El título se presenta como una afirmación contundente, en la que me reconozco de manera inmediata. Tampoco tengo fuerza para ser civilizada, y es posible que Iveth Luna y yo no estemos solas en lo ancho de esa oración. Me sumerjo en las páginas y poco a poco comprendo que, en un mundo de normas y maneras prefabricadas de ser o comportarse, no ser civilizada significa hacer un ejercicio de franqueza y vulnerabilidad.
El ejercicio poético no es novedad para la escritora nacida en Nuevo León, pues con su libro Comunidad terapéutica (Premio Nacional de Poesía Francisco Cervantes Vidal, 2016) puso al alcance del lector un testimonio desgarrador sobre la violencia contra las mujeres: aquellos “alacranes” que nos pican y no nos dejan en paz; las imágenes que no están destinadas a volverse metáforas; los problemas psiquiátricos y la lucha por sanar. En Ya no tengo fuerza para ser civilizada, poemario publicado este año por la Universidad Autónoma de Nuevo León, se abarcan temas en torno a la vida de la autora, tales como la familia, las afinidades que escogemos y rechazamos, el desamor y las posibilidades del lenguaje.
Ambos libros dejan ver el sello de la escritora a través del original uso de analogías, en las cuales se utiliza un motivo u objeto para hablar subrepticiamente de otra cosa; también mediante la capacidad de generar imágenes poéticas imprevisibles, pero que de alguna manera son precisas. No obstante, su segunda obra posee una escritura menos intrincada, lo cual, como novel lectora de poesía, me resultó más accesible y posibilitó una identificación desde los primeros versos. Esto no lo digo en detrimento de ninguno de los dos libros. Simplemente, Ya no tengo fuerza para ser civilizada permite seguir con mayor transparencia las situaciones que la poeta va delineando a brochazos. En muchas ocasiones, sus poemas tienen elementos líricos y narrativos que valen la pena desentrañar lo más posible.
El poemario se divide en secciones que conforman unidades de sentido poético. Cada una de ellas posee un título perteneciente a versos o nombres de algún poema que integra ese conjunto. Estos sugerentes encabezados logran enlazar la experiencia de la poeta con la de las lectoras. En la primera sección, “Imaginé una vida contigo mientras paseábamos por Fantasías Miguel”, nos encontramos ante los deseos amorosos, la nostalgia de todo aquello que no pudo ser y el intento por conformar una casa que podamos llamar hogar. El primer poema del libro, “Historia natural de los virus humanos”, parece versar, en apariencia, sobre un tema del que no hemos podido deshacernos desde marzo de 2020. No obstante, en el esparcimiento de un virus a través del contacto humano realmente se está jugando otra cosa. Los virus, Iveth Luna asegura,
Se bañan en tu regadera,
Iveth Luna Flores, Ya no tengo fuerza para ser civilizada, UANL, p. 10
dejan cabellos tirados en el piso
y vellos encarnados en el jabón,
se secan el agua con tu toalla preferida.
Tocan tus libros,
doblan las hojas, ponen un separador
entre las páginas a las que volverán.
Pero los virus terminan por irse. A pesar de querer desinfectarlo todo, tenemos la certeza de que los microbios, esos que cambiaron nuestras formas de amar, lo invaden todo.
La sección “Hallazgos” tiene todo que ver con la escritura de cartas y las formas de comunicación, ya sea entre personas o con una misma. Con ayuda de una prosa poética grácil, se ofrecen breves instantáneas de la vida de la autora —en donde está involucrado algún “hallazgo poético” necesario para la creación literaria—; son presentados momentos de quiebre, en los cuales un acto creativo guarda relación con las condiciones socioeconómicas de quien lo realiza; o en donde las formas de escritura en ocasiones se parecen más a preparar una comida acompañada que a teclear letras en una computadora.
En “Bolsita de Ziploc”, la voz lírica nos lleva por otros caminos, más concretamente por la relación con un padre alcohólico, el deterioro físico y los recuerdos de la niñez. “Crisis para principiantes” presenta poemas sobre las dificultades de llevar un proceso terapéutico, las dolorosas conclusiones a las que se llegan poco a poco y la dificultad de transmitir a otras personas el mar de heridas que cargamos en nuestro cuerpo.
Conmigo las cosas son así,
Iveth Luna Flores, Ya no tengo fuerza para ser civilizada, UANL, p. 47
me cuesta trabajo aceptar que algo me daña:
un amor que me regala migajas de su pan,
una amiga a la que no le caigo bien y me trata mal,
las críticas de mi madre, el hastío que creí
cansancio era un desprecio sostenido a mi persona.
Entender que un determinado hecho o vínculo nos lastima y nos ha hecho sufrir por un periodo de tiempo es un tránsito espinoso y difícil de digerir. Quizá mis secciones favortias del libro son “Abuela, tú siempre estás hablando dentro de mí” y “Yo cargo mis flores”, debido al trazo de una genealogía que no busca ser maniquea; es decir, no idealiza los vínculos familiares, pero tampoco los desecha ni decide tirarlos por la borda. En estos poemas, hay una confrontación con la figura de la madre y la abuela, pero también hay ternura, gratitud y acompañamiento. Hay un espejeo con sus vidas, además de una distancia simbólica con ellas. Reconocer y extrañarse a la vez. Cortar activamente los traumas cíclicos y quedarse con las voces y aprendizajes de quienes estuvieron antes que una.
En estos poemas, las condiciones materiales vuelven para recordarnos que nuestro habitar el mundo, así como los recuerdos de nuestra infancia están atravesados de manera inevitable por ellas. Así, haber crecido entre charcos enlodados y manteles sucios de mole tiene una sensación de arraigo y recuerdos amorosos. Contar sobre una madre que fue matratada como trabajadora doméstica posibilita la exploración del resentimiento —una emoción tabú que podría explorarse más en la literatura— y el abrazo cálido hacia las personas que fueron nuestros padres antes de tenernos. Hay una invitación a buscar la voz de nuestras abuelas en los túneles de nuestro interior.
Finalmente, en “Poema con tierra en las uñas”, la lírica cobra vida para mezclarse con lo que somos y hacemos:
Un poema que se quedó esperando
Iveth Luna Flores, Ya no tengo fuerza para ser civilizada, UANL, p. 75
en la reja de la Escuela Primaria
es un poema al que su mamá
no le trajo su lonche de rimas.
Los juegos lingüísticos de este apartado hacen pensar que, sólo a fuerza de palabras, los poemas existen y nosotros también. Y si nos buscamos en el lenguaje, tanto el poema como lo que nos constituye ha de ser hallado.
Si en palabras de la autora “la poesía es una forma de ver”, estos lienzos volcados de palabras valen cada una de sus pinceladas. La poesía de Iveth Luna Flores nos dispone a adentrarnos en las profundidades de lo que fuimos y lo que somos. Leer su poesía es un constante irse de cabeza para dar un giro y caer parada. No nos queda más que acompañarla, por el simple hecho de que ella entra a un mar picado y sale de él por nosotras.
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