Pequeños poemas en prosa sobre la belleza y la poesía
I
La belleza germina
al igual que un poema:
germina sobre el monte de goce
de una mujer que espera por el sexo
de su amante, de su adalid,
de su caballo salvaje.
II
La belleza posee un austero desenlace:
la muerte.
Esta no priva la revelación de la belleza
sino que revela los dientes amarillos
de una osamenta que no deja de sonreír.
III
La poesía tiene un engaño,
puede aparecer en aquellos que son malos poetas,
en aquellos que son abusadores,
en aquellos que golpean a sus hermanos.
Y a pesar de la miseria del corazón,
la poesía sigue siendo bella.
IV
No todos son poetas,
pero todo ser humano es bello.
Claro, la ontología permite justificar
los pecados del corazón.
V
Dios, al crear el mundo
revela los primeros versos del tiempo.
Al separar la oscuridad de la luz
realiza la misma discriminación del poeta:
separar la vida de la muerte.
VI
El poema no revela toda la verdad de la realidad,
en cambio, la belleza revela
la esencia del ser.
El ser puede ser o no ser poético,
pero siempre será bello.
V
El diablo sabe de poesía.
De alguna manera encandila a los hombres
cuando los quiere convencer de vender sus almas.
El poema siempre atrapa los sentidos.
VI
Para escribir un buen poema
hay que sacrificar la vida,
pero no se puede sacrificar la belleza.
Si un poema no captura la belleza,
esta composición no tendría sentido.
Por eso, el lenguaje poético
debe ser hijo de Apolo y Afrodita.
VII
El poema captura las aves y las eterniza.
Captura los besos,
los orgasmos.
El movimiento plebeyo de las olas
y el salvaje paso de los insectos.
El poema captura tantos seres
que le hace competencia a la muerte.
IX
Pero el poema
no logra capturar a la muerte.
La muerte es inspiración,
pero no es verso.
Solo es compañía de los hombres
que quieren ser buenos poetas.
Pero Dios les concedió el mal de amar
cuando comienzan a componer.
X
Y los momentos de belleza
quedan atrapados a la superficialidad.
Para los humanos
lo bello es solo el reflejo del espejo,
un bolsillo vacío
y un tiempo sin pasos.
XI
La belleza revela con ayuda del tiempo,
llena los espacios vacíos,
reinterpreta los reflejos inmediatos.
Pero el hombre es ciego.
XII
El poema no es ciego,
tampoco es mudo.
Por eso es hermano de la belleza.
XIII
Los peces y las aves,
las fieras salvajes,
los ancianos que exhalan
sus últimos alientos.
Todo aquello que es una figura abstracta
que ignoramos en el camino de la vida
es hijo de un poema,
es hijo de un acto bello
donde el tiempo y el espacio comulgan.
Aunque no seamos creyentes,
provenimos de un “algo”.
XIV
La arquitectura de las palabras
debe ser una composición armoniosa
donde la naturaleza del poema
no se pierda.
Lastimosamente, el arquitecto
sigue siendo imperfecto.
Y lo divino que debería poseer
se pierde por acto del olvido.
XV
La poesía abre umbrales
donde las personas no mueren.
Paradójico
cuando el arte se ha alimentado
de las entrañas de la muerte.
XVI
La belleza se cuela entre los sexos de las personas.
La poesía se cuela entre los sentidos de las personas.
Las personas siempre consumen belleza y poesía,
aunque estas compitan.
XVII
Un poema podría salvar a un hombre del infierno
o de la rutina de los cielos.
Pero la belleza es quien desentraña los porqués
que lanzara el hombre
al lienzo oscuro
durante cada noche de luna llena.
XVIII
La poesía se adapta a la historia,
a la figura,
a las grietas,
a las manos que la desnudan
y la transforman.
Pero la belleza jamás es aprehendida,
es un colibrí que congela el tiempo
al querer besar su rosa.
La poesía captura el momento,
pero no ofrece el acto eterno
del vuelo bello de un pájaro tan pequeño.
XIX
La poesía tiene un lazo oscuro
con los infiernos.
En el umbral de Dite no era solo un aviso,
era el último poema que leían los condenados.
Pero incluso,
la arquitectura del portal
capturó al poeta de Florencia.
La belleza fue más fuerte en el infierno.
XX
Y si nos detenemos
podremos escuchar al viento recitar
los poemas que escapan del cementerio.
¡Qué acto tan bello!
XXI
Y si uno deseara hablar sobre poesía y belleza
quizá no podría bastar toda la ciencia del mundo.
Pero quizá un verso encierra
la respuesta necesaria.
Un poema es bello por sí mismo
y la belleza es poesía en sí misma.
Ambas son hijas de lo Eterno sin temor a la muerte.
***
Emilio Paz (Lima, 1990). Profesor de Filosofía y Religión, egresado de la Universidad Católica Sedes Sapientiae, autor de “Septiembre en el silencio” (Club de Lectura Poética, 2016) y “Laberinto de versos” (La Tortuga Ecuestre, 2018). Cuentos y poemas de él aparecen en revistas, publicaciones y antologías de Perú, México, Argentina y España. Ganador del “Mes de las Letras” (abril, 2017) de la Fundación Marco Antonio Corcuera. Ha participado en recitales del Cuzco, Lima y Paracas. Ha dictado el taller de poesía “La vena de la inspiración” en la UNMSM (Lima, 2018) y participado en el Congreso Internacional de Filosofía “Las razones de la estética” en la PUCP (Lima, 2018). Dirige el blog “El Edén de la poesía” (https://edenpoetico.wordpress.com/)
Autor: Revista Primera Página Primera Página es una plataforma digital dedicada a la publicación de material literario creativo y crítica cultural en sus distintas manifestaciones. Las opiniones aquí vertidas son responsabilidad directa de los autores que las emiten, y no del sitio como tal. |