Prótesis y deseo: ¿Cómo el juguete sexual es parte de nosotros?

Prótesis, deseo y juguetes sexuales

Ilustración de Carlos Gaytán

¿Qué es el juguete sexual sino una prótesis paródica de nuestra propia capacidad de excitación? El dildo, como materialidad semiótica del falo, es sólo un comprimido de silicona médica que por su limpieza, fácil manejo y adaptabilidad térmica es el juguete sexual por excelencia. Algunos fabricantes que incluyen componentes mecánicos en sus artefactos o buscan causar sensaciones más duras con sus productos finales, deciden implementar el plástico ABS, el cual permite ocultar los componentes frágiles del juguete y brindar una sensación distinta al tacto de aquellxs quienes buscan más solidez en su existencia erótica.

Del caucho sintético combinado con aceites orgánicos resulta un material muy parecido a la piel humana que los encargados del marketing de estas empresas han acertado en llamar ciberpiel. Este material suele ser más costoso porque procura emular el aspecto somático de los genitales y tal propósito requiere de una impecable manufactura. Incluso, algunas empresas apuestan por alejarse del diseño tradicional de los juguetes y reinventan el aparato tanto en construcción como en características. 

Por un precio especial para coleccionistas, pueden conseguirse dildos de Pokémon —cuya apariencia varía según lo indique el Pokédex del deseo—, de Marvel, de DC, de Game of Thrones, de My Little Pony, de Steven Universe, de Sailor Moon, de dinosaurios, de dragones, de zombis, de robots y de casi cualquier cosa. Esta parodia llevada a niveles de fandom demuestra que nuestro deseo tiene forma plástica y no fálica. Es insostenible caer en esencialismos; un huevo de dragón vibrador no está poniendo al patriarcado en un pedestal. Debemos estar en camino de tantear la experiencia prostética erótica y reconocer que ha sido construida en nosotros con la misma importancia intersubjetiva que la de una prótesis biónica en un cyborg.

Las prótesis de todo tipo no pretenden construirse a sí mismas, sino construir el destino final de su encargo: nosotros. Estamos superponiendo capas semióticas que nos agregan —o desagregan— significado. Pero las prótesis no pueden agregarse solamente ignorando las redes de significado de las capas anteriores; de hecho, el modo que tienen los materiales prostéticos para superponerse es tirando de uno o más hilos del sujeto. 

Así, tenemos juguetes sexuales que se combinan con la capa tecnológica en nosotros con el fin de presentar nuevas experiencias eróticas remotas y de incorporarse a nuestro aparato cognitivo. Lovense, por ejemplo, es un juguete sexual interactivo que se puede controlar por Bluetooth y por wifi; la compañía los llama juguetes sexuales teledildónicos y tienen más de once variedades distintas. Los juguetes Lovense son famosos porque muchxs streamers eróticxs configuran sus funciones con la plataforma de transmisión en vivo, lo que permite al público regular la intensidad y el tiempo de la vibración conforme al dinero donado.

Alguien con mucho tiempo libre y dispuestx a gastar su dinero podría fácilmente mantener la vibración a su gusto durante toda la transmisión que suele durar unas dos horas. Pero el control teledirigido no siempre viene de patrocinadores. Hace poco, alguien con mucho tiempo libre y dispuestx a conseguir dinero, logró descubrir una vulnerabilidad en la API de un juguete de castidad BDSM. Ese descubrimiento le dio control total y remoto sobre cientos de jaulas masculinas. El hacker no sólo tenía acceso a la ubicación, a los datos y al control de la jaula; en últimas, tenía acceso a la experiencia prostética de los usuarixs, esto es, a la compleja superposición de capas de subjetividad. A sus cuerpos.

Se pidió un rescate en bitcoins por abrir la jaula para el pene de cientos de personas. La empresa corrigió el error en una actualización de software que llegó poco tiempo después. Algunxs tuvieron la suerte de no estar usando el juguete en ese momento. Una ventaja de las prótesis biónicas es que son reversibles, pero ¿qué cyborg quiere quitarse una prótesis biónica? ¿Cuánto falta para que un ataque de ransomware secuestre nuestro deseo? ¿Y si ya lo hizo? El internet de las cosas no es sólo “screw it, put a chip in it”. Delante del chip hay un espacio cognitivo y somático para enjaularnos. O para liberarnos, si pagamos en bitcoins.


Ilustrador: Carlos Gaytan Tamayo (Ciudad de México, 1999). Estudia Ciencias y Artes para el Diseño en la UAM Azcapotzalco. Formó parte de varias exposiciones colectivas de cartel en su universidad. Algunas de sus obras ilustran artículos de Cultura Colectiva. Su trabajo se inspira en diversas técnicas y se encuentra en el diseño gráfico y la ilustración.

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