El arenero – Poema de Edis Namar

Esta maldita circunstancia
de echar raíces en tierra yerma,
de reconocer en sus grietas
los surcos de las manos.
La desoladora certeza
de que los laberintos
no contienen el cosmos.
La fe en la simetría,
como si se escucharan pasos
al otro lado de los muros,
como si tras los pisos
manara el filo de los clavos,
como si nuestros rastros
deambularan en el arriba
de otra parte fantasma.
¿Acaso somos transparencias
monstruosas dentro del ropero,
los hologramas espectrales
de una dimensión superpuesta?

Este desovillar del punto
las aristas del universo,
como si no fueran astillas
casuales de un caos comprimido,
sino trazos de un alfabeto
de todas las respuestas,
un amuleto fragmentado
del cual brotó la urdimbre
euclidiana que nos estrecha
este royente batir de alas,
estas garras limando
las concavidades del sueño,
estas dunas inmemoriales
que pensamos, oh, vanidad,
raedura de nosotros,
pergamino desmoronado
de nuestras noches de vigilia,
polvo cuya naturaleza
es igual que la de los astros;
y este enjambre de gránulos
que sentimos acumularse
en las esquinas de las formas
es el abismo hozando
el corazón del hombre.

Es el abismo que hinca
sus colmillos para verterse
en las entrañas y buscar
el ángulo enarcado,
la zona de mayor tensión
donde se transparentan
los horrores del sinsentido,
la arquitectura onírica
que olvidamos al despertar,
como si este conjuro
que imanta nuestra vista
por una filigrana
de vértices y curvas
de esmero cartográfico
nos distrajera de los ojos
entre los quicios de las puertas,
de la piel escamosa
en los vanos de las ventanas,
del ala de quiróptero
que cubre el firmamento
y cuyas motas, que parecen
fulgurar, parpadean…

Es una aletada la noche
donde no se lee el destino,
búhos en parvada viéndonos,
apostados sin artificio
en la membrana terrorífica
royéndonos con la mirada,
devastándonos con los ojos,
ojos dentados que aciberan
el alma desde que nacemos,
alma que ya no es nosotros
al convertirse en limadura,
limadura que suponemos
la materia onírica
que brota de la humanidad
cuando duerme, como si fuera
su más vital creación;
sin embargo, es la bestia
dispersada por el fiat lux
a través del espacio,
que por eones ha ido
recobrando su cuerpo grano
a grano y del cual somos parte.

Un amasijo es el hombre
de una voluntad caótica.
Soñar es un volver agónico
a nuestro estado puro,
es convertirse en polvo,
erigirse en el Arenero.


Autor: Edis Namar. Estudió Lengua y Literaturas Hispánicas de la UNAM. Actualmente, se desempeña como profesor de español en una preparatoria de Ecatepec. Ha hecho colaboraciones en Cine3.com y en el extinto portal Coma Suspensivos.