La muchedumbre se agolpaba a las puertas del local erigido en la plaza Púshkinskaia. Era finales de enero y mi hermana y yo habíamos ido a conocer el sabor de Occidente. La brillante M amarilla coronaba con su promesa dorada uno de los laterales del restaurante. A nuestra madre Ivana la habían contratado para la inauguración. A pesar de que ya había alcanzado los treinta, su sonrisa deslumbrante, su piel lozana y su aspecto juvenil habían logrado convencer a los entrevistadores. Eso y su perfil políglota.
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El ascensor || Cuento de Eduardo Viladés
Esta mañana he vuelto a llamar al ascensor de la planta que nunca funciona.
Aprieto tantas veces el botón que llega un momento que el dedo se me duerme. Intento bajar al sótano porque me han dicho que allí empezó todo.