Ruptura || Poema de Giselle Lucía Navarro

He visto partir a un hombre hacia el olvido.
Mi edad conoce la soledad
pero no le pone nombre.
Ya no existe quien me asombre
y pueda prestarme el miedo.
Ya no habrán culpas o enredo
que me impulse hacia otra cumbre.
Vivir será una costumbre
para alimentar mi credo.

Un hombre de lejos fluye
entre promesas y vientos,
se inventa los movimientos del azar
y me construye un mar,
porque se destruye la pared de nuestra casa.

Un hombre así
a veces caza mi inocencia con su anzuelo,
pero no me quito el velo,
su deseo no me abraza.
Sin casa,
pero sin barcos,
sin fusiles,
sin trofeos,
con los vientos,
mis museos
y la humedad de mis arcos,
contemplo los desembarcos del destino.

En esta tierra
no hay nada oculto.
Destierra la quietud de nuestras redes hacia el mar.
Caen paredes.
No hay quién declare la guerra.

Una guitarra se oxida
en el fondo del derrumbe
que un poema, por costumbre,
a veces salva o suicida.

El tiempo es la sobrevida:
ya se vencen los abrazos,
ya nada amarra los lazos de nuestra mesa,
ni existe la necesidad.
Resiste solo el calor de los plazos.

No te arrepientas.
No es mucho lo que pierdes.
Lo que gano
me regala un meridiano de sorpresas.
No serrucho tu imagen,
pero no escucho
ni tu voz ni tu silencio.
Hallo una ruta.
Potencio la sonrisa en mi mejilla.
No me duele tu costilla.
Te olvida mi voz.

(Sentencio mi decisión,
este aprisco.)

Mi lengua siempre en su llama. Mi equilibrio.
Lo que inflama este terrible mordisco
es la traición,
su obelisco esparciendo un gran veneno.

Regreso al mar.
En su seno se reparte mi cordura.
Borro quejas,
amargura,
todo aquello que no es bueno.

Beso la espuma.
Regresas.
Estás triste.
Estás alegre.
Cada palabra que integre tu discurso
son promesas sobre el viento,
si atraviesas lo ingenuo,
la sal…
El lado más temible del pecado.
Tu sendero ya no avanza
y mi juventud se cansa
de crecer a tu costado.

No le temo a lo que inmola,
al frío,
a este desapego.
Le he puesto un bozal al ego
para evitar su gran ola.
No le temo al mundo.
Sola me enfrento siempre al camino.
No me quejo,
no adivino,
recorro cada horizonte,
soy la que viene del monte
y en cada esquina germino.
Mi cuerpo/ciudad/madera
siempre admite otro recorte.

Los pájaros van al norte
pero existe una frontera
desafiando las banderas
que estremecen con sus alas.

Yo no salto.
No hallo galas que compensen el naufragio.
Tampoco escondo el presagio.
Tampoco guardo mis balas.

Fue eterna la despedida.
tras mi maleta hubo un astro.
¿Será el tiempo solo un rastro que me duele en la partida?

Tu silencio me convida a desmembrar lo vivido
pero siento que he mordido un trozo de pan sagrado.
Hoy siento que algo ha cambiado.
Siento que he matado un nido,
pero un árbol me cosecha.
Entre el desierto y la ortiga
soy tan solo alguna hormiga analfabeta.

No hay fecha
para esta mujer desecha
que me grita en el reflejo.
Recapacito.
Algo dejo tatuado en ti.
Algo abandono,
pero todo lo perdono:
nada ensucia el nuevo espejo.

Alzo mi casa.
El peligro puede estar siempre en su puerta
No hago un puente.
Estoy alerta de las costras.
No denigro ese equilibrio.
No emigro ni dibujo otros aviones.
Mi cuerpo tiene razones para incendiar lo que arrasa.
Mi cuerpo, como mi casa, resiste a mucho ciclones.

Los barcos, la casa, el mar
se escriben en mi cabeza con paciencia.
Algo me empieza a germinar por azar.
Mi soledad
ve zarpar el recuerdo y sus cerrojos.
Nos separan estos rojos disparos de fe.
Maduro.
La distancia es ese un muro
que alguien siembra ante mis ojos.

*Premio Guillermo Cabrera Álvarez a Autor Joven, que otorga el periódico Juventud Rebelde, en el Festival Ala Décima 2020

***

Fotografía de Javier Pérez.

Autora: Giselle Lucía Navarro (Alquízar, Cuba, 1995). Poeta, narradora, diseñadora y gestora cultural. Licenciada en Diseño Industrial por la Universidad de La Habana y egresada del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso. Profesora de la Academia de Etnografía de la Asociación Canaria de Cuba. Dirige el Grupo Literario Silvestre de Balboa. Ha obtenido diversos reconocimientos entre los que destacan el Premio José Viera y Clavijo de ciencias sociales, Premio Benito Pérez Galdós de ensayo, Premio Edad de Oro 2018 de poesía para niños, el Pinos Nuevos 2019 de narrativa infantojuvenil y el David de Poesía 2019 que otorga la Unión de Escritores y Artistas de Cuba. Ha recibido menciones en los concursos internacionales Ángel Gavinet (Finlandia, 2012), Poemas al Mar (Puerto Rico, 2012) y Nósside (Italia, 2019). Ha publicado Contrapeso (Colección Sur, 2019), El circo de los asombros y la novela infantil ¿Qué nombre tiene tu casa? (Gente Nueva, 2019). Textos suyos han sido traducidos al inglés, francés, italiano y turco, y publicados en antologías y revistas de Cuba, España, Chile, Bolivia, Italia, Francia, Turquía, Perú, Kenia, Estados Unidos, Colombia, México, Finlandia, Venezuela, Argentina, Puerto Rico, India y Bélgica.