Quizá fui muy ambiciosa con el título y usted, amable lectora, esperaba encontrar una larga enumeración de al menos una decena de mujeres escritoras de inicios del siglo XIX, además de una revisión minuciosa de su obra y un análisis profundo que tratara de desatar los entramados de su construcción retórica.
Sin embargo, esta vez no tengo una lista llena de nombres de mujeres con una biografía envidiable y mucho menos un conjunto interminable de textos amontonados sino todo lo contrario, esta vez sólo tengo un texto. Uno sólo hecho por muchas mujeres. O al menos busca representar la voz de muchas.El Llamado a las mujeres a luchar por la Independencia (1812) es un manuscrito popular recogido en el Boletín del Archivo General de la Nación hasta 1976 y presentado por Josefina Muriel en su magna obra Cultura femenina novohispana. El texto es pequeño, de apenas cuarenta y cuatro versos conforman su estructura, sin embargo, es muestra de la literatura popular de la época insurgente. Poco me interesan esos libros gigantes con autores de nombre monumental, de esos de los que todos hablan y que ocupan un lugar incuestionable en la historia de la literatura, pues me pareceque en donde se encuentra el sentir más fuerte, más vigoroso es en las obras del pueblo.
La literatura de mujeres en el siglo XIX existía en espacios pequeños y específicos. Aunque tenían la libertad de escribir, lo hacían únicamente en periódicos exclusivos para señoras y señoritas y en algunos concursos poéticos o pequeñas reuniones literarias. No obstante, estas mujeres escritoras sin duda pertenecían a la clase aristócrata del México decimonónico. Señoritas de sociedad, señoras de alcurnia, instruidas, letradas, algunas incluso con estudios superiores. Por eso este texto salta a la vista. Con notables y repetidas faltas de ortografía, rimas repetitivas y pocos motivos, este no es un texto ilustrado, mucho menos trabajado con rigor y paciencia. Es un texto popular, de jolgorio y algarabía, de mujeres que no tenían educación pero querían incluirse en la lucha. Tanto Leona Vicario como Josefa Ortiz de Domínguez fueron criollas, lo que las ponía en una situación de superioridad y de privilegio frente a la muchedumbre de mujeres mestizas, indígenas y esclavas que componían a la población femenina novohispana.
Ala guerra Americanas
vamos con espadas crueles
adarle muerte a Calleja
y aver al Señor Morelos.
Este padre mui amado
siempre avisto nuestro vien
y es justo que el paravien
le demos por su cuidado
que viva pues esforsado
vamos abuscarlo hufanas
y en su elogio las campanas
den repiques y quesigan
y en sus vozes que nos digan
ala guerra Americanas
La colectividad es el principal elemento que destaca el texto pues la voz poética se mantiene constante en plural. Además, es visible la falta de definición de una figura bien delimitada geográfica y políticamente de lo que hoy llamamos México, pues siempre se llama a la lucha las americanas, estableciendo la diferencia entre España y América y no entre las provincias de este último territorio.
Un elemento que me parece imperdible es el poco recato en cuanto a hablar del combate. Este texto no es un canto a la Patria ni una petición a Dios para que cuide a los guerreros, sino un llamado al levantamiento de las propias mujeres. «Vamos con espadas crueles / adarle muerte a Calleja […] juntas compañeras vamos / adarle muerte a Calleja». Sin intermediarios, sin miramientos, las mujeres, aunque le asignan un lugar a Hidalgo y Morelos, asumen el papel de copartícipes de la lucha.
esta intencion ynumana
esta infante tirania
la a defendido en el dia
nuestra Reyna Americana
como madre soverana
olle nuestra triste queja
y su amor jamas se aleja
delas que aqui suspiramos
juntas compañeras vamos
adarle muerte a Calleja
Es importante pensar y visualizar este texto porque la Historia ha borrado de la historia a la mayoría de las mujeres de la lucha de Independencia (y de las demás que han aquejado a México) y sólo dejó espacio para dos o tres. Las mujeres jugaron un papel fundamental en cuanto que ellas eran las encargadas de realizar las tareas de cuidado de los guerreros: alimentarlos, procurarles salud, asistirlos, etcétera. Incluso eran abusadas, violadas y ultrajadas por los soldados sin distinguir ejército. También fungieron como espías, mensajeras y mecenas del movimiento de insurrección.
Estas mujeres que no tienen nombre, ni voz, son las que crearon el texto que hoy traigo a discusión. Estas mujeres sentían la necesidad de luchar por un país como lo sentían sus contemporáneos masculinos. Sentían la necesidad de autogobernarse como pueblo y en ese autogibierno, también lograr la liberación propia, de ellas y sus cuerpos, de ellas y su voz. Ellas, las insurgentes de a pie, sin letras de oro en el Congreso ni edificios con su nombre, son las antepasadas del actual movimiento de liberación al que parece aún le quedan muchas batallas
¿Qué luchas y qué independencias pelean las mujeres en el siglo XXI?
Muchos afirman que no queda más por qué luchar; que hemos conseguido el voto, la oportunidad de ir a la universidad, la posibilidad de trabajar sin la autorización de un hombre, ya sea padre, hermano o cónyuge, sin embargo, las mujeres aún no gozan de total libertad. Hace unos días todavía una asamblea universitaria discutía si era pertinente darles voz y voto a las peticiones de la asamblea de mujeres y qué decir de la violencia sistematizada que nos impide realizar actividad que en teoría tenemos toda la libertad de hacer pero que el miedo, el peligro latente nos lo impide.
Emos perdido evidentes
nuestros Padres y maridos
nuestros, hijos, muiqueridos
hermanos, tíos, y parientes
pues vamos que como ardientes
sean nuestras espadas crueles
que maten a esos infieles
Hoy la lucha, aunque pueda parecer menor, busca el pleno reconocimiento de los derechos de facto de las mujeres pues aunque existan en ley aún existen muchísimas personas que creen que no necesitamos de tantas garantías ni mucho menos deberíamos de gozar de facultades que otros individuos de la sociedad sí. Hablamos hoy de los derechos sobre nuestro cuerpo, la garantía de no discriminación y sobre todo, ese derecho fundamental, la posibilidad de no sufrir violencia de ningún tipo. La oportunidad de ejercer nuestra vida de la forma más libre que se pueda.
Sólo me queda decir, hermanas que me leen:
abuscar alos traydores
vamos con espadas crueles
Autor: Giselle González Camacho Chiapaneca que a veces escribe. Me interesan las literaturas populares, el origen de las palabras, el trabajo comunitario y la escritura femenina. |