Como una flor que se marchita
por el tiempo que la desgasta;
como un arpón que debilita
a una criatura con piel vasta;
como un árbol que la edad seca
con la vejez y su calor;
como arma con la que se peca
y no se usa más por pudor.
Alejado más cada día
de la amarga miel de la vida,
que antes tanto yo quería
y que ahora de mí se olvida
al arrugar mis firmes manos,
al decolorar mis cabellos,
al oxidar mis dientes sanos
que antes blancos lucían tan bellos.
Cada vez más cerca estoy
de hacer de mi cuerpo un baldío,
ése es mi futuro, allá voy,
mi destino nunca fue mío.
El reloj no da tregua, corro
por alcanzar un solo segundo
que me robó el astuto zorro
gordo y redondo como el mundo;
nada obtengo, ni una migaja
queda de la persecución
a la más valiosa alhaja
y me hundo en la consternación.
Por cualquier cosa envejezco:
si como, si duermo, si vivo,
si río más viejo parezco
y con ninguna acción revivo.
Por más que del inevitable
tiempo huya, él viene a recordarme
con su muda voz nada afable
que está más cerca de abrasarme.
Autor: Emmanuel Santana (Juan el Camionero) (2000). Estudiante del quinto semestre de la Licenciatura en Letras Hispánicas por la Universidad de Guadalajara. A pesar de haber vivido gran parte de su vida en Guadalajara, su cambio reciente a Tonalá le ha ayudado a encontrar el cariño por la colonia donde vive. Encontró el gusto por la poesía a través de la exaltación de los aspectos más cotidianos de la ciudad. Árbitro un tiempo, estudiante otro tiempo. Entregado a los estudios de las letras, no hay nada mejor que pasear y encontrar en las calles la verdadera belleza que se ve todos los días y no se observa nunca.
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