En ocasiones, se concibe al arte como una entidad independiente de las problemáticas sociopolíticas de la humanidad. El aura de divinidad con que suele ser tratado puede dar la sensación de que encarna una perfección inalterable; sin embargo, las expresiones artísticas, profundamente relacionadas con el contexto en que son creadas, no siempre han sido ajenas al sufrimiento, a la injusticia o a las preocupaciones sociales.
Las demandas de la población que sale a las calles a manifestar su inconformidad suelen acompañarse (y apoyarse) de expresiones de carácter estético. Entonces, las imágenes personifican el mensaje detractor que busca comunicarse; se convierte en el vehículo mismo que facilita la visibilización y la difusión de la crítica. Basta recordar el cuerpo de imágenes que acompañaron las marchas y los mítines durante el movimiento estudiantil del 68.