El espejo de Neuman: «Juan, José».

Andrés Neuman, escritor argentino nacido en 1977, ha escrito ensayo, novela, poesía y cuento. En esta cualidad creativa, fusiona la tragedia con la comedia, lo cotidiano con lo increíble y la ficción con la realidad. En su libro Hacerse el muerto (publicado en el 2011), concibe relatos maravillosos con tendencia hacia lo impactante por medio de la muerte o la emoción como leitmotiv literario -idea que se repite distintamente a lo largo de una obra-. Su cuento «Juan, José» es, desde mi perspectiva, uno de sus relatos con mayor riqueza creativa, emocional y literaria.

El cuento gira en torno a las anotaciones -casi como un relato basado en un diario- de Juan y José, dos personajes aparentemente distintos, un siquiatra y su paciente. Al inicio, Juan explica el por qué de su visita con el especialista: la muerte de sus padres lo ha llevado a un estado de alucinación en el que puede ver a sus progenitores. José, por su parte, lucha para lograr que su paciente se cure; sin embargo, el método que emplea lleva al lector a una mezcla de ambos personajes en la que se difumina la división entre siquiatra y paciente.

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Andrés Neuman.

Narratológicamente (desde el estudio de Luz Aurora Pimentel), la historia presenta elementos muy interesantes. Ambos narradores son homodiegéticos (o sea que participan dentro del universo en el que se sitúa la historia, así que en este caso se utilizará indistintamente los términos de personaje y de narrador), por lo que los discursos pueden o no pueden ser creíbles. Debido a esto, la confusión de quién tiene el papel de siquiatra y quién el de paciente resulta compleja. Juan y José relatan su visión a través de explicar lo que sucede con su contrario. Juan afirma que, dentro de las consultas, él se hace pasar por el paciente para que José, inconscientemente, pueda desahogar sus traumas. Al contrario de esto, José cree que Juan es el que está traumado por la pérdida de sus padres.

Los dos narradores poseen una focalización interna fija; esto es, cuentan su versión de la historia desde su propia perspectiva y consciencia, sin adentrarse en el pensamiento del otro. De esta forma, Neuman complicó aún más su cuento, ya que (además de que pareciera un poco una narración epistolar) sus discursos parecen ser el mismo, pero sólo se diferencian por el nombre de quien lo cuenta. Para desorientar más al lector, Neuman no da un efecto de personaje a los narradores, o sea que no los dota de características físicas distintivas.

En cuanto al tiempo, la historia tiene una narración intercalada (se «habla» en presente y en pasado) en la que predomina el presente. Ambos personajes reportan lo que sucede con el paciente como si las anotaciones se hubiesen realizado al finalizar una sesión. Es interesante observar que sólo José comienza sus apuntes con la fecha, por ello sabemos que, con gran certeza, la temporalidad diegética (el tiempo de la historia) principia el 30 de abril y finaliza el 28 de mayo. Esa puede ser una característica fundamental para distinguir al siquiatra del paciente: la organización de sus apuntes por la fecha. La elipsis es impresionante, pues en unas cuantas páginas el lector ya se ha percatado de que, en realidad, ha pasado alrededor de un mes desde que ambos asisten a consulta.

2. JOSÉ. Lunes 30 de abril. La situación a veces parece estancarse. […] 6. JOSÉ. Lunes 28 de mayo. Esperanzadoramente, Juan parece haber asumido mis frecuentes preguntas como un hecho consumado, y se doblega ante el deber de responderlas.

Respecto a la dimensión espacial del cuento, también es bastante llamativo el hecho de que no se describa el consultorio o el lugar donde sucede el encuentro entre los personajes. La máxima ilusión que se logra es la de la casa que habitan (Juan y José). La casa se refiere en variadas ocasiones: al inicio del cuento, la menciona Juan para situar al lector en una situación; al final la menciona José para clausurar cualquier hipótesis de quién es quién:

Al regresar a casa, se lo he contado a mamá. Como de costumbre, ella no ha dicho nada.

La perspectiva de los personajes (lo que saben sobre el universo en el que «existen») es un un discurso directo en el que predomina el monólogo. De tal modo, el lector pareciera convertirse en el siquiatra de ambos personajes al leer lo que sucede a cada uno. Este es otro gran logro de Neuman. El lector trata con narraciones disonantes, o sea que José y Juan creen que el otro es el paciente… por ello, el lector se vuelve juez y siquiatra a la vez para deliberar quién tiene el papel de quién.

Dentro de la diégesis (universo espaciotemporal construido por el narrador), los personajes de  verdad creen lo que sucede, les resulta creíble que el otro es el paciente y que ellos no poseen ningún problema psicológico-emocional. Por ello ambos suponen «ganar terreno» en la consulta del paciente, pues emplean la misma táctica como terapia. Esto, para el lector, es completamente confuso, pues no puede concebir en la vida real que un siquiatra sea paciente de su contrario.

Los nombres de los personajes son importantes, en tanto que ambos son «comunes» (son nombres normalmente sonados y conocidos) y no tienen gran importancia respecto a su significado. En el aspecto fonético, sin embargo, son muy similares. Ambos empiezan con «j», terminan con vocal y tienen cuatro letras. El título del cuento tampoco es casualidad, pues nombrarlo «Juan, José» permite una interpretación más amplia, por lo mencionado y por la noción siguiente: cuando se hace una enumeración de tres o más elementos, puede colocarse la coma (Pedro, Pablo, Juan, Andrés,…), pero cuando se trata de una lista de sólo dos elementos, debe interponerse necesariamente la conjunción copulativa «y» (Juan y José, por ejemplo). Por lo anterior, el título de «Juan, José» en realidad refiere a que ambos personajes son (o pudieran ser) el mismo.

Por supuesto que las herramientas narratológicas pueden aportar aún más a esta historia, pero la intención no es aburrir al lector, sino ocasionar cierta curiosidad para leer esta historia dentro del libro Hacerse el muerto. «Juan, José» es un cuento interesantísimo que define parcialmente el estilo de Andrés Neuman, el cual fue elogiado por Roberto Bolaño cuando escribió:

Ningún buen lector dejará de percibir en sus páginas algo que sólo es dable encontrar en la alta literatura, la que escriben los poetas verdaderos.

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