Etiqueta: poesía y vejez

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Erosión – Poema de Emmanuel Santana

Como una flor que se marchita
por el tiempo que la desgasta;
como un arpón que debilita
a una criatura con piel vasta;
como un árbol que la edad seca
con la vejez y su calor;
como arma con la que se peca
y no se usa más por pudor.
Alejado más cada día
de la amarga miel de la vida,
que antes tanto yo quería
y que ahora de mí se olvida
al arrugar mis firmes manos,
al decolorar mis cabellos,
al oxidar mis dientes sanos
que antes blancos lucían tan bellos.
Cada vez más cerca estoy
de hacer de mi cuerpo un baldío,
ése es mi futuro, allá voy,
mi destino nunca fue mío.
El reloj no da tregua, corro
por alcanzar un solo segundo
que me robó el astuto zorro
gordo y redondo como el mundo;
nada obtengo, ni una migaja
queda de la persecución
a la más valiosa alhaja
y me hundo en la consternación.
Por cualquier cosa envejezco:
si como, si duermo, si vivo,
si río más viejo parezco
y con ninguna acción revivo.
Por más que del inevitable
tiempo huya, él viene a recordarme
con su muda voz nada afable
que está más cerca de abrasarme.

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Patio – Poemas de Dante Vázquez M.

Todos tendemos a hacer que la representación del mundo que nos rodea sea la más cercana a nuestros deseos, necesidades e ideas.

Giorgio Nardone

I

A veces un lugar olvidado,
a veces un baúl de juegos,
a veces un refugio soleado,
a veces un ataúd de egos.

Hay pasos marcados y caídas
abruptas e intencionadas
sobre el concreto resquebrajado,
ayeres raspados de las rodillas.
Hay recuerdos rojo escarlata,
núbiles gallinas degolladas,
corriendo desesperadas
por vivir, por impulso, por inercia.

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Por las tardes – Poemas de Juan David Cárdenas

Al abuelo

En un alma vieja
sólo emerge la ausencia,
decía papá señor.
Ahora yo soy el abuelo,
o abuelito,
en los cada vez más frecuentes
días de parqués,
acaloradas tardes de dados musicales
con arepa y guarapo
como cuando era pobreza,
porque le cuento,
ahora soy rico,
ya no hay tanta guerra,
puedo comer
bien fritico
y con buena salecita
la papita en paz.

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Cita a ciegas (contigo) – Poema de Rosa Martínez Guarinos

Mírate. Ya nunca regresará
ese aleteo de fiebre en tus mejillas,
te has convertido en una proyección
malograda de tu propia insistencia
y no sabes aceptar la derrota.
Desnúdate y observa
las primicias del derrumbe interior,
esa delicuescencia en que las formas
oscilan reagrupando contornos,
desbaratando moldes,
convirtiendo tu cuerpo en huésped
extraño de sí mismo.