La pandemia del COVID-19 ha tenido un impacto innegable en nuestra sociedad. Además de las consecuencias sanitarias, los protocolos de contención necesarios nos han aislado los unos de los otros, convirtiéndonos en burbujas comunicadas mediante Internet. Los encuentros cara a cara se han visto sustituidos por las videollamadas; tomar café con amigos, por probar la última receta viral solo y subir foto a las redes; las clases presenciales, por cursos en línea. Esto sólo confirma una tendencia que veíamos venir desde hacía años, especialmente con el auge de las nuevas tecnologías: una sociedad más sola, donde los jóvenes y los ancianos representan los sectores más perjudicados. En países como Japón o Inglaterra existe incluso un Ministerio de la Soledad. Algunos autores ya definen este fenómeno como la enfermedad de nuestro siglo. Quizás por eso ahora, más que nunca, encontremos refugio en las películas con héroes solitarios. Algunos, en parajes inhóspitos, sólo se tienen a ellos por compañeros; otros, obligados por su trabajo, merodean por los mares o carreteras nacionales; otros, flâneurs sin rumbo, están en una ciudad llena de gente, pero no pueden contar con nadie. Paradójicamente su soledad, al contrario del encierro al que nos ha obligado la pandemia, les ayuda a descubrir nuevos mundos, sirviéndonos así a modo de escape. He aquí a los héroes solitarios de la historia del cine.
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¿La tierra estaría mejor sin humanos? – Ensayo de Juan Manuel Labarthe
La pandemia comenzó a extenderse a nivel global por ahí de marzo y abril del año pasado. Fue entonces cuando muchas ciudades comenzaron a implementar estrictos toques de queda para evitar que la población saliera y aumentaran los contagios. En la sección internacional de los portales de noticias frecuentemente aparecían fotografías que capturaban a las grandes urbes vacías, completamente libres de presencia humana. Las imágenes eran anómalas, pero no extraordinarias. Podrían corresponder también a un domingo muy temprano por la mañana o a un día festivo. Las fotografías verdaderamente inusuales fueron aquellas donde la cámara —testigo curioso y alerta— capturaba, rompiendo el vacío, la presencia de animales salvajes que, ante la ausencia de humanos, asomaban su esplendorosa piel, pelaje o plumaje por las calles, plazas y edificios de los centros metropolitanos. Queda grabada en mi memoria la imagen de un delfín nadando en las aguas cristalinas de los canales de Venecia; la de una familia de jabalíes cruzando la calle sin peatones ni autos en Haifa, Israel, que me recordó la portada del disco Abbey Road de Los Beatles; y la de un puma que merodea gozoso y libre por las calles de Santiago, ciudad que apenas unos meses antes había sido escenario de violentos enfrentamientos entre manifestantes —la mayoría jóvenes— y las fuerzas del orden público. Estos retratos de animales salvajes tomando tímidamente las ciudades quizá eran una de las poquísimas fuentes de optimismo, en medio de un mundo que de la noche a la mañana se había vuelto de cabeza, del desconcierto ante el arribo de una epidemia que había surgido de la nada para dominar el planeta y que traía consigo enormes pérdidas económicas y de vidas. Esta situación inédita —si no por su naturaleza, sí por la enorme escala de impacto— nos descubre que el terreno donde estamos parados no es tan sólido como creíamos y ha dibujado una enorme interrogante en nuestro futuro como especie.
RECIO: No dejemos morir al teatro en la CDMX
Cinco meses sin teatro. Cinco meses sin la emoción de los actores que, escena tras escena, nos recuerdan el imperfecto y conmovedor drama de la vida tan pronto se corre el telón. Más de 160 días en que productores y actores se han mantenido a puerta cerrada, pataleando sin descanso para no hundirse en el desasosiego provocado por la pandemia. Al filo de estas incontables semanas, el colectivo Red de Espacios Culturales Independientes Organizados de la CDMX (RECIO) se ha pronunciado de manera muy crítica frente a las prioridades que el gobierno federal ha marcado para manejar la crisis económica.
«Novecento»: Benny Ibarra y el incierto futuro del arte post-pandemia
Fotografía principal de Cartelera de Teatro
En un mundo dominado por la farsa, extrañamos la farsa del teatro. Aquel lugar en donde alguien más porta la máscara de nuestras preocupaciones, y que nos hipnotiza con una interminable danza de luces, escenarios, gritos y susurros, para exponer el infinito espectro de las pasiones humanas. Ahí donde la imperfecta realidad se cruza con la fantasía, es donde nace la magia del arte escénico.
Contar la pandemia: Lo incuantificable
Ilustración de Carlos Gaytán
Cuando cuentes cuentos, cuenta cuántos cuentos cuentas; porque si no cuentas cuántos cuentos cuentas, nunca sabrás cuántos cuentos sabes contar.
Trabalenguas popular
Las cuentas no siempre valen lo mismo. Al momento actual, hay más de 62 mil infectados en México por esta desconcertante mutación virulenta. En el mundo hay más de cinco millones de casos estimados. Veo las estadísticas que ofrece Google, sus gráficas apenas coloridas. Trato de recordar que esas cifras en realidad son —¿o representan?— personas. De pronto los miles y los millones pesan más.