Cuando me aumenten las penas
Violeta Parra
Las flores de mi jardín
Han de ser mis enfermeras
Durante sus últimos días, mi
abuela perdió toda conciencia del
tiempo y del espacio.
Cuando me aumenten las penas
Violeta Parra
Las flores de mi jardín
Han de ser mis enfermeras
Durante sus últimos días, mi
abuela perdió toda conciencia del
tiempo y del espacio.
Ayer… ¿Qué pasó hoy?
Lo único que te une al pasado son las memorias,
los recuerdos de un déjà vu vivido.
Sin ellos atándote,
es como entregarse a la Muerte;
sin memorias que sustenten tu vida,
es como suspenderse en la Nada.
Somos lo que nunca fuimos
marcados por la brújula fugaz
del universo personal,
somos la cosecha de sueños
amontonados en la canasta
desconocida del porvenir
que entonces no pudimos sentir.
Me vive, me está viviendo
este lugar solitario,
objetos de barro roto
entre la yerba y la ciudad,
sombra de río y de gusanos,
sol que abusa de la costumbre
de sentirse en el aire igual
un día atrás de otro.
Me viven los fantasmas de ecos perdidos,
los años cumplidos que traen
junto a un mensaje de polvo del pasado
un pedazo de recuerdo apagado
por las lluvias que llegan
desde la distancia.
Me viven nuevas estaciones
de calendarios sin ventanas,
los besos de viejas primaveras,
pegadas a mí, con lazos de memoria.
Me vive un hundido sueño en una gaveta,
las piernas sin ritmo, cruzadas,
en la resonancia de un viaje
que duerme en el margen
de los días en el silencio manchados
por una lágrima que cayó
hace muchos años.
Mi mirada es un engaño,
con sus treinta años,
contrasta con las arrugas y las canas,
madura ya de mi juventud lejana.
La lejana voz de los amores
son lagos de paz para mi seco mundo,
metido en el rincón de su sótano.
Ya no me quedan semillas en los huesos,
mis oídos con alas tensas, presos,
no sienten los rumores.
Ya no tengo fuerzas para lanzarme
en nuevos viajes sin orillas,
viajo sólo sentada en la silla
y cuando almuerzo me quedo dormida,
como quién sale de la vida
para continuar otra vida en el sueño.
Todos tendemos a hacer que la representación del mundo que nos rodea sea la más cercana a nuestros deseos, necesidades e ideas.
Giorgio Nardone
A veces un lugar olvidado,
a veces un baúl de juegos,
a veces un refugio soleado,
a veces un ataúd de egos.
Hay pasos marcados y caídas
abruptas e intencionadas
sobre el concreto resquebrajado,
ayeres raspados de las rodillas.
Hay recuerdos rojo escarlata,
núbiles gallinas degolladas,
corriendo desesperadas
por vivir, por impulso, por inercia.
En un alma vieja
sólo emerge la ausencia,
decía papá señor.
Ahora yo soy el abuelo,
o abuelito,
en los cada vez más frecuentes
días de parqués,
acaloradas tardes de dados musicales
con arepa y guarapo
como cuando era pobreza,
porque le cuento,
ahora soy rico,
ya no hay tanta guerra,
puedo comer
bien fritico
y con buena salecita
la papita en paz.
hay rayos de nube sobre el mar
una neblina celestial
y a lo lejos se desprenden tornados
de nubes grises hacia abajo
Mírate. Ya nunca regresará
ese aleteo de fiebre en tus mejillas,
te has convertido en una proyección
malograda de tu propia insistencia
y no sabes aceptar la derrota.
Desnúdate y observa
las primicias del derrumbe interior,
esa delicuescencia en que las formas
oscilan reagrupando contornos,
desbaratando moldes,
convirtiendo tu cuerpo en huésped
extraño de sí mismo.