Como un bolero
Improviso movimientos de ternura,
Mis latidos se confunden con tambores,
Y de pronto de mi alma
Mil requintos se derraman en tu alma
Como un bolero
Los Tres Reyes
Cuando pienso en el abuelo, la primera imagen que viene a mi mente es la de aquel hombre de canas sentado en un sillón con los ojos cerrados, mientras que en la vieja tornamesa un disco de Los Panchos gira incesantemente. A cada vuelta del desgastado ‘elepé’, la aguja del tocadiscos puntea el requinteo que sale de los dedos de Alfredo Gil y, entre una y otra de las canciones, el silencio se rompe por los suspiros del abuelo que, al recordarlos, descuelgan en mí momentos que se parecen a fotografías teñidas por los años y a películas en blanco y negro.
Siempre he creído que los boleros poseen esa esencia de suspiro musical. Como dicen los que saben, un bolero está hecho para bailarse «de cachetito» y para cantarse con un susurro al oído. Pues bien, el libro de Diana Ramírez Luna es justo eso: un bolero literario, un conjunto de «quince relatos y una poesía inesperada», que se van acercando despacito con el aire inconfundible de un punteo de guitarra y la armonía delicada que entretejen las voces de un trío.