Presentamos hoy un poema de Dionisio Saldaña (Daniel Salazar) con su respectiva memoria sonora, e ilustración de Cecilia Saucedo.
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azul
CUCURUCHO
si yo pudiera poner la u
una pequeña u entre tus manos
en su dulzura de uva taciturna
tu sabrías
su lluvia púrpura una u
columpio de mis besos súbitos
y ponerte una sola música
de luz y luna y de murmullos
una u de tú la cúspide del sueño
mi óvulo mis urnas
y sintieras por fin la úvula
entre tus manos
que grita muda tu nombre umbrío
pequeña
entre tus manos cucurucho
caería una miel oscura
y un poco de muerte
y bosque caduco
y lágrimas en ruina
y tú sabrías
mucho
mucho
blanco
ADIVINANZA
para María Rivera
cae a veces como gota
como una tarde sobre la llanura
o la niebla
pero siempre cae
con su orquesta de cristales rotos
y en su caída
estira los minutos como cuerdas
tañendo su música de sal y siglos
mientras abisma al mundo en sus adentros
a su morada submarina
de cirios y silencio
cae
dentro de un vaso vacío que se ahoga
y se desborda
limpiamente
sobre la mesa
rojo
ASCO
“la sed a qué
las equis”
-Oliverio Girondo
y estoy aquí
y solamente aquí cansado
de aquí a acá
de un costado al otro
estoy aquí ¿a qué?
todo es un tremendo aquí sin costa
y nada allá
entre el concreto que me acota
y me agota un cubo cacofónico
la cal en una puerta cúprica cetrina
lo acre aquí sin agua
y mis costillas solo aquí reposan
y tanto aquí
y a qué para qué
y tantos qués ¿a cuánto?
cómo caigo entre tablillas nulas
aquí y sólo aquí maldito
estoy aquí entre un codo y una cama
y mis cócleas se dislocan
y estoy aquí enquistado
y estoy aquí
y estoy ¿y?
amarillo
VESPA
no cabe su vocación de lava
en el pequeño látigo que la aprisa
a salir de la boca
ni en su ligero nombre de llovizna
su sonido de serpiente
ni el enjambre
ni cómo va libando lo de adentro
y aparecen los cálculos y la quema
a la blandura de la carne a ella vuelve
granito la hija fina de la turbulencia
que azota
con la mano
blanca
y los labios apretados
es una palabra tan menuda la ira
que de ámbar y de lira su cintura
lo que tiene su cintura tan angosta
y suculenta
enmudece a la aguja que la acompaña
negro
MUDA
y volverá a pudrirse
lo que en su momento fue un relámpago morado
la sonrisa prometida
lo contenido en el pellejo
como una ciruela
sorda álala
que nadie oyó
gritar
en jirones de voces
requemada caer
muda(-)mente
(tácita tácita)
y ella y su perfume
se pudrirán en el tiempo
infinitamente verdes
sí volverá a pudrirse
eso
lo que pudo haber sido un niño corriendo
en el jardín
antes de descalabrarse
Sobre el autor: Daniel Salazar Ramos (1993, Ciudad de México) Estudiante de último año de la Licenciatura en Lengua y Literaturas Hispánicas de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, así como miembro honorario del Seminario de Lenguas Otomangues de la misma institución. Le atraen profundamente los estudios culturales, la poesía mexicana contemporánea y las cuestiones indigenistas. Ha trabajado tanto en proyectos comunitarios de lectura en voz alta como en talleres culturales y de desarrollo sustentable, al igual que en diversos foros académicos y poéticos. Cuando escribe, lo hace bajo el pseudónimo de Dionisio Saldaña. Incursiona en la poesía y el ensayo.