Receta para hacer puchero
Aprendí a cocinar caldo de res
como lo hacía mi madre,
grabé los ingredientes en el cajón
de un agosto con olor a epazote.
papas, calabacita y dos dientes de ajo
Mi madre hundía en el fogón
una olla que no era de barro,
de allí comíamos todos:
diez bocas hambrientas listas
para roer el hueso negro de la tarde.
chayote, zanahoria y cilantro
Cuando sus hijas fabricaron
la casa de otro sueño,
mi madre olvidó alimentar las cazuelas
con sal y granitos de maíz,
y el fuego requemó las ramas de mezquite
que lloraban en la lumbre.
Elote tierno, chamberete y trozos de repollo
Yo cocino el puchero en una estufa
sin leña y sin humo,
arrojo las verduras al corazón
del agua calcinada
y corro a teclear un poema desabrido.
Mientras trazo la duda,
espero a que la carne se suavice
en el calor artificial
de la electricidad y los fierros.
ejotes, sal y un puñado de frijol
El cocido suelta un hervor apagado,
pongo diez platos sobre la mesa
pero en esta casa huérfana
no hay nadie, ni siquiera estoy yo,
sólo un apetito de clavos y cenizas
limón, salsa y tortillas calientes
para acompañar.
*
Humo
Hubo un tiempo donde respirar resultaba más fácil,
el aire no olía a miedo,
a llantas quemadas,
a gasolina vertida en el asfalto.
La lluvia ácida era un desastre que sólo sucedía en las películas,
un problema a mil kilómetros de distancia;
nadie pronunciaba
palabras corrosivas como dióxido de nitrógeno,
emisiones contaminantes,
chimeneas tóxicas.
Antes de que el azufre cubriera las playas,
las tardes de verano
eran una peregrinación de nubes y veleros bañados por el sol:
solíamos arrojarnos sobre la arena de mar
y nuestros ojos navegaban
la luz azul de un cielo sin heridas.
En los ojos sedientos, los días nublados se convertían
en un prodigio de agosto,
el milagro que alimentaba la tierra marchita;
bebíamos gotas de agua fresca,
los pies desnudos bailaban bajo la lluvia transparente del Edén.
Hubo un tiempo donde respirar no asustaba,
cuando llenar el pecho
con jirones de viento parecía inofensivo,
las serpientes de humo
no envenenaban el horizonte, los bosques de cactus, la sangre.
[La ciudad estaba lejos de ser
este pozo de lumbre y pulmones rotos
que silencioso arde en el desierto].
***
Autora: Yaroslabi Bañuelos (La Paz, Baja California Sur, 1991) es psicóloga, poeta y editora. Ha recibido el Premio Estatal de Poesía “Ciudad de La Paz” por el poemario Otro agosto habita el aire, asimismo, obtuvo el premio de los Juegos Florales Nacionales Carnaval La Paz 2019, así como los XLVI Juegos Florales Margarito Sández Villarino y el Primer Concurso Municipal de Poesía “Letras Nuevas”. Fue becaria del Programa de Estímulo a la Creación y al Desarrollo Artístico (PECDA) 2016-2017. En 2018 y 2019 obtuvo la beca “Inés Arredondo” para asistir al Encuentro Internacional de Literatura 13 Habitaciones Propias, realizado en Culiacán, Sinaloa.