El título se presenta como una afirmación contundente, en la que me reconozco de manera inmediata. Ya tampoco tengo fuerza para ser civilizada, y es posible que Iveth Luna y yo no estemos solas en todo lo ancho de esa oración. Me sumerjo en las páginas y poco a poco comprendo que, en un mundo de normas y maneras prefabricadas de ser o comportarse, no ser civilizada significa hacer un ejercicio de franqueza y vulnerabilidad.
Dicha actividad no es nueva para la escritora nacida en Nuevo León, pues con su libro de poemas Comunidad terapéutica (2016) puso a nuestra disposición un testimonio desgarrador sobre la violencia contra las mujeres, los alacranes que nos pican y no nos dejan en paz, las imágenes que no necesariamente deben ser metáforas, los problemas psicológicos y la lucha por sanar. En Ya no tengo fuerza para ser civilizada, poemario publicado este año por la Universidad Autónoma de Nuevo León, se abarcan temas en torno a la vida de la autora, tales como la familia, las afinidades que escogemos y rechazamos, el desamor y las posibilidades del lenguaje.
Ambos libros vislumbran el sello de la escritora a través del original uso de analogías donde se utiliza un motivo u objeto para hablar subrepticiamente de otra cosa y mediante la capacidad de generar imágenes poéticas imprevisibles, pero que de alguna manera son precisamente las que necesitábamos. Sin embargo, el segundo posee una escritura menos intrincada, lo cual, como novel lectora de poesía, me resultó más accesible y posibilitó una identificación por mi parte desde los primeros versos. Esto no lo digo en detrimento de ninguno de los dos libros. Simplemente, Ya no tengo fuerza para ser civilizada permite seguir con mayor transparencia las situaciones que la poeta va delineando a brochazos. En muchas ocasiones, sus poemas tienen elementos líricos y narrativos que valen la pena desentrañar lo más posible.
El poemario se encuentra dividido en secciones que conforman unidades de sentido, gracias a la —una vez más— asertividad de la autora para la elección de títulos sugestivos, pertenecientes a versos o nombres de algún poema que integra ese conjunto. Estos mismos logran enlazar su experiencia con la de las lectoras. En la primera sección, “Imaginé una vida contigo mientras paseábamos por Fantasías Miguel”, nos encontramos ante los deseos amorosos, la nostalgia de todo aquello que no pudo ser y el intento por conformar una casa que podamos llamar hogar. El primer poema del libro, “Historia natural de los virus humanos”, parece versar, en apariencia, sobre un tema del que no hemos podido deshacernos desde marzo de 2020. No obstante, en el esparcimiento de un virus a través del contacto humano realmente se está jugando otra cosa. Los virus, Iveth Luna asegura,
Se bañan en tu regadera,
Iveth Luna Flores, Ya no tengo fuerza para ser civilizada, UANL, p. 10
dejan cabellos tirados en el piso
y vellos encarnados en el jabón,
se secan el agua con tu toalla preferida.
Tocan tus libros,
doblan las hojas, ponen un separador
entre las páginas a las que volverán.
Pero los virus terminan por irse. A pesar de querer desinfectarlo todo, tenemos la certeza de que los microbios, esos que cambiaron nuestras formas de amar, lo invaden todo.
“Hallazgos” tiene todo que ver con la escritura de cartas y las formas de comunicación, ya sea entre personas o con una misma. A través de breves instantáneas de la vida de la autora —en donde está involucrado algún “hallazgo poético” necesario para la producción poética—, se presentan momentos de quiebre, en los cuales un acto creativo guarda relación con las condiciones socioeconómicas de quien lo realiza; o en donde las formas de escritura en ocasiones se parecen más a preparar una comida acompañada que a teclear letras en una computadora.
En “Bolsita de Ziploc”, la voz lírica nos lleva por otros caminos, más concretamente por la relación con un padre alcohólico, el deterioro físico y los recuerdos de la niñez. “Crisis para principiantes” presenta poemas sobre las dificultades al llevar un proceso terapéutico, las dolorosas conclusiones a las que vamos llegando poco a poco y la imposibilidad de transmitir a otras personas el mar de heridas que cargamos en nuestro cuerpo.
Conmigo las cosas son así,
Iveth Luna Flores, Ya no tengo fuerza para ser civilizada, UANL, p. 47
me cuesta trabajo aceptar que algo me daña:
un amor que me regala migajas de su pan,
una amiga a la que no le caigo bien y me trata mal,
las críticas de mi madre, el hastío que creí
cansancio era un desprecio sostenido a mi persona.
Aceptar que un determinado hecho o vínculo nos lastima y nos ha hecho sufrir por un periodo de tiempo es un tránsito espinoso y difícil de digerir. Quizá mis pasajes favoritos de todo el libro son las secciones “Abuela, tú siempre estás hablando dentro de mí” y “Yo cargo mis flores”, debido al trazo de una genealogía que no busca ser maniquea; es decir, no idealiza los vínculos familiares, pero tampoco los desecha ni decide tirarlos por la borda. En estos poemas, hay una confrontación con la figura de la madre y la abuela, pero también hay ternura, gratitud y acompañamiento. Hay un espejeo con sus vidas, además de una distancia con ellas. Reconocer y extrañarse a la vez. Cortar activamente los traumas cíclicos y quedarse con las voces y aprendizajes de quienes estuvieron antes que una.
En estos poemas, las condiciones materiales vuelven para recordarnos que nuestro habitar el mundo, así como los recuerdos de nuestra infancia están atravesados de manera inevitable por ellas. Así, haber crecido entre charcos enlodados y manteles sucios de mole tiene una sensación de arraigo y recuerdos amorosos. Contar sobre una madre que fue trabajadora doméstica posibilita la exploración del resentimiento —una emoción tabú que vale la pena explorar más— y el abrazo amoroso hacia las personas que fueron nuestros padres antes de tenernos. Ir hacia la persona que fueron. Buscar la voz de nuestras abuelas en los túneles de nuestros cuerpos.
Finalmente, en “Poema con tierra en las uñas”, la lírica cobra vida para mezclarse con lo que somos y hacemos:
Un poema que se quedó esperando
Iveth Luna Flores, Ya no tengo fuerza para ser civilizada, UANL, p. 75
en la reja de la Escuela Primaria
es un poema al que su mamá
no le trajo su lonche de rimas.
Los juegos lingüísticos de este apartado hacen pensar que, a fuerza de palabras, los poemas existen y nosotros también. Y si nos buscamos en el lenguaje, tanto el poema como lo que nos constituye puede ser encontrado.
Si en palabras de la autora “la poesía es una forma de ver”, estos lienzos volcados de palabras valen cada una de sus pinceladas. La poesía de Iveth Luna Flores nos dispone a adentrarnos en las profundidades de lo que fuimos y lo que somos. Leer su poesía es un constante irse de cabeza para caer parada. No nos queda más que acompañarla, por el simple hecho de que ella entra a un mar picado y sale de él por nosotras.
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