Etiqueta: Psicología

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Algunas palabras en torno a la obsesión

 

Esta luz, este fuego que devora.
Este paisaje gris que me rodea.
Este dolor por una sola idea.
Esta angustia de cielo, mundo y hora.

Este llanto de sangre que decora
lira sin pulso ya, lúbrica tea.
Este peso del mar que me golpea.
Este alacrán que por mi pecho mora.

Son guirnaldas de amor, cama de herido,
donde sin sueño, sueño tu presencia
entre las ruinas de mi pecho hundido.

Y aunque busco la cumbre de prudencia
me da tu corazón valle tendido
con cicuta y pasión de amarga ciencia.

Llagas de amor. Federico García Lorca

El hombre es el hombre que hace, el hombre que piensa, el hombre que juega. También, me atrevo a decir, el hombre que poetiza. Poetizar significa nombrar una cosa, encontrar el sonido apropiado para algo. La invención del lenguaje es la acción poética por excelencia, y podemos entender el significado de algo remitiéndonos a su sonido.

OB-SE-SIÓN… la aterradora ob como una cloaca en torno a la cual da vueltas el pensamiento, seguida por la severa repetición de la s, como un zumbido insoportable del que el obsesivo no se puede liberar, rematado por la lápida del acento agudo, que clava para siempre al individuo en la palabra. OB-SE-SIÓN: obsesivo es aquel que se no se puede mover sino en círculos, aprisionado por el cinturón de la ob, incapaz de dar un paso más allá, si no es entre los muros de un inextricable laberinto, donde a cada vuelta se encuentra con la misma idea, la misma imagen, el mismo pensamiento.

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No hay hombre que, fuera de su especialidad, no sea crédulo…

George Sylvester Viereck: Mi impresión es que el psicoanálisis despierta en todos los que lo practican el espíritu de la caridad cristiana. Nada existe en la vida humana que el psicoanálisis no nos pueda hacer comprender. «Tout comprendre c’est tou pardonner».

S. Freud: Por el contrario (acusó Freud sus facciones asumiento la severidad de un profeta hebreo), comprender todo no es perdonar todo. El análisis nos enseña apenas lo que podemos soportar, pero también lo que podemos evitar. El análisis nos dice lo que debe ser eliminado. La tolerancia con el mal no es de manera alguna corolario del conocimiento.

Sigmund Freud, bien leído e interpretado, puede poner en aprietos la mayoría de nuestras ideas. El psicoanálisis sostiene, entre otras cosas, que la misoginia es estructural de la psique masculina (¡y femenina!); que el ser humano y la cultura son incompatibles y que el significante supremo que organiza nuestro inconsciente es la figura del falo (aportación lacaniana, en sentido estricto). Como puede verse, Sigmund Freud puede hacerse bastante mala fama por sí mismo sin la ayuda de grandes figuras que nos remiten a su teoría.

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La belleza hoy y… simplemente,la Belleza

Sólo los superficiales no juzgan por las apariencias.

OSCAR WILDE

Mucho tiempo me quejé de la superficialidad de los millenials. Si no me hacían caso era, seguramente, porque no soy alto, atlético, guapo, ni rico. No me daba cuenta que el superficial era yo: la sociedad que así se comporta es tan profunda y se toma las cosas tan en serio como los fanáticos religiosos o los seguidores de la ética kantiana.

Su discurso es engañoso: alentados a la estupidez por el discurso de nuestro tiempo, se avergüenzan de su profundo compromiso con la ideología. Según ellos son libres, espontáneos: el amor tradicional es una forma de atarse, de limitar su placer, y a este mundo venimos, a fin de cuentas, a no quedarnos con las ganas de nada, a hacer  todo lo que queramos. Se vuelcan, pues, al placer inmediato y efímero: rinden culto a la imagen, a la riqueza. En este culto radica su profundidad: elevan los grandes senos, los cuadritos en el abdomen, la ropa de marca, a una dignidad metafísica. Ya lo dijo Marx en su análisis de la mercancía: no es el producto en sí lo que deseamos… la mercancía tiene un halo mágico, misterioso, como si se tratara de la famosa escalera de Platón al mundo de las ideas. A través de su consumo superficial de cuerpos y de marcas, buscan acercarse al mundo ideal de la felicidad, el comfort, la omnipotencia y, por supuesto, el placer, elevado a Dios. No son superficiales: no se fijan en la apariencia, sino en la concordancia de la apariencia con los imperativos de nuestra sociedad supuestamente «postideológica».