La rueda del año comienza ataviada de espectros visibles de personas que salen al paso develando al fin sus máscaras, es la noche perfecta la puerta entre los mundos se abre y los que antes eran santos sólo por una noche asumen sus demonios.
cocinar no es un acto difícil si ya has aprendido a llorar cortas la carne finges demencia y vuelves a penetrar con el cuchillo la misma herida zanjada por la sal limpias tu herramienta prendes el fuego procuras perfumar el aire chamuscado
Por la vergüenza que sentí, por la cara colorada que puse cuando me preguntaron por mi abuela, por la amnesia que fingí cuando la humillaron, porque las cosas un día se vuelven demasiado, el silencio perfora las venas, las incendia, y arrastra el cuerpo a los abismos de no dejarse de mover.
“Yo me aventuraría a pensar que anónimo, quien escribiera tantos poemas sin firmarlos, fue a menudo una mujer.”, dijo Virginia Woolf. La autora del siguiente poema, Maria Janitschek, como otras tantas, ha quedado relegada al anonimato. No la mencionan en los libros de texto ni figura en los temarios oficiales de literatura. Su vida, más allá de cuatro ideas básicas, es un enigma y su obra no ha sido traducida al español.
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