Hace poco fue mi cumpleaños y Mariana me trajo un libro. Es una tradición que hemos tejido en el tiempo en el que hemos sido amigas. Regalarle un libro a alguien de letras es ciertamente una tarea difícil; llegó un momento en el que los libros de Castellanos y Dueñas se nos acabaron, así que me trajo un poemario delgado envuelto en papel azul. Me dijo «es una poeta nueva, espero que te guste».
Fue un libro con uno de esos cintillos que quieren incentivar la compra apelando a los premios que ha ganado el autor. «Premio de poesía joven Elías Nandino 2015» venía impreso sobre una tira de papel dorada que abrazaba al libro. Una vaca y una gallina dibujadas en la portada, un título: Retratos de familia, y un nombre: Karen Plata.
Bien puede una prejuzgar un libro viendo la editorial que lo publica; sin embargo, en México, donde la industria editorial camina abrazada de las instituciones del Estado, tener un sello gubernamental incluso avala un texto.
Karen Plata (Ciudad de México, 1986) me hizo reír y no soltar el libro, algo difícil para mí últimamente. Terminé de leer el primer poema y solté una carcajada, no sé si el texto intentaba ser humorístico y poco importa. Las que me parecieron instrucciones sobre cómo comerse a una vaca me hicieron sonreír. En general, el libro se construye a partir de una figura de cadena: se toma un tema o personaje sobre el que se escribe un poema y pasa al siguiente para engancharse con otro tópico hasta que el primero desaparece. Así, una vaca lleva al cielo, el cielo a las moscas, las moscas a la abuela, la abuela a la voz, la voz a las historias de familia.
Hay personas y voces narrativas que pueden identificarse, incluso, en cierto momento puede percibirse una continuidad, como si de prosa se tratara, sin embargo, me parece que ese es el punto, construir un lugar en el que varias cosas se mezclan y hay un momento en el que todo se nubla, como en los recuerdos.
Este texto, bastante personal hay que decir, es como colocar cosas como en una maqueta y no trato con esto de hacer una metáfora creativa, sino que llega a parecer que se juntan muchas cosas que tratan de sentarse en la misma base.
Entre muñecas de trapo, trenes, pañuelos y colores del cielo se formar textos que no funcionan, desde mi opinión, como poemas unitarios y tampoco terminar de cuajar para construir un espacio común que le de al poemario un sentido de unidad. La innovación poética escasea y algunos poemas se limitan a frases en medio de una página que no dicen mucho.
Me costó mucho llegar a mi verdadero juicio sobre los poemas de Plata. La comencé a leer con el prejuicio de mujer, que quiere decir «está bien escrito sólo que de seguro mal valorado», por lo que no quería aceptar que quizá no era el mejor texto que había leído últimamente. Me puse a pensar también en qué impacto tiene hacer una crítica negativa a una escritora, pues el impacto no será el mismo que a su contraparte varón. No se trata de juzgar «en los mismos parámetros sin pensar en el sexo» porque hay que reconocer que ser escritora es nuestro mundo es doblemente difícil que ser escritor, profesión ya con suficientes obstáculos.
Si la autora hubiese sido autor, quizá hubiéramos tratado de justificarlo diciendo que son nuevas propuestas y acercamientos que no conocemos al fenómeno de recordar la niñez campirana. Es un texto temprano y bueno, aunque quizá necesite de mayor trabajo. La sutileza de la poeta para insertar pequeños guiños que luego desembocan en algo mayor y el poder acumulativo de los temas es interesante y provocador. Voltear a ver la escritura femenina no es un tema de compasión, sino de reconocer lugares de enunciación con poder e historias diferentes a lo hegemónico; también involucra la responsabilidad de una nueva forma de crear.
Escribir de lo que se conoce, de la abuela, del abuelo, de sus trabajos, los hermanos, la quietud y la lentitud de las vacas es la chispa, pues no son los temas la atadura. Hacerlos encender para que se vuelvan novedosos viene de ponerlos a jugar, darles formas para muestren, sea y provoquen.
Autor: Giselle González Camacho Chiapaneca que a veces escribe. Me interesan las literaturas populares, el origen de las palabras, el trabajo comunitario y la escritura femenina. |