Hacia el haiku en español – Reseña de «Seis claves para leer y escribir haiku», de Seiko Ota, por Alejandro Chirino

La fortuna del haiku en el mundo hispanohablante ha sido extraña. Por un lado, ha gozado de numerosas traducciones directas del japonés, además de que se han escrito una gran cantidad de haiku originales en español, y ambas aumentan cada año con nuevas publicaciones digitales e impresas; por otro, el haiku ha tenido la mala fortuna de ser muy practicado pero poco comprendido, e imprecisiones y estereotipos continúan propagándose incluso entre poetas y lectores experimentados. Esto probablemente se deba a la lectura reiterada de un grupo reducido de textos y autores populares o canónicos que abordan el haiku con una mirada audaz pero un tanto incompleta (los ensayos y las versiones de Octavio Paz) o de plano infame (pienso en Rincón de haikus de Mario Benedetti). El desconocimiento de la lengua japonesa agrava la visión exotista del haiku, pues impide la lectura directa de los haijin (俳人, poeta de haiku) japoneses y el acceso a los mecanismos poéticos internos del poema que son patentes sólo en su idioma original. A pesar de esto, el haiku ha sorteado estas brechas y se ha aclimatado con éxito a la sensibilidad y a la poética occidentales, en gran medida gracias a publicaciones de divulgación que han ayudado a un entendimiento más profundo entre los hispanohablantes, como El haiku japonés: Historia y traducción (Hiperión, 1994) de Jesús Rodríguez-Izquierdo, Haiku-dō: El haiku como camino espiritual (Kairós, 2008) y Aware: Iniciación al haiku (Kairós, 2013) de Vicente Haya, ambos excelentes traductores y haijin. Seis claves para leer y escribir haiku (Hiperión, 2020) de Seiko Ota se une a esta nómina esencial para la comprensión de una forma poética tan cercana y tan ajena.

Además de ser una haijin consumada, Seiko Ota conoce bien la fortuna del haiku en español. Su ensayo José Juan Tablada: su haikú y su japonismo (Fondo de Cultura Económica, 2014) es un estudio valioso sobre el poeta mexicano y sus antologías temáticas, traducidas y editadas junto con Elena Gallego y publicadas también por Hiperión, son libros de cabecera para cualquiera interesado en la riqueza literaria e histórica del haiku japonés más allá de los nombres ilustres que todos conocen. Algo que distingue a Seis claves de otros libros similares es que probablemente sea el primer libro sobre haiku escrito en español por una persona japonesa, no se diga ya una mujer y una haijin. La importancia de esto radica en que, a diferencia de los haijin occidentales, los japoneses sean poetas o no viven el haiku en su vida diaria, aun si no son del todo conscientes de ello. Es recurrente notar que los poetas en Europa y América, cuando hablan de haiku, por lo general resaltan un solo aspecto como el principal: la métrica fija, la imagen de la naturaleza, la economía del lenguaje poético. Pero el haiku es todo eso y mucho más; la reducción en este caso no intensifica, sino empobrece.

Como Ota explica en el prólogo, al decir que los japoneses “viven cotidianamente” el haiku, se refiere en específico al principio del kigo (季語, lit. palabra de estación), primera y principal de las seis claves que el libro presenta. Como su nombre sugiere, el kigo es la palabra que evoca una de las estaciones del año en el haiku: la flor de cerezo, la flor por antonomasia es kigo de primavera por brotar en esa estación. El kigo posee una diversidad impresionante y puede representar flora, fauna, clima, panoramas, sensaciones, objetos mundanos, alimentos, bebidas y actividades humanas; incluso hay kigo específicos para las etapas tempranas, intermedias y tardías de cada estación (y en Japón se cuenta una estación adicional: el año nuevo). Existen, además, diccionarios especiales llamados kiyose 季寄せ que reúnen y clasifican las palabras de estación, y son un recurso invaluable para cualquier haijin. Ota ilustra la ubicuidad del kigo en la vida de los japoneses mediante una lista de las comidas estacionales y festivas a lo largo del año; prácticamente no hay periodo o fecha que carezca de una comida especial, un kigo en potencia. En esto recae la centralidad del kigo en el haiku: no sólo representa el paso de las estaciones y, por extensión, la transitoriedad de la vida y la renovación del tiempo, sino que también establece una comunión entre poeta y lector al evocar una serie de asociaciones culturales de una tradición específica que rebasa el ámbito literario y se sumerge por completo en el imaginario vital de un pueblo.

Cuando un haiku japonés menciona “la flor”, hana (はな, , es decir la flor del cerezo), en esa palabra ya se evocan todas las asociaciones culturales que ha acumulado a lo largo de la historia: el inicio de la primavera, su aroma y su color, la juventud, la comunión entre quienes van a ver los cerezos florecer, la fugacidad simbolizada por los pétalos que en cuanto brotan, caen… Uso este ejemplo por ser el kigo más famoso, pero algo similar podría decirse de todos los otros. Cada región y cada época produce sus propios kigo, y con el tiempo el acervo se va enriqueciendo gracias a la labor de haijin individuales. Como un gran haiku se crea a partir de la observación atenta y solidaria del mundo, Matsuo Bashō decía que el mayor regalo de un haijin es descubrir un nuevo kigo y así expandir el imaginario común del haiku. Por supuesto, ya que el kigo es sólo cabalmente inteligible en función de la cultura, cada país tiene los propios y poco sirve calcar los de Japón. En el caso de México, los chiles en nogada son un kigo de verano tardío, pues es un platillo típico de septiembre, y la flor de cempasúchil es uno de otoño, en específico del Día de Muertos.

Si bien existe el haiku sin kigo, llamado muki (無季, lit. sin estación), este elemento sigue siendo crucial para la elaboración de un buen haiku y para expandir y profundizar las posibilidades expresivas del poema, en especial fuera de Japón. Ota observa que en el mundo hispanohablante aún no ha habido gran avance con el haiku debido a la poca atención que el kigo ha recibido históricamente en estas latitudes, al grado que se le ha confundido con la mera presencia de imágenes de la naturaleza, sin más. No obstante, poco a poco se ha subsanado esta falta gracias a la difusión de más y mejores traducciones y ensayos sobre el haiku, en especial en sitios de internet como Paseos.net y El Rincón del Haiku. Un proyecto que no se menciona en el libro pero que debe entusiasmarnos es el sitio Haiku y Kigo, a cargo de la haijin y traductora sinaloense Cristina Rascón Castro; se trata de un verdadero kiyose mexicano que sin duda ayudará a formar una fuerte tradición del kigo nacional y que aún puede enriquecerse con más kigo. El ideal sería que cada país hispanohablante, aun compartiendo la misma lengua, tenga su propio kiyose que dé fe de la variedad de experiencias y panoramas de su cultura, ecología e imaginario poético.

Si en esta reseña he puesto especial énfasis en la palabra de estación es porque el kigo ya contiene las cinco claves restantes que el libro trata. Ota dedica un capítulo a cada una, ilustrándolas con una riqueza de haiku y citas de trabajos teóricos inéditos en español. Para desarrollarse plenamente como forma poética el haiku en español debe adoptar y adaptar las sutilezas del haiku japonés, empezando por el kigo. Debe aspirar a lo novedoso (atarashimi, 新しみ), a enriquecer el mundo poético con el mundo real cantando lo que nadie ha cantado antes. Si Bashō y Shiki renovaron la forma del haiku fue porque realizaron una revolución lingüística y poética: usaron palabras que no habían aparecido en las antologías imperiales y buscaron nuevos kigo y nuevas perspectivas de kigo tradicionales. Una de las formas de escribir un haiku novedoso es usar el método de combinación de dos temas (toriawase, 取り合わせ), creando nuevas relaciones entre temas y kigo contrastantes. La omisión es crucial: verbos, explicaciones, palabras superfluas, el yo del poeta, todo aquello que estorbe a la captación del instante debe omitirse para permitir que el lector complemente y participe de la visión poética con su interpretación. Un aspecto poco conocido del haiku es que no es simplemente un poema sobre la naturaleza, es un canto de saludo y de diálogo con ella. El kigo es de gran ayuda para la omisión porque otorga cohesión estructural al poema y economiza las palabras al concentrar una gran cantidad de significados poéticos en una sola voz y con frecuencia es el objeto del saludo del poeta y el eje del diálogo con el lector. Finalmente, la escritura del haiku es una de cooperación en la creación, algo que se resalta a lo largo del libro. El haiku construye una comunidad de lectores y entre poetas que se apoyan y revisan sus poemas para enriquecer el haiku en general.

De cierta forma, Seis claves es también un saludo a los haijin hispanohablantes y a todos los interesados en el haiku. Va más allá de una introducción: ayuda a construir la comunidad del haiku, que es esencial para el desarrollo de esta forma poética en otras lenguas y países. No quisiera llamarla una lectura obligatoria —las enseñanzas de Ota son liberadoras, de un gozo tremendo— pero sin duda es un libro imprescindible.


Autor: Alejandro Chirino (Ciudad de México, 1994). Escribe poesía, ensayo y cuento. Su trabajo se ha publicado en revistas como Otros Diálogos de El Colegio de México, Página Salmón, Bitácora de Vuelos, Marabunta: Revista Literaria, Los Demonios y los Días y Revista La Caída.