Que todo tiempo pasado fue mejor. Sí. La añoranza del ayer es un antiguo tópico recurrente en la poesía. En él, se enaltecen las bondades de una época ya transcurrida y se describe lo aciago del presente y del porvenir. «Primera nevada, Kerhonkson», visita estos lugares y a su paso, deja marca de la voz de Diane di Prima, una voz que participó de un movimiento poético que hacía suya la proclama de una abrumadora libertad creativa: la generación beat.
Diane di Prima (1934) nació en Brooklyn, Nueva York. Cuando se mudó a Greenwich Village se integró al movimiento beatnik; allí, entabló amistad con Amiri Baraka, Allen Ginsberg, Jack Kerouac, Frank O’Hara y Audre Lorde. Más tarde se unió también a la comunidad liderada por Timothy Leary, famoso por proponer el uso terapéutico y espiritual del LSD. Eventualmente, di Prima volvería a cambiar de residencia, esta vez a San Francisco, California.
Reconocida como Poeta Laureada de San Francisco en 2009, su bibliografía cuenta con más de cuarenta libros publicados. Ha recibido los premios National Poetry Association’s Lifetime Service Award y Fred Cody Award For Lifetime Achievement, entre otros. Actualmente vive en el norte de California.
First snow, Kerhonkson
For AlanThis, then, is the gift the world has given me
(you have given me)
softly the snow
cupped in hollows
lying on the surface of the pond
matching my long white candles
which stand at the window
which will burn at dusk while the snow
fills up our valley
this hollow
no friend will wander down
no one arriving brown from Mexico
from the sunfields of California, bearing pot
they are scattered now, dead or silent
or blasted to madness
by the howling brightness of our once common vision
and this gift of yours—
white silence filling the contours of my life.— Pieces of a Song: Selected Poems. San Francisco: City Lights, 1990. Extraído de The Poetry Foundation.
Primera nevada, Kerhonkson
Para AlanEsto, entonces, es el regalo que el mundo me ha dado
(que tú me has dado)
suavemente la nieve
se amoldó a los huecos
y yace en la superficie del estanque
y combina con mis largas velas blancas
que están en la ventana
que se consumirán en el crepúsculo mientras la nieve
llena nuestro valle
este hueco
ningún amigo se dará la vuelta
nadie llegará bronceado desde México
desde los campos soleados de California, con mota
están diseminados ahora, muertos o mudos
o condenados a la locura
por la desgarradora luminosidad de la visión que alguna vez compartimos
y este regalo tuyo—
silencio blanco que llena los contornos de mi vida.— Traducción de Jorge Galindo.
El invierno, las velas que se consumen, la nieve que se acumula: símbolos de un tiempo que llega a su fin. Los amigos muertos, diseminados o mudos son apenas los restos de una época que fue, en su esplendor, «desgarradora luminosidad».
Sentir nostalgia por el pasado es natural en nuestra especie; a menudo filtramos de nuestros recuerdos los detalles negativos, lo que al final suele devenir en una narración bastante optimista del ayer. En esta experiencia humana, el poema encuentra un pretexto para ser y entonces es difícil no sentirnos desolados ante la perspectiva de un paisaje blanco, sin nadie que con su llegada resquebraje dicha monotonía.
Autor: Jorge Galindo (Xalapa, Ver., 1991) es compositor de canciones. Ávido lector de poesía, se ha acercado a los estudios literarios con el interés de analizar la canción como parte del fenómeno poético. |