Etiqueta: Poder y violencia

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Chilapa – Cuento de Jared Limón

La polvareda y la voz de Alfredo Olivas saliendo de una bocina con el woofer roto anunciaban el paso de la caravana del Frente de Ciudadanos Organizados. ‟Don Chuy, arrime la botella pa’cá”, pidió Manuel. Eran diez hombres montados sobre una “Julia” improvisada a partir de una camioneta Ford Ranger del 79. El calor estaba del carajo, según palabras del mismo Don Chuy, así que éste sacó una botella de aguardiente y la compartió con los demás.

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Panóptico digital

Facebook Ads y el panóptico digital

Ilustración de Carlos Gaytán

El panóptico de Bentham reinterpretado por Foucault es una de las estructuras más simples y más complejas a la vez. La idea de que pueda existir una estructura penitenciaria capaz de vigilar sin vigilar, de castigar sin castigar, de controlar sin controlar, es, por lo menos, tenebrosa. No es una mazmorra ni un calabozo maloliente cuyo carácter es el olvido al que condenaron a Edmundo Dantés. No es, tampoco, una simple prisión-universidad del crimen con celdas separadas y deprimentes como en The Green Mile. Es, de hecho, una proeza arquitectónica y estructural distintiva del poder. En ella, los prisioneros no pueden saber si están siendo vigilados o no, si su comportamiento será susceptible de castigo o si sus captores están planeando algo. El elemento más reconocible del panóptico es que actúa sobre el cuerpo, encerrándolo, pero también sobre todos los estados mentales que permitirían la rebelión en primer lugar. La disciplina no tiene límites.

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«Limonada»: crónica del poder y de la violencia burocráticas

Vivimos en tiempos de xenofobia, cuando pareciera que los tintes de nacionalismo, superioridad y exclusión son sólo algunos de los matices que enmarcan el recuadro de la discriminación. La perpetuación del poder institucional y del Estado genera, entonces, una relación vertical, deshumanizada, violenta. Lemonade (2018) o Limonada, en español, de la directora rumana Ioana Uricaru, aborda estos temas, donde los vértices de los atropellos se pierden entre las aristas de los procesos judiciales e institucionales.

Mara (Mălina Manovici) y Dragos (Milan Hurduc)