Mara organizó la reunión como si de un festín se tratara: flores para la sala, un gran arreglo con mucho follaje para el comedor, regalos cuidadosamente empacados para cada uno. Destapó el vino antiguo, el de la época de cuando la vida era pasajera. De su bolso sacó un candelabro de plata, tan brillante que podía ver mi rostro reflejado en él, le puso unas velas rojas y las encendió. Todos nos sentamos a la mesa: mis padres, mi hermana Fanny (la solterona), mi hermano Bill junto con ella y yo, Jul, la menor con 96 años, la niña de una familia de humanos naturales aún.
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Silabergs – Microrrelato de Juan Carlos Arce
Los Silabergs, ese grupo social al que el crecimiento explosivo de la comunidad relegó a los suburbios, seres inteligentes de barbas lacias y serenidad en los rostros, tribu de antaño golpeada y discriminada cuyos hábitats fueron devorados por espantosas y desordenadas colonias de interés social construidas por el gobierno, comenzaron a involucrarse, con los escasos recursos que les daban sus trabajos de asistencia en ingeniería, en la compraventa y construcción de drones. Al paso de los años construyeron algunos tan grandes que cabían casas dentro. Preocupados siempre, y cuidadosos con las leyes para que la velocidad o dimensiones de los drones no fueran afectados por ellas, no pasó mucho tiempo para que sus viviendas se desplazaran en grupos de tres o hasta cinco juntas.
Estela y la bruma || Cuento de Edgar Navarro
Cuando termine de escribir, se habrá roto el vidrio de contención y todo habrá terminado. De todos los escenarios que imagino, preferiría ser convertido en ceniza, pero temo que, de todas las muertes que hubo, aquella bruma fúnebre del otro lado del vidrio se amoldará a mi ser para que padezca una agonía meticulosa. Ya siento arena reptando entre los hemisferios cerebrales, cómo se zarandea mi mente de un lado a otro, cómo se desecan los pliegues de la percepción y la memoria. Ya veo cómo, del muñón donde debería estar mi mano izquierda, sobresale un bolígrafo plateado con el que garabateo estas líneas…
Estas visiones se intensifican; hace unos minutos, bastaba con cerrar los ojos y mis cuatro extremidades tenían forma de brazos y piernas; ahora, pestañeo y brotan raíces de árbol debajo de mi cintura y un ala de quiróptero, unidad a mi cuerpo, aletea. Para que mi mente no salga expulsada de mi cráneo, me apoltrono adonde estoy sentado y tenso la espalda.