Los Narutos de Schalper – Ensayo de Steff Cárdenas

A propósito de mis casi treinta años, el otro día mientras veía el catálogo del sistema de streaming me di cuenta que últimamente se ha apostado mucho por la animación japonesa, lo cual me hace sinceramente feliz. Fui de la generación que creció viendo Caballeros del Zodiaco, Súper Campeones y La Visión de Escaflowne, sólo por un canal, y si alternabas a la competencia daban Ranma ½, Dragón Ball y Pokemón. Allá por los 90 las televisoras tenían una inclinación por el entretenimiento asiático y era el paraíso, aunque —a riesgo a que me escuche igual que mis tíos de mayor edad— ya nada es como antes. Sin embargo, por aquellos años, recuerdo muy nítidamente cómo las amistades de mi mamá (y algunos familiares) trataban de convencerla de que Pikachu era el diablo disfrazado de amarillo, que Ranma ½ me haría homosexual (nada tuvo que ver) y que las letras de los opening de Inuyasha —que me sabía en español y japonés— eran una forma de adorar a Satán; todo esto desembocó en una cacería de brujas en mi propia casa. Todos mis pokemones (los 150 originales) desaparecieron, mis tres decks originales de Yu-Gi-Oh! (incluyendo el de Kaiba y la rarísima —en realidad era bastante común, pero en la serie mencionaban que sólo había tres en todo el mundo— carta de Dragón blanco de ojos azules) y mi beyblade de Kai Hiwatari (con todo bestia bit) tuvieron la misma suerte. Hubo drama, llanto y enojos, me castigaron por desafiar a la autoridad, y terminé por desarrollar un hábito de ahorro para comprar mis cosas.

Obviamente los tiempos han cambiado; tengo una pequeña colección de figuras de anime —de la cual me siento orgullosa— y veo a muchos iguales que se han convertido en aficionados al mundillo del manga y anime, el cual no es barato y tranquilamente, se puede decir, no es para todos.

No me considero una “experta” en materia, sin embargo, mis veinticinco años metida, a full, de forma ilegal y legal en el mundo me da un par de licencias en el tema, sobre todo de sorprenderme, inquietarme y, debo de confesar, reírme un poco, como cuando me tocó leer a una amiga chilena que me contaba cómo un político de su país trataba de motivar un proyecto de ley que prohibiría a “los Narutos” ingresar al país (Chile). No entendí el contexto en primera instancia; pensé que se refería a los aficionados del anime y el manga (una tía aún le dice “Gokú” a todo lo que sea anime), sin embargo, la risa fue sobrepasada por la preocupación cuando me di cuenta de que nada y todo tenían que ver con el popular anime de Masashi Kishimoto. Tuve que investigar a profundidad y después comprender el daño que puede ocasionar la ignorancia de las personas en relación con una contracultura que en los últimos años ha ganado tanta fama. Apenas la semana pasada me vi una película de anime en el cine y la sala estaba tan llena como esta contingencia permite estar.

Vamos contextualizando. Todos en algún momento hemos visto a este personaje rubio de ojos azules y vestimenta naranja llamado Naruto. Hay quienes dicen, incluso, que es “el Gokú de su generación”. Fue bastante popular a finales de los 90 y durante casi quince años se mantuvo en la preferencia de un número masivo de personas alrededor del mundo, pues más allá de sus peleas, la historia argumental tenía muchos elementos que la volvieron icónica. Dado a la popularidad que tuvo, se volvió un referente como lo es Pikachu, Gokú y Luffy. Naruto puede ser identificado por chicos y grandes, por conocedores y personas no versadas, como lo fue el caso de Diego Schalper, político chileno, que se pronunció y lanzó declaraciones poco acertadas ante el comportamiento de una de sus compañeras, Pamela Jiles, quien no encontró mejor manera de festejar la aprobación de una reforma más que corriendo por toda la sala del parlamento con la forma tan característica que tienen los ninjas en el mundo de Naruto para correr.

Schalper dice, mediante una entrevista en el programa Polos Opuestos de la radio chilena El Conquistador: “esta cuestión que bailó de rosado (…) es un baile de guerra de los Narutos, tengo entendido, no soy experto en la materia. Es una provocación del Naruto contra la autoridad, entonces tiene un simbolismo muy fuerte”, y continúa con bastante confianza: “entiendo que los Naruto son los soldados en el mundo anime que combaten contra, por decirlo así, las grandes autoridades (y) contra el poder”.

Demos un poco de créditos a su identificación del personaje por el modo de correr —vamos, que todos los que vimos Naruto intentamos correr como él, y hasta Crunchy Roll, hizo un estudio sobre si la forma de correr como Naruto era más rápida que la forma convencional—, pero el discurso se cayó cuando catalogó a “los Naruto” de antisistema y provocadores, que iremos diciendo que Naruto es todo menos lo uno o lo otro. A este punto pudo haber utilizado el personaje de Sasuke Uchiha, el personaje más difuso de la serie y el que tuvo todo un arco de rebeldía (aunque en ningún momento bailó, creo que el señor se ha de ver visto algún relleno que yo no), intensos momentos de insubordinación donde incluso tuvo intensiones de volverse Hokage (la máxima autoridad ninja) para cambiar el sistema desde adentro y ocasionar las debacles en la jerarquía de mando. Pero no: Schalper decidió utilizar a Naruto Uzumaki, ni más ni menos que el protagonista de la serie, el único personaje que sería todo menos un antisistema como quiso referir.

Claro que Naruto, la serie y el personaje mismo, está lleno de simbolismos muy fuertes —al respecto tengo un análisis con estricto rigor académico sobre uno de sus cortometrajes y que se presentó en la edición 2015 de FACINE en la ciudad de Tijuana—. También se debe de conceder que el acto al cual se refiere Schalper, el episodio vivido en la Cámara de Diputados, estuvo lleno de significados pero fue otro nivel de significado el hecho de que Naruto haya sido representado, de alguna manera, por una mujer de casi sesenta años en un foro tan visible como el parlamento chileno, esto provocó un puente de comunicación entre las generaciones más jóvenes, una partícula de la sociedad que se mantiene al margen, y la generación que está al poder, así como las generaciones que están tomando las decisiones en este momento. Más allá de ser una llamada al levantamiento en armas para desestabilizar el núcleo del país (como alude Diego Schalper) es una forma bastante efectiva de decirle a un sector social muy específico “te estamos viendo, y aquí estás siendo representado”. La capa rosa y los abanicos con plumas fueron más bien cosa de exhibicionismo propio de una celebración —ahora que, si nos ponemos muy profundos, podemos decir que fue una forma de representar a Donquixote Doflamingo, y estoy segura de que tendré una bomba en la puerta de mi casa a nombre de los Sombreros de Paja sucursal Tijuana por tal declaración—.

Dentro del mundo de los shinobis, el mundo de Naruto, el más fuerte y el que la gente reconoce, es el que se convierte en líder. No existe un camino oculto para llegar al poder, y eso es lo que Naruto Uzumaki sabe desde el inicio de la historia; después de todo, la serie tiene como columna vertebral dos premisas importantes: seguir los sueños propios y las formas del amor. Ningún villano dentro de la serie llamaba a la rebeldía porque sí, todos tuvieron motivaciones que tenían como último objetivo hacer del mundo un lugar mejor (aunque la mayoría —sino es que todos los villanos— con una visión errónea), y que al final se dieron cuenta de sus errores gracias a la intervención de Naruto (de ahí el chiste dentro del fandom de que Naruto es el profeta: convierte a cualquiera después de una plática, conversión no jutsu).

A lo largo de la serie vemos cómo Naruto pasó de ser un niño travieso —porque eso era, un niño travieso que quería llamar la atención—, a ser uno de los shinobis más fuertes en la historia ninja y que logró dicho objetivo trabajando a favor del gobierno y no contra él. El ejemplo que todo lector, espectador, fan o seguidor de Naruto debe de recordar es la conversión de Nagato, Pain para los camaradas, el líder de la organización criminal y terrorista Akatsuki que tenía como premisa adueñarse de las bestias de colas y así hacer que el mundo se purificara mediante el dolor que iban a infligir.

Pain se nos presentó como alguien con un triste pasado, pero al mismo tiempo como alguien que no se tocaría el corazón para alcanzar sus objetivos. Como buen villano, infringió tanto dolor para los personajes como para los espectadores, que terminó por ser repudiado, sin embargo, tras conversar con Naruto, que estaba a favor del gobierno (porque básicamente este último sí que estaba a favor de la estructura de gobierno que existía en ese momento e incluso él mismo aspiró siempre a convertirse en la máxima autoridad), el punto de vista y los valores que regían a Nagato cambiaron y mucha gente que había sido víctima de las atrocidades de Pain lograron quedar a salvo.

Curiosamente Naruto ayudó, indirectamente, al derrocamiento de un régimen, pues Pain había asesinado a Hanzou de la Salamandra, que era el líder absoluto y que mantenía bajo un régimen estricto a la Aldea Oculta de la Lluvia, no obstante, poca gente se enteró que Hanzou había muerto, (incluso para los líderes de las otras aldeas fue un secreto este detalle). Pain se encargó de usurpar y hacerse pasar por Hanzou de la Salamandra cuando era requerido, por otro lado (SPOILER) a la muerte de Nagato, y tras su arrepentimiento, Konan —aliada de Nagato— regresó a la Aldea Oculta de la Lluvia y gobernó bajo las enseñanzas que Naruto le transmitió a Nagato. Hasta este punto, ¿de verdad “los Naruto” van a representar a los antisistema?

De la misma manera que ocurrió con todo el asunto, que parece más un trabalenguas que otra cosa, vemos como no una o dos veces, sino muchas el personaje de Naruto se ve involucrado en los predicamentos típicos del héroe de ir contra las órdenes de sus jefes (el gobierno) o no. Casi siempre termina por romper estas reglas, pero siempre por ayudar a quienes más lo necesitaban y bajo la premisa de salvaguardar el delicado equilibrio del mundo ninja y del gobierno.

El motivo por el cual Jiles celebró aquel día del mes de noviembre fue por la propuesta de ley aprobada, que daba permiso al retiro de emergencia del 10% de las pensiones de los ciudadanos para dar cara a los problemas económicos causados por la pandemia, una asistencia que ayudó a muchos chilenos. Un motivo digno de un shinobi que sigue un camino ninja en pro de ayudar al prójimo. Un poco más drama y habría funcionado perfectamente en un capítulo de relleno de la serie.

Aquí el mayor problema de las declaraciones de Diego Schalper no es su ignorancia o la falta de respeto hacia los chilenos fans del anime y del manga (quitando de en medio si son o no seguidores de Naruto); aquí el problema es que se le da un resignificado a Naruto, utilizándolo como un adjetivo peyorativo hacia aquellos que expresen su desacuerdo para el gobierno. Naruto, quien se convirtió en la figura de admiración para muchas personas de diferentes generaciones, lo cual desacredita así las hazañas que el ninja llegó hacer en un mundo de fantasía, y servía (o sirvió) de inspiración para muchos otros.

¿Al rato que va a seguir? ¿Nombrar como Pilares a los policías opresores? ¿Decir que oniichan es un insulto? ¿La Liga de Villanos serán los activistas sociales?

De pronto recordé mi infancia y el bullying que rodeó mi crecimiento porque me gustaba el anime y el manga. No puedo creer que la ignorancia siga tan vigente en estos días. Quizás Pamela Jiles sí es una Naruto que va por ahí peleando por defender su camino ninja, en contra parte de otros políticos que ni a Akatsuki llegarían, y no sólo en Chile, sino en toda Latinoamérica.


Autora: Steff Cárdenas Terán (St. Yukiona en los Fandoms de Naruto, Haikyuu!! y Yuri On Ice!!!) (Veracruz, México, 1991). Egresada de la carrera en Lengua y literatura de Hispanoamérica, actualmente cruza la carrera de Sociología, ambas en la Universidad Autónoma de Baja California. Radica en la ciudad de Tijuana desde el 2012. Ha participado en foros de discusión como el Foro Cinematográfico FACINE (Tijuana, 2015 y 2016), su trabajo narrativo fue publicado en el Fanzine “Simulacro” (Tijuana, 2016), actualmente participa en la exposición virtual Shot (Monterrey, 2021). Fue parte de la antología Escúchalos amar (México, Taika Editorial, 2021), en la antología de cuentos Pesadilla (España, Ojos Verdes editorial, 2016) y publicó la novela corta La tormenta y la serpiente (México, Taika Editorial, 2021). Ha escrito de forma activa en plataformas como Wattpad y Fanfiction.net desde 2006 hasta la fecha. Actualmente es coordinadora de un departamento de publicidad y mercadotecnia, en sus ratos libres escribe ensayo, narrativa y crónica de viaje, además de comer taquitos y ver anime.