Las migraciones de la fe

Ilustración de Valeria Pérez Aguirre

A muchos nos ha llegado a preocupar la desfachatez con la cual la información, del tipo que sea (ficticia, sañosa, interesada, interesante, valiosa, violenta, valiente), circula fugazmente por el internet. Sobre todo, asusta el hecho de no poder diferenciar entre lo falso y lo real, entre lo bien trabajado y lo hecho con las patas, entre lo sincero y lo oportunista. Los pocos filtros y las imperceptibles profundidades que habitan detrás de cualquier pestaña en internet son testigos de las condiciones de empate que caracterizan al mundo de lo virtual. Sin embargo, ya se encargan otros de explorar las problemáticas de este fenómeno y aquí nos toca más bien identificar sus ventajas que, en tiempos de pandemia, son muchas.

Las nuevas formas que han sido adoptadas por los museos y otros espacios para continuar exponiendo y construyendo diálogos en torno al arte pertenecen ahora a este terreno más o menos parejo del internet. Hoy en día, las desemejanzas en presupuesto y renombre de alguna manera pierden relevancia en la medida en que las posibilidades de todos los recintos se ven limitadas a ciertos formatos específicos (videoexposiciones, contenido en redes, sesiones por zoom). Dentro de este contexto surge la exposición audiovisual Creencias que migran. Íconos de identidad del Centro de Investigaciones sobre América del Norte (CISAN), de la UNAM.

Si bien el CISAN parte de un enfoque multidisciplinario, no es un espacio dedicado a la realización de exposiciones de arte. Sin embargo, en la medida en que los nuevos formatos expositivos tienden a lo virtual, el universo de los discursos curatoriales se vuelve más accesible para cualquier tipo de organismo que produce y difunde conocimientos. De esta manera, con un diseño sencillo, el Centro de Investigaciones realizó un video de menos de cinco minutos, en el cual se exhiben fotografías que narran las transformaciones de los imaginarios religiosos ante el fenómeno migratorio del Sur a Estados Unidos y Canadá.

Captura de pantalla de la videoexposición: Guillermo Arias, Caravana Migrante, San Pedro, Tepantepec, México, 2018.

La exposición fotográfica virtual se divide en cuatro ejes temáticos: identidad/comunidad, protección/sincretismo, apropiación del espacio público y desacralización de lo sagrado. Dentro de estos núcleos, vemos diferentes tipos de imágenes, como los retratos de la fotógrafa mexicana Lourdes Almeida de las calles, locales y habitantes latinos de las ciudades de Los Ángeles y San Diego. Se incluyen también fotografías de algunas obras del pintor y muralista George Yepes y del muralista Paul Botello, ambos criados en el crisol de “East L.A.”.

Asimismo, se incluyen algunas fotografías anónimas, otras colectivas y algunas más caseras, que relatan las adaptaciones y reelaboraciones de las imágenes religiosas a partir de sus nuevos contextos. Podemos observar, por ejemplo, un pequeño altar doméstico en Ontario, Canadá; o también un torso de hombre tatuado bajo el título de Chicano Tatoo. Todas las imágenes nos comparten miradas de las diversas experiencias de la fe inscrita en el proceso de la migración.

¿Qué sucede con los íconos religiosos de quienes migran? ¿Qué cosas se actualizan y cuáles permanecen inmutables?

Captura de pantalla tomada de la videoexposición: Paul Botello, The Virgin’s Seed Mural, Los Ángeles, California, 1991.

De la mano con la exposición, el CISAN también realizó una mesa redonda transfronteriza, en la cual participaron expertos del mismo Centro, de UNAM LA y UNAM Canadá, para reflexionar en torno al papel de la religiosidad en la comunidad de migrantes latinoamericanos en América del Norte. Esta charla, titulada “Con la devoción a cuestas: la fe del migrante», se llevó a cabo en vivo el pasado viernes 26 de julio y duró poco más de una hora. Actualmente, se encuentra en YouTube y cuenta hasta el momento con dos visualizaciones y un like.

Comento esto sin el menor ánimo de demeritar el trabajo de quienes organizaron y participaron en esta mesa redonda, sino al contrario: la realidad es que la difusión que puede tener este tipo de contenido es mucho menor a la de una exposición fotográfica virtual como la que se realizó paralelamente. La accesibilidad en términos de lenguaje y sobre todo de tiempo que ofrece el video de Creencias que migran. Íconos de identidad, hace que su alcance sea indudablemente más grande. Por otro lado, por mayor profundidad y especificidad que pueda abarcar un diálogo entre académicos, el tema de la migración, con sus múltiples aristas y su constante latencia, simplemente no puede quedarse encerrado en estos espacios.

El formato de la exposición virtual pone muchos temas sobre la mesa, los cuales evidentemente no pueden desarrollarse con la perspicacia y la hondura con la que permite un formato como el de la mesa redonda. Lo que sí es que el video aporta nuevas miradas a la hora de pensar a la religiosidad de los migrantes, muchas de las cuales surgen desde el fenómeno mismo y crean puentes de diálogo más directos. Ambos proyectos, pues, se complementan muy convenientemente (y aun así no bastan).

Captura de pantalla tomada de la videoexposición: George Yepes, Pieta, 1993.

De modo que, utilizando un fondo virtual de lo más simpático, que simula las paredes de un museo, el Centro de Investigaciones sobre América del Norte explora las posibilidades del campo curatorial. Se aborda el tema de los imaginarios religiosos ante el contexto de la migración de América Latina hacia el terreno norteamericano. Si bien no pretendo hacer aquí un diagnóstico preciso de las potencialidades de este suceso, me parece que la incursión de diferentes iniciativas en ámbitos expositivos puede abonar mucho a los conocimientos que se producen desde estos proyectos. También, creo que los formatos digitales facilitan y democratizan la entrada de otros campos al ámbito de la curaduría de arte, sin la necesidad de la validación de algún museo u otro aparato cultural hegemónico.

Así como los imaginarios religiosos migran junto con las personas migrantes, adaptándose y construyendo nuevos referentes sociales, políticos y estéticos, así migra también la información.

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Ilustradora: Valeria Pérez (1997) es principalmente bailarina. Nació y creció en la Ciudad de México y a los 18 años se fue a Canadá para continuar sus estudios en danza clásica y contemporánea. Además de la interpretación, Valeria tiene un interés por la coreografía y lo multidisciplinario como la videodanza y la ilustración.