Itinerario de la Infancia – Poemas de Mario Benavides

Si no la infancia,
¿qué había entonces allí
que no hay ahora?

Saint-John Perse

Saúl

El camino es un hermano
sediento de sueños.
Por la dura cuesta
desciende el sol,
la verde lozanía.
Despacio avanzas
y tus ojos se empapan
hasta el hartazgo
en el asombro de la luz.
Paso a paso
el mundo
se asoma en la senda,
paso a paso
la senda se convierte
en el inquieto hermano
de tus mejores recuerdos.
Ahora vas,
ahora vienes
y celebran
tu paso
el rocío,
los guardianes del bosque,
los ángeles matutinos
guarecidos bajo la sombra,
hasta que una suave voz de mujer
desde la casa
te llama clamorosa.
Debes volver.
¡Justo ahora
que al fin
el sol abrevaba
en tu regazo
y vacilaba
el valle entero
entre tus brazos!

El camino es un hermano bueno
sediento de sueños,
y tú eres su sueño
cuando bajas silbando alegre,
con tu aliento teñido
por las dulces tonadas del campo.
¡Venid, hermanos!
¡Venid, caminos!
La aurora hoy
nos ha regalado
sus frutos.

*

Los eucaliptos

Ceñido está mi corazón
a vuestro recuerdo,
¡oh, gigantes dichosos,
dueños de la penumbra!
A mi oído llegaba
en las noches de espanto
vuestro susurro crepuscular.
Erais aquellas altas sombras
que custodiaban en secreto
el sagrado fuego del hogar 
y con vosotros venía el eco
de voces y sueños prohibidos,
de arduas jornadas
por remotos territorios sin nombre.
Un incienso luminoso
surgía de vuestro leve pulmón vegetal
y empapaba las alas de las luciérnagas
que flotaban entre vuestras ramas
al atardecer.
¡Preludio del canto de los difuntos,
del silencioso acorde de la nostalgia!
En aquellos días dulces,
el horizonte plegaba sus alas
sobre vuestra piel fragante
y un niño
os contemplaba asombrado
desde el patio cercano.
Allí donde comenzaba el camino,
allí donde unas manos frugales
preparaban en silencio
la partida.

*

Las lavanderas

El río es un delirio de espumas y de hojas muertas,
que se desliza bajo la sombra de árboles fragantes.

Envueltas por el humo azul de los recuerdos,
aquellas mujeres cantaban,
y su canto era como el dulce aliento
que desprenden las hojas de eucalipto.

¡Canciones a la vera del río,
donde un niño contempló atónito
el cielo de abismos
entre orillas desmesuradas!

Aquella mujer volvía sola por el camino
y su camino era el ronco latido de los perros,
la hoguera nocturna de cocuyos
a su paso.

Volvía,
y en su voz trajo
el color secreto de los sueños. 

Ella regresaba al anochecer
a desgranar maíz junto al fuego
y a su lado dormía feliz un niño.
Lo arrullaban las cigarras,
el susurro de grandes hojas
estremecidas en el bosque por el viento.

*

En la laguna del valle

Rutas.
Rutas sin testigos.
Aquí el silencio todavía es puro.
No acaba el amanecer
en donde la luz brota de antiguos manantiales.

*

En la piedra del diablo

La piedra les concedió la leyenda
y de la leyenda
surgieron las montañas,
el inmenso valle,
y el sonoro riachuelo,
también el canto
que un día surcó
el aire azul inmemorial.
Pero la piedra perdura,
perdura aún sobre el olvido.


Autor: Mario Benavides (Colombia, 1972). Médico veterinario y amante de las letras. Actualmente, está por terminar una maestría en filosofía contemporánea. En 2020, publicó varios poemas y un relato en revistas literarias de Colombia y México.