (perfecta representación del poder del bululú). Las aspiraciones de Serafín son las de muchos inmigrantes hoy en día. De nuevo, pues, la autora logra dotar a su historia íntima de una fuerza política universal: “¿Quién era? ¿Qué vino a buscar? ¿A quién dejó atrás? ¿De dónde venía? ¿Hablaría gallego?”.
A medida que descubrimos más sobre Serafín y la historia de los Bujeiro, también nos empapamos de cultura gallega, que la autora se encarga de distribuir a lo largo del relato. El añadir una “r” a su apellido nos recordará a la palabra bruja, figura clave en el folklore gallego, con sus bruxas y meigas. Más adelante, se pregunta cómo serán las tierras de donde viene su familia, ciudades, como las definió Álvaro Cunqueiro, “para soñar”. Este anhelo hacia la tierra natal, incluso aquella que jamás hemos conocido, tiene una palabra en gallego: morriña. Bujeiro nos cuenta cómo Serafín miraba fijamente los hoyos en el suelo y se preguntaba si, cavando uno lo bastante hondo, sería posible llegar de regreso a Galicia. La obra está repleta de referencias a la morriña, incluso sin llamarla así. La melancolía de la autora al preguntarse qué pasará cuando no existan más Bujeiro en el mundo, la emoción de poder ser la primera de su familia en pisar suelo gallego en más de cien años son solo algunos ejemplos de ello.
De nuevo, Bujeiro logra despertar emoción y empatía en el lector independientemente de sus vivencias: ¿quién no ha sentido nostalgia la primera noche que ha dormido fuera de su casa? ¿acaso no nos hemos preguntado qué ocurrirá después de nuestra muerte, cuando seamos olvidados, cuando nunca más podamos dormir en casa? En un equilibrio perfecto de literatura y oralidad, la autora nos apela con palabras sencillas que logran evocar las emociones más complejas.
En definitiva, Somos animales en peligro apuesta y acierta. En vez de ceñirse a un solo género, la autora ha elegido el híbrido perfecto para comunicar sus ideas. Al ser capaz de leerse de una sentada, sentimos como si asistiéramos a una representación teatral y escucháramos las anécdotas de primera mano. Como en su momento los bululúes lograban hacer hablar a varios personajes con su voz, Bujeiro hace lo imposible y condensa historia familiar, reflexión social e identidad en menos de cien páginas.
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